Hay veces que no entendemos por qué ni cómo, pero estamos seguros de que pertenecemos a la familia equivocada. No hay objetivo común, ni armonía, ni paz…

Al contrario, pareciera que cada uno tiene su propia agenda. Rivalidades, amenazas y tensiones son el preámbulo de un conflicto familiar sostenido que no sólo desgasta emocionalmente, sino que también nos impide centrarnos en hacer crecer el negocio que poseemos. De hecho, para las empresas familiares, estos períodos de conflicto familiar son incluso más nocivos que las etapas de crisis económica, generando estancamiento y pérdidas de capital económico, humano e intelectual.

Cuando los dueños están peleando; cuando enfrentan situaciones desestabilizadoras con la pareja, hij@s, herman@s o sobrin@s (i.e. ingratitud, malas jugadas) y/o cuando visualizándose una separación inminente insisten en imponer sus condiciones y mantener el patrimonio unido a toda costa, su energía se enfoca en:

a) DES-Hacer, obstaculizar y ganar,

b) compensar las malas acciones—tomando revancha y cobrándose “a lo chino” ó afrontando períodos depresivos donde la soledad, los vicios o el mismo trabajo se vuelven válvulas de escape—, y

c) desestimar e incumplir cualquier negociación a la que se pudiera llegar, erosionando aún más la confianza familiar y gestando frustración general.

Ante esto, más de uno culpa al destino, a los astros o hasta a los padres—por no haberlos criado de tal o cual forma, por no educarlos para que pudieran trabajar juntos o por heredarles una personalidad difícil y un carácter explosivo. Sin embargo, nos negamos a aceptar que algunos de los retos que tenemos enfrente son SÓLO el resultado de nuestras propias decisiones.

 De hecho, 3 decisiones importantes que tienen consecuencias (positivas o negativas) en la dinámica familiar-empresarial que vivimos son:

1. La decisión de auto-limitarme y comprometerme (o No).

Uno no elige a sus hij@s, herman@s o prim@s, pero SÍ decide cómo colaborar (o no) con ellos. Establecer reglas del juego sobre la forma de operar en el negocio y la familia, así como herramientas de gobierno corporativo y mecanismos legales que nos impulsen a cumplir, nos ayudará a evitar perdernos en sentimentalismos.

2. La elección a consciencia de mi cónyuge (o No).

Uno no elige a su familia, pero SÍ a su pareja… Los cónyuges pueden unir o desunir. “La almohada parlante” es el pepito grillo que nos impulsa a la acción o a la indiferencia. Elegir una pareja con valores similares y asegurarnos de acordar con ella en qué sí y en qué no podrá opinar (familia y negocio) nos evitará problemas a futuro.

3. La decisión de negociar siempre con voluntad (o No).

Ante eventos difíciles, decisiones tomadas y consecuencias desagradables no hay mucho por hacer; simplemente seguir adelante. Tener la voluntad de negociar sin causar problemas, sin afectar al negocio y con la intención de mantener lo más que se pueda el “lazo” familiar es indispensable. Al final de cuentas, siempre seremos familia.

La vida no está llena de aciertos y errores, sino de decisiones. Tomar (o no) una decisión implica enfrentar sus consecuencias, sean éstas buenas, malas o regulares. Por ello, hay que pensar antes de actuar.

 ¡A trabajar!

Dra. Rosa Nelly Trevinyo-Rodríguez

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