por Santiago Álvarez de Mon

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Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
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Santiago Álvarez de Monpor Santiago Álvarez de Mon

Parece que éste tiene buena prensa –espíritu audaz, decidido, y resuelto…–, mientras que aquel destila un tufillo a patrón o dueño rico y sospechoso. Inspirándome en personas concretas de carne y hueso, referentes cercanos de los que intento aprender todos los días, me quiero centrar en la figura clásica del empresario familiar. Obviando especifidades propias de cada negocio, familia y personalidad, observo un hilo conductor común de excelencia, pasión y compromiso.
1. Animales habituados al riesgo y las contingencias de la actividad económica, se mueven relativamente cómodos en un entorno incierto y cambiante. Baqueteados en lances de todo tipo, asumen que las certezas no forman parte de su hábitat natural.
2. Caminando por la vida descubren sus talentos y habilidades más innatos, no necesariamente alineados con su formación académica. Así como no es inusual ver alumnos brillantes que no acaban de descollar en sus carreras profesionales, tampoco sorprende encontrar estudiantes discretos transformados en empresarios excepcionales. Lo distintivo se llama instinto, olfato, intuiciones inefables producto de la experiencia, el interés y un estado de alerta mental.
3. Aunque hay días difíciles, pruebas y contratiempos inesperados, el tono de su trayectoria habla de optimismo y esperanza. Mentalmente jóvenes, su actitud rezuma ilusión y motivación. Al final todo redunda para que disfruten lo que hacen, les gusta su trabajo y se nota.
4. Dedicación y esfuerzo. Sin jornadas prefijadas de antemano, su horario puede estimarse al límite. No escatiman en sacrificio y generosidad, y aunque trabajan mucho no les pesa. Ocio y negocio se entreveran, no se sabe cuál de los dos manda.
5. El análisis pormenorizado, las herramientas clásicas del management, no son su fuerte. Todo lo más son el aperitivo de la acción, cita cotidiana y habitual en la que se ejercitan con familiaridad y facilidad. Ahí se vienen arriba, sorteando el peligro de la parálisis, la burocracia y los debates y reuniones estériles.
6. Profesionales orientados a las personas, su círculo de relaciones tiende a ser rico en cantidad y calidad. Llevados por su vocación y pasión, dos perfiles sobresalen en su agenda: clientes y empleados. Hacia los primeros les guía su preferencia por la calidad y el servicio, y con relación a los segundos, sorprende su conocimiento, exigencia y calidez humana.
7. Titulares de la empresa, el factor propiedad –económica, jurídica y emocionalmente– lleva incorporado un acusado sentido de la responsabilidad, su sello diferencial. Ante excusas, quejas, dilaciones y demás arsenal del victimismo infantil, son beligerantes. Bromas, las justas. En su mochila, libertad y responsabilidad marchan juntas, aguzando su ingenio y sagacidad. En algunas cuestiones, aventurados y lanzados, en otras, cautos y conservadores. Los experimentos, con gaseosa.
8. Como si fueran estadistas de la mejor política, su horizonte temporal se prolonga al infinito, allá donde su luz se apaga y despunta la próxima generación. Exigidos por el corto plazo, no quedan atrapados en sus miopías y urgencias. Desde un presente vivido intensamente, imaginan y trabajan por un futuro prometedor.
El brochazo de sus fortalezas deja entrever algunos de los puntos a vigilar.
No confundir apellido con profesionalidad y talento. No todos los miembros de la familia deben ocupar posiciones relevantes en el organigrama ejecutivo, solo aquellos que aporten conocimientos, solvencia, trabajo y ganas. Si la familia no cuida de la empresa, ésta revierte negativamente sobre aquella. Empresa familiar, los dos, sustantivo y adjetivos son críticos.
Si se piensa en el día después, el empresario debe acometer una tarea contra natura: delegar. Su tendencia natural a hacer, a reparar en pormenores “insignificantes” de la realidad, –fácilmente pueden desarrollar un carácter perfeccionista, minucioso, cuasi obsesivo– dificulta dar un paso hacia atrás, y dejar espacio para que otros puede darlo hacia delante. Sin prisa pero sin pausa, el desarrollo y consolidación de un estilo participativo de dirección es tarea urgente.
Si se avanza en los dos anteriores apartados, el dilema de la sucesión debiera fluir con naturalidad y sencillez. Son muchas las empresas familiares que han acertado a juntar la inteligencia y espíritu emprendedor de las primeras generaciones, con la preparación y mayor sofisticación de aquellas llamadas a protagonizar el futuro.
Generadores de riqueza, creadores de empleo, el empresario familiar es una variedad del tejido social y cultural hispano que deberíamos proteger y estimular. Su extinción o retraimiento lo pagaríamos muy caro. Es un lujo que no nos podemos permitir.

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El ADN del empresario familiar,Análisis – Expansión.com

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