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Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
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“La situación es preocupante, incierta y demasiado revuelta. Las cosas ya no son como antes. Mejor evitemos mayores problemas y soportemos la crisis hasta que pase”. Este es el pensamiento frecuente de muchos empresarios, ante una desestabilización en el ambiente donde se mueven sus empresas. Cuando las aguas están turbulentas, mejor quedarse lo más quieto posible y aferrarse a la piedra más grande y pesada: permanecer sólo con el personal esencial; bajo una estructura mínima; reducir inventarios; congelar deudas; alquilar un local más pequeño; etc…

Eligen incluso hacer todo por sí mismos y recibir menos ayuda, sintiéndose cómodos por haber recuperado el control. Mientras menos variables en juego, más facilidad y comodidad en el manejo. Deben “recuperar la zona de confort” (el límite dentro del cual existe pleno control del entorno), porque si se permiten crecer, el negocio excederá invariablemente sus capacidades y habilidades para controlarlo (para tocarlo, sentirlo, calibrar el trabajo que hay que hacer y para inspeccionar personalmente el progreso).
Estas empresas declaran que “se conforman con sobrevivir” y pasar la agitación, porque el mayor miedo es perderlo todo. El empresario queda así limitado a la zona de confort, en la que tan sólo hay que esperar y trabajar / trabajar y esperar… que algo positivo ocurra en el medio.

En la vereda de enfrente, están los empresarios que deciden arriesgarlo todo y “quemar sus naves”. Ahora o nunca. La crisis les sirve de impulso emprendedor, los momentos de descontrol les obligan a reaccionar ya mismo. En lugar de replegarse, como hacen los empresarios del modelo anterior, estos emprendedores deciden crecer vertiginosamente. El resultado… es casi siempre catastrófico: el negocio explota, dejando tras de sí un grupo de personas que -a menudo- justifican esa explosión como consecuencia del riesgo y la velocidad de adaptación a los tiempos cambiantes. Para ellos la suerte, la velocidad de cambio y una deslumbrante tecnología son elementos necesarios para seguir en la “cresta de la ola”. Basan su carrera (y la de su compañía) en los reflejos, los golpes de genialidad y la suerte. Estas empresas apuestan el todo por el todo. Sus propietarios aspiran a ganarlo todo, aprovechando una coyuntura particular.

Cualquier brusca limitación o aceleración de crecimiento, que se instale en el desarrollo de una organización, resulta “antinatural”porque la empresa no queda condicionada a las fuerzas naturales del mercado, o a una eventual falta de capital (aunque estos factores podrían condicionarla de forma distinta), sino por las propias limitaciones personales. Estamos hablando de la falta de habilidades empresariales, de conocimientos y de experiencias y, por encima de todo, de carencia de pasión para lograr el crecimiento de un rico, extraordinario y dinámico negocio.

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En este sentido, la decisión de no crecer, más que un acto intencionado, es una reacción frente a las penas y los miedos inducidos por una coyuntura incontrolada e incontrolable. El estancamiento seguido por el retroceso, o una crecida empinada que puede terminar en mortal caída son sólo reacciones que, como tales, atienden únicamente el momento y suponen una interrupción injustificada del natural desenvolvimiento del negocio.

En un caso, todas las oportunidades son vistas como amenazas. En el otro, no hay amenazas, sólo oportunidades inmediatas y efímeras.

Pero no hay que llegar a esos extremos. Existen formas mejores de enfrentar una crisis, preparándose para asumir un crecimiento controlado, rico y productivo. Ni esperar quieto, ni lanzarse a la deriva. El trabajo del empresario es prepararse y preparar su negocio para poder sostener el crecimiento. Definir la modalidad de evolución propia y comercial comprendiendo las cuestiones clave que han de realizarse, los objetivos clave que han de conseguirse y la posición que se desea para la empresa.

¿Dónde quiero que esté mi empresa?
¿Cuándo quiero que llegue allí?
¿Qué recursos financieros, humanos y tecnológicos necesitaré para lograrlo?

Administrar el propio crecimiento supone que exista una intención emprendedora sostenida, así como un verdadero deseo -y no una pasión desmedida- por la transformación de un proceso que requerirá: acceso a nuevas habilidades; nuevas comprensiones; conocimientos y profundas búsquedas emocionales. Crecer es parte de crear el futuro, sobrevivir no es más que un “apenas” en un contexto de transformaciones continuas, que siempre supone hoy un poco más que ayer.

Tomado de internet

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