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Hermanos y socios: claves para un vínculo saludable

por Jorge Hambra

Las empresas fundadas o manejadas por hermanos forman un grupo particular dentro del segmento de los negocios familiares. Definitivamente, la relación fraternal impone un troquelado relacional diferente a los determinados por las otras figuras posibles tales como la relación filial y todas las demás combinaciones posibles de relaciones familiares directas o políticas.

Hay que considerar que cada hermano logra constituir su identidad no sólo en base a sus condiciones genéticas particulares sino muy especialmente por el lugar que ocupa, primero en la fantasía de sus padres y luego por la particular constelación de hermanos en la que se inscribe.

Esta condición fomenta la diversidad de caracteres y personalidades que pueden generar roles complementarios o no. Y, a su vez, esas diferentes rasgos de personalidad habilitan a que se desarrollen roles funcionales o disfuncionales en la gestión del negocio familiar.

Así, si se diera la combinación entre la personalidad “emprendedora” y la “administradora”, aún cuando sin duda son estructuralmente conflictivas, generarían una composición excepcionalmente productiva. Mientras que cuando se combina una personalidad que tiende a apegarse rígidamente a reglas de comportamiento tradicionales con una intrínsecamente desordenada, desobediente o rebelde, la gestión de gobierno se puede poner muy complicada.

Pero, a pesar de que podríamos hacer muchas descripciones funcionales o no de combinaciones de personalidad diferentes, lo más llamativo que he presenciado durante mi carrera como asesor de negocios familiares fueron las que podría llamar “Etapas de evolución de la relación fraternal durante el desarrollo del negocio”.

¿Cuáles son las etapas?

Cuando dos hermanos fundan un negocio de familia, es notable que la primera etapa, que podríamos identificar como de la infancia del proyecto, normalmente se caracteriza por un fuerte involucramiento personal, sueños compartidos y asociatividad.

En la medida en que el negocio crece y se “instala” en el medio económico social, esta asociatividad empieza a especializarse y cada uno de los socios tiende a ocupar un lugar dentro de la gestión, adecuado a sus características de personalidad y habilidades.

Durante estas dos primeras etapas, la mutua generosidad es la actitud que prevalece (y, si no es así, el negocio tiende a desaparecer rápidamente).

La tercera etapa empieza cuando, por motivos personales o por la incidencia de terceros, los hermanos empiezan a “medir” sus aportes al éxito del negocio. Por tratarse de mediciones de tipo subjetivo, siempre contienen un cierto grado de verdad pero acomodado a los intereses de cada una de las partes. En los mejores casos, estas diferencias pueden ser habladas y hasta hemos trabajado recomposiciones en la participación accionaria, cuando así fueron requeridas, hechas con buena voluntad de ambas partes. Pero superar los peligros de este período no es nada sencillo. Y lo peor que puede pasar es que las conversaciones requeridas no se produzcan porque estos conflictos permanecerán y tenderán a resolverse en la siguiente etapa, pero en peores condiciones.

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Por último, la cuarta etapa se da a partir del crecimiento de los hijos y de su potencial participación en el negocio. Cuando no se prevén reglas de juego claras como las que se trabajan durante la construcción de un Protocolo Familiar, la susceptibilidad respecto de la forma de ingreso, de apreciación de habilidades y capacitación de los hijos y sobrinos, y del lugar o roles que podrían ocupar en la gestión, aumentan notablemente la conflictividad entre los socios.

Por supuesto que las cuatro etapas tienen grandes posibilidades de ser resueltas de modo exitoso logrando que, en lugar de fracturarse, las relaciones familiares aumenten su solidez y sostenibilidad. Pero en todos los casos hay tres condiciones esenciales que deben respetarse: (1) no rehuir de las conversaciones difíciles que en cada etapa deben darse; (2) acceder a tener esas conversaciones difíciles, ya en forma directa o con la mediación de terceros que ayuden a su fluidez y productividad; (3) mantener siempre el respeto entre las partes por más que las opiniones no coincidan.

Si la elaboración de estas dificultades propias de la evolución de la empresa y de la familia se producen, muy probablemente se funden reglas explícitas de relación y, con ellas, se habrá alcanzado el grado de institucionalidad requerida para que el negocio familiar fundado por hermanos obtenga el deseado pasaje a la trascendencia generacional.

Fuente http://www.buenosnegocios.com/notas/2112-hermanos-y-socios-claves-un-vinculo-saludable

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