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Adiós al jefe

por Pablo Winokur

El 30% de los argentinos querría decirle a su jefe que se vaya a “la punta del cerro”, eufemismo que utilizamos porque no estamos en una mera charla de café. El 28% presentaría su renuncia ya mismo, si no tuviera que sufrir las consecuencias. Es decir, que si los sumamos, el 58% no tiene buena relación con su jefe.

El dato se desprende de una encuesta realizada por la consultora Trabajando.com entre 2.000 empleados argentinos. Aunque hay un 19% que admira al jefe y “quiere ser como él”, y un 5% que querría decirle que “lo quiere”, el sentimiento predominante es negativo.

Tal vez por eso, muchos trabajadores en relación de dependencia sueñan con decirle “chau” a su jefe, renunciar a sus trabajos y dedicar su vida a emprender algo por su propia cuenta. El desafío no es fácil, porque hay que animarse a renunciar al sueldo fijo y atreverse a saltar al vacío.

Los más osados, que no son pocos, se animan a dar el paso, a dejar al jefe y a hacerse cargo de su “productividad y rendimiento”. En esta nota, emprendedores que se tiraron a la pileta y lograron generar emprendimientos exitosos, comparten su experiencia, cuentan sus dificultades y te ofrecen algunos consejos para que no tropieces con la misma piedra que ellos.

Lanzarse al vacío

Magalí Santermer trabajaba en una cadena importante de restaurantes de comida japonesa. Había estudiado administración hotelera y gastronómica, y su formación la había habilitado para ingresar como subgerenta en una sucursal. Su alta efectividad hizo que rápidamente la ascendieran a gerenta, siempre apuntando a la parte operativa.

 

Pero, hace unos años, algo cambió dentro de ella. “Me encantaba la experiencia que hacía, pero había perdido mi vida social. Cuando todos descansaban, yo estaba trabajando. Vivía para el trabajo y empecé a necesitar darle una vuelta a mi vida”, explica. Trabajaba 12 horas diarias en la oficina y, luego, seguía en su casa. Tenía sólo un franco por semana. El sueldo acompañaba, pero algo no estaba bien. “Me tiré a la pileta. El día que comuniqué que me iba fue porque no me daban las vacaciones. Le venía diciendo a mi jefe que me faltaba gente, pero no me escuchaba. Cuando comuniqué la decisión intentaron retenerme; me dijeron que justo estaban por contratar a alguien, pero ya la decisión estaba tomada”, cuenta.

Así inició Yasai Deli, un emprendimiento simple pero efectivo, comida sana para gente a la que no le gusta cocinar y almuerzos livianos para entregar en lugares de trabajo: “Vi que la gente estaba apuntando a una alimentación casera”.

Cuando planteó que se iba para instalar su propia empresa, su jefe intentó disuadirla: le dijo que era un rubro complicado y que no iba a poder vivir si no se metía de lleno. Pero, igual, ella se animó. En enero dejó su trabajo y a fines de febrero ya estaba entregando pedidos todos los días hábiles.

Para el caso de las empresas, ella mandaba un mail cada mañana con las opciones, y le hacían los pedidos. “Hoy, me manejo a nivel corporativo y en las propias empresas recepcionan los pedidos”. Todos los días, 80 personas almuerzan con ella y 50 clientes le piden viandas congeladas. “Lo más difícil es dar el paso”, sugiere Santermer.

Pros y contras

La idea de Santermer era sencilla. Existen cientos de personas a quienes les gusta cocinar e intentan iniciar emprendimientos similares. Sin embargo, no todos logran hacer de esa pasión un negocio a escala. Ella lo logró, por su formación en administración hotelera, pero muchos otros se quedan en el camino. ¿Qué hay que hacer para evitarlo? “Lo ideal es desarrollar el proyecto de inversión con todos sus ingredientes: armado de la idea general, análisis geográfico y demográfico, estudio de mercado, estudio técnico, estructura de la organización, estudio legal, estudio económico y, obviamente, un estudio financiero”, explica Juan Benedetto, de la consultora Peuma.

Animarse a dejar al jefe tiene beneficios pero también su riesgo. Lo bueno: no hay que soportar a nadie que te diga qué hacer, no hay que cumplir horarios, no hay límites creativos y no hay techo en los ingresos. Lo malo: no tener a nadie que te diga que hacer, la posibilidad de tener que trabajar muchas más horas de las que trabajarías en relación de dependencia, que siempre sos vos el que tiene que crear (y no siempre hay ganas de hacerlo) y que no hay piso en los ingresos. “No importa si hay que trabajar toda una noche, un feriado, un fin de semana largo. Uno, al saber que el negocio es de uno, tiene que poner todo su esfuerzo y no creo que se pueda decir lo mismo cuando se trabaja para un tercero”, sintetiza Benedetto.

Analía Lasala es paisajista. Se dedica a diseñar jardines, parques y balcones a través de materiales vegetales, muebles y objetos. Ella era la secretaria ejecutiva de un gerente. Hasta que se animó a dejar el sueldo fijo. “Fue una necesidad de cambio y de expresar al máximo mi potencial. Me di cuenta de que estaba atrapada en un lugar por seguridad y sentí que yo también podía lanzar mi propio emprendimiento –cuenta–. La inflexión fue mi cansancio de no poder desarrollar ideas y no poder crear. En un momento, me sentía un robot que tenía que hacer una rutina; yo tenía un trabajo muy esclavo en el sentido horario.”

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El día después, cuenta Lasala, fue raro. Por no tener algo fijo que hacer, por no tener que ir a un lugar a cumplir horario. La estrategia fue empezar a moverse desde el primer día: “En mi ex empresa me prometieron un espacio. Y tenía clientes congelados que rápidamente se activaron. Empecé a mandar mails y a hacer muchos llamados. Luego vino la etapa de ampliación de clientes y de rumbo para poder focalizar en los trabajos que más me interesan”.

Lasala se fue para hacer algo totalmente diferente de lo que hacía. Otros, en cambio, buscan hacer lo mismo que hacían en la relación de dependencia, pero por su cuenta. Es el caso de Ariel Epelman: “Me empecé a molestar cada vez más por la forma de trabajar. Me di cuenta de que tenía que tomar mi propio camino y poder tomar mis propias decisiones y equivocarme”. Epelman armó Qualytz, como socio gerente: una compañía que ofrece servicios de gestión y liderazgo de proyectos de sistemas informáticos y certificaciones de calidad en el área. “Cada vez era más grande la brecha entre la forma en que me decían que tenía que hacer las cosas y lo que yo quería hacer. Cada vez me gustaba menos acatar y muchas veces me iba de mal humor. Por eso, charlando conmigo mismo, decidí tomar mis riesgos”, relata.

Epelman trabajaba en una pyme familiar que creció mucho y tenía que profesionalizarse para poder seguir creciendo. “Cada cambio que yo proponía era más difícil de concretar. Me di cuenta de que no sólo había que cambiar los métodos sino también la cultura de la empresa”. Y si la empresa no iba a cambiar, lo mejor era que él mismo cambiara.

La decisión no fue fácil: “Primero me fui de viaje seis meses a Asia. Los ingenieros somos muy estructurados y el viaje sirvió para abrirme la cabeza”. Aunque antes de partir ya había renunciado, recién promediando el viaje se dio cuenta de que quería lanzarse por su cuenta. Epelman había trabajado en el mismo lugar durante siete años. Cuando se fue, se hizo muy difícil reemplazarlo, hasta el punto que su ex empleador terminó siendo su primer cliente. Algo parecido a lo que le pasó a Lasala y a otros emprendedores que ilustran esta nota.

Lo importante es tener en claro que de la primera red de contactos saldrán generalmente los primeros clientes. Y no hay que desechar ninguna herramienta. “Es mucho esfuerzo conseguir clientes. También nos costó definir bien el producto. Estamos probando. Lo importante es estar siempre atento. Por ejemplo, a uno de mis clientes actuales lo conseguí en el vuelo de regreso de India”, cuenta Epelman. Y revela: “Viví el miedo. Pensé que iba a estar tres o cuatro meses sin un peso. Pero eso no pasó. Hoy, trabajo más horas que antes, no le digo que no a nada y trato de ver en cada etapa qué hice bien y qué hice mal”.

Por su parte, Carla Notti, florista, no abusó de sus contactos personales para salir a comercializar su oferta. Si bien al principio le sirvieron para instalar el producto, enseguida se dio cuenta de que el negocio no estaba ahí, sino en las ventas por Internet. “Hoy, las compras se hacen por ese medio y descubrí que mucha gente quería comprar flores sin acercarse al puesto. La gente perdió el miedo a comprar sin ver. Y una vez que prueban nuestro producto, se fidelizan”.

El sistema es simple: se elige la flor y ella o su marido la llevan a cualquier lugar de la ciudad de Buenos Aires, sin cargo, en un rango horario pactado: “Algunos nos piden que llevemos las flores a las 12 de la noche en punto para un cumpleaños, o a las 7 de la mañana, antes de que la persona se vaya a trabajar. Incluso recibimos pedidos internacionales, de gente que le quiere regalar algo a alguien que vive en la Argentina”. La clave de su negocio está en que encontró un medio de venta diferente para un producto tradicional.

Al respecto, el consultor Pablo Steinberg, de la empresa Plan C, sugiere siempre tener muy presente cuál es la “Propuesta de valor” de la empresa. Es decir, “aquello que la compañía mejor hace; la combinación o sumatoria de variables que la diferencian de las demás, y el motivo por el cual sus clientes eligen su producto o servicio, y la volverían a elegir”, sugiere.

Esta propuesta de valor puede ser el precio, la calidad, el servicio, el diseño, la atención, la facilidad de acceso, el servicio posventa… “A los diferentes segmentos, con sus respectivos distintos intereses, se los deberá satisfacer con diferentes propuestas de valor”, sugiere Steinberg.

Ir de a poco

¿Empezar de a poco o de golpe? Lasala, Epelman y Santermer decidieron tirarse a la pileta, de una. Pero hay otras estrategias posibles. Notti prefirió ir de a poco y siguió trabajando un año y medio en un local de ropa hasta que se decidió a dedicarse de lleno a las flores. “Yo sabía que en el local tenía un techo. A lo máximo que podía aspirar era a ser encargada”. Trabajaba de 10 a 14 y de 17 a 20.30. Las horas del medio la ayudaron a iniciar su emprendimiento, minimizando los riesgos. “El mercado de las flores abre 5.30 y tenés que ir temprano para poder tener la mejor mercadería. Iba a comprar, después iba a trabajar, al mediodía hacía cursos de capacitación, volvía al trabajo y, a la noche, repartía”.

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“Comenzar part-time es una buena opción, porque evita que uno se quede sin el pan y sin la torta. Una vez que la persona renunció a su empleo, se queda sin nada; y debe empezar de nuevo desde cero si fracasa el proyecto propio. Por eso, especialmente si se necesita el dinero se puede ir despacio y desarrollando la planificación con todos los ingredientes”, opina Benedetto. Su consultora, Peuma, se especializa en pymes de subsistencia, muchas veces unipersonales, y trabaja mucho con ese tipo de emprendedores. De acuerdo con su opinión, estos perfiles no siempre tienen tan claro cuáles son todos los pasos que se necesita para iniciar un negocio. A ellos les conviene ir de a poco.

“Acá no hay un sueldo todos los meses y nos manejamos con márgenes chicos. Al principio te da mucho miedo pero a medida que ves respuestas el miedo se te va”, opina Notti. En ese sentido, es fundamental saber cuándo dar el paso definitivo y echarse a volar.

Alejandro Raschkovan siguió durante un tiempo en relación de dependencia. “Económicamente, me rendía más tener algo propio. Yo lo hacía al principio en forma paralela, hasta que llegué a un punto en el que no se pudo más. Eso sí, antes de quedarme sólo con mi proyecto, me aseguré de que había mercado. Y cuando me fui, lo hice convencido de que me iba a ir bien.”

Pero no fue de un día para el otro. Raschkovan es licenciado en Educación Física. Trabajó en gimnasios y entrenando a deportistas profesionales. Su padre trabajaba en el rubro plástico, se quedó sin trabajo en 2001 y decidió irse a otro país a probar suerte. Pero volvió en 2008, tras la crisis económica internacional.

El emprendimiento surgió de combinar las pasiones del padre y las de su hijo. Raschkovan estaba mirando de cerca las necesidades de los deportistas paraolímpicos y advirtió que las sillas de ruedas que se usaban para deportes como tenis o básquet adaptado no cubría todos los requerimientos de estos deportistas. Cuando se lo planteó a su padre, éste le comentó que se podrían construir sillas con fibra de carbono, que es liviana –para darles velocidad– y, a la vez, resistente, para soportar la intensa actividad.

De la idea al negocio

“Tenes inventores, desarrolladores, innovadores y emprendedores. Una cosa es crear y otra monetizar. Hay muchos inventos divertidos, pero no vendibles”, opina Alejandro Mellinsky, director del portal de inventores argentinos El Otro Mate. Y agrega: “Lo mismo pasa con el software, aunque en ese rubro, a veces, lo más importante es llegar primero, como pasó con Facebook”.

Ese era el desafío que tenía Raschkovan con su invento. Más allá del desarrollo, tenía que evaluar hasta qué punto era comercializable y luego redituable. Empezó a mover los contactos con los institutos de educación física en los que había estudiado. De allí lo contactaron con el Cenard. Así hicieron la silla de ruedas del campeón argentino de tenis adaptado.

En este negocio, sabe que la ganancia no es por volumen. “Tener una fábrica como ésta significa que no te va a llegar plata todos los meses, sino que algún día va a llegar una venta que te va a dejar más dinero que lo que recibía mensualmente cuando era empleado”, reconoce. “Fracasa el que no prueba; no el que prueba y le fue mal”, sostiene.

Andrés Schnayman es el director y fundador de Pez Líquido, una productora de contenidos artísticos y musicales para eventos sociales y empresariales. El adiós al jefe, en su caso, fue hace bastante más de una década. Hasta ese momento, trabajaba en relación de dependencia para la gerencia de un hospital en quiebra y se encargaba “de lo que quería”, ya que en medio de ese caos no había tareas prefijadas. “Mucho de lo que hacía era resolver los problemas económicos financieros de la empresa. Cuando trabajo le dedico muchas horas. Y pensé que si generaba todo esto para otros y solo recibía un sueldo pagado tarde, también podía generarlo para mí”, recuerda.

Durante este tiempo, Schnayman aprendió que no toda buena idea es un buen negocio. Algunas cosas no le sirven para monetizar pero sí para generar impacto. Lo importante es tener en claro siempre qué cosas sí le darán buen retorno.

Por ejemplo, hace un tiempo decidió traer de Europa el concepto de Silent Parties o fiestas silenciosas. Consiste básicamente en entregar, a cada asistente a una fiesta, un auricular inalámbrico por el que escuchará la música con la que bailará durante toda la noche. Ideal para fiestas en lugares que no pueden generar ruido. ¿Se vende mucho esto? “A nivel comercial, es difícil vender el producto. Hace un año empezamos y entendimos que el canal natural de este producto es el corporativo. Tratamos de imitar lo que pasa afuera. Hacemos alguna acción puntual, cóctel, prensa, auriculares. Cuesta instalar el concepto, pero genera mucho a nivel marketing”, cuenta Schnayman. Con la empresa ya montada, se puede tomar más riesgos e intentar instalar productos, aunque durante mucho tiempo no den el retorno esperado.

Distinto es el caso de una empresa que recién se inicia, donde la idea tiene que ser efectiva desde el principio. O no… ¿La clave para Schnayman?: “Animarme, tener esa convicción de que puedo y que, si uno quiere ser ninja, es ninja; y si quiere trabajar para una empresa, trabaja para una empresa. Yo me lo propuse, seguí mi corazón y lo logré”.

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El equipo

Una de las cosas que más les cuesta a estos emprendedores es delegar. En general, cuando el negocio empieza a tomar forma, ellos están muy preocupados por cubrir todas las necesidades y se encargan de todo. El problema es que esto es un límite para el crecimiento.

“Es muy importante poder trabajar en equipo. Y, cuando uno inventa algo, además de ser útil, tiene que ser lindo; hay que cuidar las finanzas, las ventas. Muchas veces, el emprendedor no se puede vender a sí mismo y eso duele”, destaca Mellinsky.

El equipo se puede construir de tres formas diferentes. La primera, contratando empleados; la segunda, asociándose a alguien; la tercera, a través de alianzas estratégicas.

“La única forma de que un negocio crezca es delegando. Generalmente, el emprendedor quiere hacer todo, y es lo que yo llamo ‘miopía empresaria’, dado que ve de cerca pero no de lejos… ve a corto plazo, pero no a largo plazo”, destaca Benedetto. Aunque se ocupa de aclarar: “Cuanto más crece una empresa y más empleados tiene, mayor es la desorganización y los problemas que surgen a su alrededor”. Por eso, hay que ser cuidadoso a la hora de delegar.

Esto mismo, entendió Ezequiel Braier, creativo publicitario que decidió dejar su relación de dependencia y armar su propio estudio. Braier es director de Mucho, una agencia integral de servicios de comunicación para empresas, que asesora desde la estrategia integral hasta la publicidad, el diseño, el marketing digital, etc. Trabajó durante diez años para distintas agencias de publicidad, tanto en relación de dependencia como freelance, para agencias chicas y para multinacionales.

El clic lo hizo cuando se fue a vivir a México por una propuesta laboral. Ahí se dio cuenta de que su verdadera vocación era ser su propio jefe. Cuando volvió al país, tardó dos días en conseguir algunas cuentas y se lanzó. “Uno es más rentable que cuando trabaja en relación de dependencia. Sabe que sus ingresos dependen de su propio tiempo y, entonces, lo hace rendir”.

También entendió que la clave para aumentar su facturación es poder ofrecer más servicios. Pero, obviamente, él no da abasto para brindar todos los servicios que ofrece. Por eso, elige hacer alianzas estratégicas o contratar a especialistas para tareas puntuales. Aunque nunca deja de lado la parte creativa y está muy encima de todos los procesos.

Atravesar los miedos

“Quitarse los miedos, sacarlos afuera…”, propone Diego Torres cada vez que interpreta el tema Color esperanza. Y no es un consejo para dejar pasar, opinan los emprendedores. Es que, para ellos, el tema del miedo es un lugar común y asumir el riesgo puede hacer que uno tome un proyecto o no. En mi caso, yo estaba súper convencido de lo que hacía”, dice Braier.

La recomendación fue repetida una y otra vez por todos los emprendedores entrevistados para esta nota, que se animaron a dejar sus trabajos y lanzarse por su cuenta. Claro que a todos les fue bien, lo cual no siempre sucede.

En cambio, consultores y especialistas sugieren establecer un equilibrio entre el riesgo y la cautela. Lo fundamental, para ellos, es primero asegurarse de que la idea es comercializable y rentable; y segundo, ser consciente de las propias limitaciones, para buscar rodearse bien, en caso de no manejar determinados temas o áreas.

“Antes de lanzarse a la aventura emprendedora y dejar el trabajo en relación de dependencia, sugiero realizar una autoevaluación, donde se ponderen las habilidades y competencias como emprendedor, la factibilidad de la idea de negocio. Y, por sobre todas las cosas, saber que convertirse en emprendedor tiene sus ventajas y desventajas; que hay que estar preparado para afrontar momentos difíciles, donde los ingresos puede que no sean los esperados; donde las trabas serán difíciles de sortear. Hay que estar preparado mentalmente y creer en la idea: no es sólo entusiasmo”, sugiere Sergio Postel, del centro de emprendedores Ariel Job Center.

Y, por supuesto, hay que elegir bien el momento. Tanto en lo personal como en lo económico, es importante estar bien armado para salir a emprender. No vaya a ser que, después de tomar la difícil decisión, haya que volver al regazo del viejo y odiado jefe.

Fuente http://www.ieco.clarin.com/afterwork/Adios-jefe_0_1289871314.html

 

 

 

 

 

 

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