por Sara Mansouri

La “generación perdida” de la que todos hablan: azotada por el Paro, empujada a irse con sus títulos, idiomas, másteres y su dominio del entorno digital allí donde puedan encontrar un futuro.

Pues bien, esta hornada de jóvenes que está incorporándose, no sin dificultades, al mercado laboral, se caracteriza no solo por sus vastos conocimientos sino también por sus nuevos valores. Tienen mucho que enseñarnos, no somos los únicos en decirlo.

Porque…

• Son más adaptativos. La generación más joven ha crecido conociendo la inestabilidad, viendo cómo los trabajos “para toda la vida” son cosa del pasado. Son conscientes de que, fácilmente, podrán cambiar de empleo unas 10 veces a lo largo de su carrera. Y están preparados para lidiar con esta realidad, aunque no a cualquier precio: buscan que cada empleo les suponga una oportunidad de crecer y obtener nuevas gratificaciones y aprendizajes. Más que las corporaciones, les atraen los proyectos, los desafíos.
• Trabajan para vivir y no al revés. Esta generación no está tan dispuesta a sacrificar su vida personal en favor de su carrera. Buscan el justo equilibrio entre ambos aspectos y valoran la flexibilidad laboral: empleos que les permitan compatibilizar su jornada con otras actividades enriquecedoras, como el deporte, idiomas o voluntariado. Asimismo valoran poder trabajar desde casa si el proyecto lo permite.
• Son creativos y emprendedores. Les gusta trabajar en equipo y el libre intercambio de ideas (la estructura física de las empresas debería tener esto en cuenta, con espacios abiertos, pizarras y salas para reuniones disponibles). También tienen más iniciativa propia que sus predecesores: no es extraño que dediquen parte de su tiempo a proponer mejoras en algún aspecto que quieran cambiar en la empresa, en lugar de decir “esto es lo que hay”.
• Tienen otra visión del liderazgo. Los jefes de “esto se hace así porque lo digo yo” tendrán más de un roce con estos nuevos trabajadores. Porque la visión de los jóvenes del jefe/a es la de un líder que acompaña, propone, consensa sus decisiones con ellos -aunque tenga la última palabra- y les ofrece un feedback constante a sus ideas y desempeño. Ese líder ha de ser también persona transparente, que se comunique fluidamente con su equipo y les haga partícipes de la marcha de sus proyectos y de la empresa. Alguien, en definitiva, capaz de crear un entorno donde se sientan cómodos y realizados.

Estas son algunas de las características positivas de estos trabajadores. Una generación extraordinariamente preparada, que debería poder encontrar su sitio. Los necesitamos para abrir de par en par las ventanas de nuestras empresas y permitir que entren ideas frescas y creativas, nuevos aires. Y ojalá encontremos la solución para que se integren, en lugar de que cojan la puerta para irse, muchas veces para no volver…

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