por Alicia Verna
“Hacer muchas cosas, tan distintas y en tan poco tiempo…”, éste es el desafío que tiene todo empresario pyme hoy en Latinoamérica.
En general, tiene la última palabra en casi todas las decisiones que se deben tomar en su empresa: define compras, contrataciones, cómo cubrir el saldo del banco, y hasta el plan de mantenimiento del depósito o el diseño de un aviso para un banner o una revista.
Estas decisiones tienen diferente grado de complejidad, lo cual tiende a agotar al empresario, porque pasa constantemente de un tema a otro, de un área a otra, desde asuntos estratégicos hasta consultas operativas o menores.
Me recuerda al malabarista, por su concentración y habilidad, que le permiten mantener todas las clavas en el aire a la vez. Para lograrlo cumple ciertas condiciones: está enfocado sólo en el aquí y ahora, sabe cuándo debe entrar y cuándo salir cada clava, y sostiene objetos del mismo tamaño y peso. El empresario pyme, en cambio, hace malabares con “objetos” diferentes entre sí, no puede prever cuándo ni cómo se le superpondrán nuevos temas a afrontar y no puede darse el lujo de visualizar sólo el momento presente.
Esta vorágine por la que atraviesa le produce dos grandes efectos negativos: le saca tiempo y energía para para abordar:
Estos efectos impactan, no sólo en el resultado de hoy, sino también en el futuro de su pyme.
Teniendo en cuenta el principio de Arquímedes aplicado a los negocios, “Una pyme podrá crecer tanto como se desarrolle su empresario, el dueño”. Es fundamental que usted decida a qué tareas dedicará su tiempo y en cuáles iniciará un proceso de delegación y desarrollo de su equipo.
Le recomiendo dejar a un lado la ilusión de “poder estar en todo” y priorizar las “claves” que marcan el rumbo de su empresa, dejando a otros las tareas que le restarán tiempo y energía para encarar el negocio.
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