por Guillermo M. Fraile

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Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
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por Guillermo M. Fraile

Ante todo, no quiero desilusionarlos en sus expectativas. Mi intención es, simplemente, recordarles que conciliar la vida laboral y familiar es sólo responsabilidad nuestra. Y además, que no busquemos soluciones mágicas. Lo más desafiante será cómo hacer buen uso de nuestra libertad y nuestra responsabilidad para poder desarrollarnos en todos los aspectos de nuestra vida. Y como para esto el desafío es personal, lo que puedo hacer es invitarlos a reflexionar juntos algunos criterios que puedan ayudarnos a direccionar un poco ese desafío. Estas cosas dependen de cada persona y el ser humano es tan subjetivo en todos sus aspectos, que encontrar una solución única –y mágica– sería una utopía y hasta un hecho monótono en su implementación. De los trabajos de investigación que hemos hecho con el equipo de ConFyE, han surgido una serie de ideas que pueden ayudarnos a ponderar nuestras cciones para poder alinearnos mejor a llevar una vida más armónica.

Formarse desde la profesión y desde la familia.

Formarse en la profesión es hoy una obligación impostergable para cualquier directivo que se quiera desarrollar como tal. Hoy, paralelamente, construir familia es un tema sumamente complejo y desafiante. La constante influencia que estamos sufriendo desde diversos ámbitos (jurídico, médico, educativo, mediático, etcétera) hace que esta comunidad sufra cambios a través de la cultura que impera en la sociedad. Y esos cambios, si no somos capaces de capitalizarlos para el bien familiar, terminarán deformando la célula básica por donde se construye una buena sociedad . Es la familia el primer campo de referencia de las ideologías. Por este motivo, mucho más que nuestros padres y abuelos, debemos dedicar tiempo específico a formarnos en ser mejores cónyuges y mejores padres.

Aprender a decir que no.

El único capaz de conocer tus límites personales y laborales para llevar una vida armónica, sos vos mismo. Pero no alcanza con conocerlos, hay que implementarlos. Para eso se requiere fortaleza, virtud que nos ayuda a resistir a las contradicciones y a acometer ante los desafíos. Está claro que poner límites es un riesgo, pero deben ser bien ponderados para evitar riesgos mayores. Además, conocer los límites es una tarea que debe hablarse en el ámbito familiar.

Vivir el orden

El orden es una virtud que se vive en tres niveles: en la razón, en los afectos y en las acciones. Estarás en paz cuando los tres ámbitos estén armónicos. ¿Se consigue habitualmente? ¡Claro que no! ¿El propósito? Intentar querer lo que uno debe hacer y hacerlo en orden, porque lo que debemos hacer es lo que nos mejora. Para eso necesitamos desarrollar una conciencia recta y unos objetivos claros. Ese es en el fondo, el sentido de nuestra libertad. Querer hacer lo que debemos.

Foco de concentración

Hay un sabio refrán que constituye todo un plan de acción. “Haz lo que debes y está en lo que haces”.
Si uno está trabajando, entonces, que verdaderamente trabaje; si se está en la casa con los hijos y su cónyuge, entonces que se esté de veras con ellos. Porque es común justamente lo contrario, es decir, estar y no estar a un mismo tiempo. Pensar en la familia cuando se está en el trabajo y al revés, pensar en el trabajo cuando se está en la familia. Es la dispersión la que amenaza constantemente las actividades quitándoles la fuerza que cada una conlleva y con ella, su misma eficacia. La focalización ayuda a la concentración y esta a la plenitud de una actividad. El 34% de los encuestados dice que cuando trabaja sigue pensando en su familia, en cambio el 54% dice que cuando está con su familia piensa en el trabajo. Es evidente que no se intenta con esto aislarse totalmente de un ámbito cuando se está en otro, pero sí tener bien claro donde tengo puesta la cabeza en cada momento para aprovecharlo al máximo.

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Ejemplaridad e integridad

Nada arrastra más que el buen ejemplo. Por eso es necesario tener coherencia entre lo que se hace, se dice y se piensa. Esto es especialmente importante para el directivo porque le toca justamente dirigir.
Entonces la coherencia, si bien es un ideal difícil de alcanzar, es un gran bien que nos eleva y por lo mismo eleva a los demás. De lo contrario, la autoridad perderá vigencia y dinamismo, volviéndose sólo una fuerza extrínseca. Ninguna política alineada a ayudar a los directivos y empleados a llevar una vida más armónica será del todo eficaz, si no las empezamos a vivir quienes dirigimos las organizaciones.

Saber negociar con uno mismo y no con la familia

El gran atractivo que pueden tener habitualmente nuestros proyectos laborales, pueden hacer que intentemos “negociar” con la familia el tiempo de más que dedicamos a nuestro trabajo, ofreciendo programas excepcionales, llevando regalos para “paliar” los reproches, etc. En realidad, lo más importante es saber cómo negociamos con nuestra agenda los tiempos para poder incorporar en ella todas las responsabilidades, laborales y familiares. No hay que buscar en hechos extraordinarios intentar satisfacer a la familia con cosas que no son lo que en definitiva necesita. Estas actitudes, pueden ser, a la larga, expresión de poco interés. Con la familia no se negocia. Se explica el motivo de los posibles desbalances, si estos son excepcionales y genuinos. Si no, hay que replantear algunos principios que pueden estar erosionándose.

Saber explicarle a la familia las demandas laborales genuinas

No hay que ser ingenuo y pensar que todo es muy fácil. Las empresas en la actualidad demandan, especialmente a sus directivos, muchas horas de dedicación. Y la familia debe saber eso. No sólo hay que explicar a las empresas la existencia de una demanda familiar impostergable. También hay que explicar a las familias que hoy las empresas demandan en forma muy distinta que hace pocos años. Viajes, reuniones inesperadas, horarios de llegada tarde, etc. Si hay que ir a trabajar un domingo porque el lunes hay que presentar una licitación importante para el desarrollo de la empresa, no cabe duda que la familia lo debe entender y deberá estar con el equipo trabajando. Sería mal ejemplo si no lo hiciera. Pero quizás sea buena que en esa semana te tomes algún tiempo especial para estar más con tu familia. Y así, con flexibilidad y espontaneidad, verán en tu casa que el trabajo es parte del desarrollo familiar.

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Tener bien claro la escala de valores personales y familiares

Es importante saber en qué cedo y en qué no. Y por qué. Construir familia es construir una cultura que nos acompañe en el “modo de hacer las cosas”. Y la cultura familiar debe iluminar nuestros actos y decisiones. Para eso, en familia iremos desarrollando una serie de hábitos, junto a unos valores que sabremos que nunca vamos a poner en riesgo. Como hay que saber explicitarlos. Animo a que listemos en un papel, junto a nuestra familia, cuales serán estos valores “no negociables” para no dejar de tenerlos en cuenta.

Tomar conciencia de que desde la familia construimos sociedad

Los hijos del hoy serán los dirigentes del futuro, por eso en la educación de nuestros hijos está gran parte de la “calidad de sociedad” que tendremos en la próxima generación. Los directivos tenemos capacidades innatas de poder proyectar organizaciones en el mediano y largo plazo. Si hacemos lo mismo con la sociedad que nos contiene, y a la cual hay que atender a través de nuestras empresas, seguramente cuanto más sólida sea la sociedad, más provecho sacaremos del entorno donde nos movemos. En familia recibimos la mayor cantidad de educación que podemos recibir en nuestras vidas. Ahí nos formamos “de cero”. La familia es el ámbito privilegiado para educarse en las virtudes humanas. Y con nuevas generaciones bien formadas, vendrán sociedades bien formadas.

Tomar conciencia de que la familia es un trabajo

El trabajo mejora al hombre. A través de él conseguimos objetivos que nos satisfacen, promueven nuestro desarrollo y por sobre todo permite que hagamos mucho bien a los demás. Pero el trabajo no sólo es lo que hacemos en nuestras empresas. Todo lo demás debe considerarse trabajo, pues cumple las condiciones que detallamos anteriormente. Si tomamos conciencia de que nuestra familia es un trabajo que demanda, quizás seremos más concientes en dedicarle más horas y de “mayor calidad” que las actuales.

Para decir que no al exceso de trabajo, hay que decir sí a la familia

Nunca lleguemos a casa sin un plan concreto. Las mujeres trabajadoras, que llegan a su casa, siempre tienen mucho por hacer; en cambio nosotros, los hombres, si llegamos “a ver qué pasa” lo más probable es que molestemos. La única forma de poder llegar a casa a un horario razonable es tener un proyecto muy atractivo para hacer. Si no, “se alarga el horario de oficina” en casa y eso es muy molesto para la familia. Si tus planes familiares son atractivos, dejarás alguna cosa que hacer en tu oficina para llegar a casa muy ilusionado.

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La conciliación de nuestra vida familiar y laboral es iniciativa y responsabilidad nuestra, la empresa debe ser sólo facilitadora

La empresa, que es fundamentalmente una comunidad de personas, entiende que no puede ser un obstáculo para el desarrollo integral de su gente y por eso debe poner a su disposición buenas y eficaces políticas y prácticas de conciliación. Sin embargo, por más políticas promotoras, la tarea de conciliar pertenece al ámbito personal. La empresa no puede resolver este problema si no hay una iniciativa tuya. No son en estos casos las recetas las que mejoran… Es la libertad de querer hacer el esfuerzo para llevar un desarrollo personal más armónico. Por último, y sin numeración, me animo a decir que, si bien el desafío parece un imposible, no hay que dejar de tener un buen sentido del humor y gran espíritu deportivo para empezar de nuevo todos los días y no desanimarte. Acá lo importante no es tener una hoja impecable de logros para mostrar, sino vivir con naturalidad estos desafíos en la familia, el único lugar donde podemos ser,a pleno, lo que somos.

Por Guillermo M. Fraile

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