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Habilidades Directivas: Los cuatro ejes del pensamiento directivo

Los directivos deben cultivar al máximo, por un lado, sus capacidades sociales y, por otro, sus habilidades intelectuales.

En su quehacer diario necesitan permanentemente tomar de decisiones, analizar, observar, evaluar, etc., actividades todas ellas intelectuales y que, en muchas ocasiones, deben realizar en condiciones de urgencia. Por eso, es necesario que tengan su mente muy despierta y bien entrenada para poder reaccionar intelectualmente con rapidez y acierto.

Existen varias fórmulas para desarrollar las capacidades intelectuales.

El experto en creatividad Edward De Bono afirma que hay que potenciar la facultad del pensamiento desde cuatro ejes: la intención, la concentración, la confianza y el placer.

Los cuatro ejes del pensamiento

El pensamiento se basa en cuatro ejes:

La intención
Un pensador debe ser capaz de modificar su pensamiento voluntariamente. Para ello es preciso ser capaz de dirigir el pensamiento hacia cualquier materia o cualquier aspecto concreto dentro de un tema. Esto no implica que mientras se modifica deliberadamente el pensamiento uno no lo utilice de manera activa. Existen algunos aspectos generales del pensamiento que deben regir de manera permanente. Lo que se pretende destacar con esta cualidad es la capacidad para controlar el pensamiento conforme a la voluntad.

La concentración
Un pensamiento poco entrenado normalmente es disperso y tiende a saltar de una idea a otra aleatoriamente.

Esto conduce inevitablemente a la ineficacia. Este tipo de pensamiento muchas veces sólo consigue concentrarse cuando se enfrentan a otra mente pensante. Alcanzar una buena concentración es de las cuestiones más difíciles de lograr cuando se está entrenando el desarrollo del pensamiento creativo y productivo. La mente tiene una tendencia natural a deambular por todos los rincones que va encontrando y explorar nuevas ideas. Hay un hueco especial para este tipo de pensamiento, especialmente en el pensamiento creativo, pero en cualquier caso no debe ser la fórmula principal que gobierne la facultad del pensamiento.

En las mentes desacostumbradas a la concentración suele ocurrir que una idea conecta con algún tipo de emoción que condiciona la forma en que se examina la idea desde ese momento en adelante.

La confianza
El pensamiento debe actuar con seguridad. Cualquier habilidad funciona mejor cuando se pone en práctica con confianza, sea de la naturaleza que sea. Sin embargo, hay que prestar especial atención a este rasgo del pensamiento porque existe una notable diferencia entre tener confianza en uno mismo y ser arrogante.

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Estar seguro de que uno tiene razón, o confiar en que la idea propia es mejor que la de los demás, o pensar que no existen más alternativas a que las que uno ha contemplado son todas formas de pensamiento arrogante. La arrogancia es la mayor enemiga del pensamiento, porque termina con él.

Acaba con la duda y la crítica y se termina el proceso. Un pensador confiado no tiene por qué ser necesariamente brillante; de hecho, la confianza no tiene nada que ver con la perspicacia. Puede ocurrir que alguien conozca sus limitaciones y, por eso, ponga en práctica su pensamiento con cautela, con plena consciencia de dónde debe hacer un énfasis especial. En esas condiciones, es muy probable que obtenga mejores resultados que un pensador brillante pero arrogante.

Un pensador confiado no necesita demostrar que él tiene razón y los demás se equivocan.
Este perfil percibe la capacidad para pensar como una habilidad operativa y no como una conquista del ego. El pensador confiado encuentra enriquecedor escuchar a los demás y considera una fuente de aprendizaje aquello que los demás opinan, pues puede encontrar en los pensamientos ajenos ideas que él no haya descubierto.

El placer
Si uno sólo acude a la facultad de pensar cuando se encuentra ante un problema difícil de solucionar es muy posible que no pueda asociar el pensamiento a situaciones agradables y, por tanto, le resulte una actividad molesta. Disfrutar del pensamiento no significa necesariamente ocupar el tiempo libre construyendo puzzles.

Se trata de ser capaz de pensar en cuestiones variadas e involucrarse en ellas.

A veces se producen discusiones aburridas en las que cada parte insiste en hacer prevalecer su opinión. Otras veces se dan diálogos interesantes en los que los participantes exploran la materia que se discute y, al término de la conversación, todos tienen ideas nuevas que han ido adquiriendo durante el coloquio.

Fuente: Boletín CEDE

Tomado de http://sercompetitivos.com/habilidades-directivas-los-cuatro-ejes-del-pensamiento-del-directivo/

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