por Andy Freire
En su nuevo papel de consultor, el CEO de Axialent remarca que los problemas que enfrentan las empresas son básicamente los mismos -sin importar tanto las dimensiones de cada compañía- y los reúne en cinco grandes grupos, a los que define como “asesinos de la productividad”:
1. Actitud de sabelotodo
“En las empresas hay una cultura medio perversa que hace que a la gente se la contrate por lo que sabe y se la castigue por lo que desconoce, cuando en realidad lo importante es la capacidad que tenga de aprender. Se fomenta la actitud del sabelotodo, que es muy peligrosa porque lleva a que todos los ejecutivos busquen demostrar que saben de todos los temas, aun de aquellas cosas que desconocen.”
2. Temas indiscutibles
“En todas las empresas hay temas de los que no se discute, pero que todo el mundo conoce. Como no se los habla en forma abierta, se terminan discutiendo en los pasillo, lo que genera un derroche de productividad. El caso típico es cuando una compañía se prepara para un ajuste, que va a significar el despido de muchos empleados. Lo mejor es ir con la verdad. Definir cuanto antes quiénes se van y quiénes se quedan para evitar boicots o la parálisis de la producción.”
3. Impecabilidad de compromisos
“Hay que ver a la empresa como una red de compromisos y evitar comportamientos perjudiciales, como no avisar o hacerlo muy sobre la hora que no se puede cumplir con algo con lo que internamente uno estaba comprometido; cuando se cae en este tipo de conductas lo que termina pasando es que en las empresas las cosas se hacen con una antelación mayor a la necesaria y todos terminan acolchonándose.”
4. Negociación narcisista
“En muchas empresas las negociaciones internas se llevan a cabo pensando en el propio interés y sin fijarse en lo que necesita la compañía. El único objetivo que se persigue es convencer al otro de que se tiene razón, con lo que las discusiones terminan convirtiéndose en una lucha de egos.”
5. Actitud de víctima
“En las empresas hay muchos ejecutivos que viven constantemente en el rol de víctima, echándole la culpa a un factor externo para esconder sus fallas. El ejemplo más simple es el del ejecutivo que llega tarde a una reunión y le echa la culpa al tráfico, en vez de asumir como un error propio que no consideró bien los posibles problemas en el tránsito a la hora de salir de su oficina.”
Freire subraya que de los cinco problemas es precisamente el último – la actitud de víctima- el más extendido entre los ejecutivos no sólo de la Argentina, sino también de toda América Latina.
“Es obvio que en toda la región, el contexto económico es más complicado, lo que termina induciendo que los ejecutivos se pongan en el papel de víctima. Pero las empresas que logran sobreponerse a esta tendencia y sus ejecutivos en vez de víctimas terminan convirtiéndose en protagonista les sacan años luz a la competencia. El mejor ejemplo es el caso de Arcor. Si en la década del 90 se hubiese quedado quejándose de que con el 1 a 1 no se podía exportar no sería el gigante mundial que es hoy.”