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Lo que te pierdes por no improvisar

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Hoy hablaremos de lo maltratada que está la palabra Improvisar.

Si te digo que voy a improvisar lo que aquí te voy a contar, ¿qué es lo primero que piensas?

A mí, por lo pronto, no me sonaría bien. Pensaría que Pilar ha escrito este post deprisa y corriendo, escogiendo un tema cualquiera para salir del paso con tal de cumplir con su calendario de publicaciones.

Esta primera impresión, que es la mía pero que también puede ser la tuya, se debe a que solemos atribuir al término Improvisar cierto toque negativo por cuanto significa que «hacemos algo de pronto, sin haberlo preparado previamente».

Y claro, hemos oido tantas veces lo bueno que es planificar, seguir el método y prepararlo todo, que ya nadie se acuerda de las ventajas de improvisar.

Una nota de humor.

Antes de meternos en harina voy a contarte una anécdota a propósito de la improvisación. No creo que sea verdad pero es divertida. Dice así:

Tras treinta años en la misma parroquia, a un sacerdote le llegó el momento de su jubilación, y algunos miembros de la comunidad le organizaron una cena de despedida.

Un miembro muy conocido dentro de la congregación -un líder político- había pedido hacer una breve presentación para agradecer en nombre de todos la labor del sacerdote, pero había avisado de que llegaba tarde a la cena.

Mientras los demás aguardaban su llegada, el sacerdote quiso rellenar la espera. Tomó el micrófono y en un improvisado discurso dijo: “Recuerdo la primera confesión que escuché aquí hace treinta años. Reconozco que me preocupé en cuanto al tipo de sitio al que había llegado. Aquella primera confesión fue la peor que he oído nunca. Confesó que había robado un televisor a un vecino y que había permitido que la policía culpara a otra persona, consumía drogas, había tenido relaciones con las mujeres de sus amigos, se había quedado con dinero de la empresa para la que trabajaba… Os podéis imaginar lo que llegué pensar de esta comunidad. Sin embargo, conforme pasaron los días me di cuenta que aquella primera confesión fue una excepción y aliviado comprobé que esta parroquia en realidad está llena de gente bondadosa, amable y decente. Un lugar maravilloso al que echaré de menos.”

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Al poco rato el político llegó, se disculpó por llegar tarde a la ceremonia de despedida, se acercó al micrófono para pronunciar el discurso que había prometido y dijo: “Siempre recordaré cuando el padre llegó por primera vez a nuestra parroquia. De hecho, estoy bastante seguro de que fui yo la primera persona a la que oyó en confesión…

La improvisación en la Empresa

En el mundo corporativo la palabra improvisar tiene mala prensa.

Nos dicen que no improvisemos las presentaciones, los discursos, por supuesto tampoco las entrevistas de trabajo, ni las respuestas a las dudas de los clientes. Con tanta advertencia es normal que no se la vea con buenos ojos. Cuando un compañero te cuenta que improvisó, cuando menos te crea la duda de si el resultado fue positivo. Y automáticamente lo relacionas con una situación inesperada, seguramente incómoda y embarazosa, en la que hubo que reaccionar rápido y que obligó a salir de la zona de confort.

La culpa más bien es del contexto que envuelve a la necesidad de improvisar. Recurrimos a ella cuando lo planificado ya no sirve, para salir de un aprieto, ante una complicación, cuando surge un problema, con la llegada de una crisis, etc.

Por eso a las empresas no les gusta improvisar. En cambio ansían lo previsible, les encanta tener sus asuntos atados y bien atados y que todo suceda según sus cálculos.

La improvisación en las Artes.

Improvisación

Sin embargo, hay campos como el de las Artes (teatro, danza, música…) en el que la improvisación equivale a Maestría.

En estos oficios creativos la espontaneidad es un grado. Por ejemplo, que un poeta improvise de pronto un poema no es algo fruto de la casualidad, lo improvisa porque ha adquirido tal grado de maestría que es capaz de hacerlo.

La improvisación es la meta a conseguir. El hecho de poder crear algo nuevo y único con poca o ninguna preparación.

Hace poco visité el Museo de Arte en Vidrio de Alcorcón. En uno de los talleres había un artesano que mostraba cómo se modelaba el vidrio. Pedía a los niños que le dijeran una figura al azar y él la creaba en tiempo record. En unos minutos hizo un delfín, un pato y un caballo perfectos. Se adaptaba a cualquier petición. Daba igual qué figura fuera, había perfeccionado de tal manera la técnica que podía improvisar a su antojo.

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Para ser como este artesano (cada uno en su trabajo) hace falta muuuuuucha preparación. Preparación no en el sentido de previsión, de que tengas una corazonada y sospeches lo que va a ocurrir para anticiparte, sino preparación entendida como aprendizaje acumulado y experiencia.

Los once mandamientos para improvisar.

Voy a presentarte a Del Close. Se le considera uno de los pioneros en el arte de la improvisación teatral y durante años se dedicó a entrenar a cómicos y actores famosos. Parte del legado del Del Close fueron los once mandamientos para improvisar. Principios que siguieron sus alumnos y que también podrían aplicarse al mundo corporativo.

1º  Todos sois actores secundarios.
2º  Revisa siempre tus impulsos.
3º Nunca entres a escena a menos que sea necesario.
4º Ayuda siempre a tu compañero de reparto, no te preocupes por la escena.
5º La responsabilidad principal es apoyar.
6º Trabaja con el cerebro en todo momento.
7º Nunca subestimes al público.
8º Sin chistes, a menos que sea aconsejable.
9º Confía… confía en que tus compañeros te van a apoyar, que no te fallarán si te quedas atascado. Confía en ti.
10º Evita juzgar, excepto para saber cómo puedes ayudar y apoyar a otros con tu imaginación.
11º ESCUCHA

Este último punto es muy importante. Saber Escuchar.

Escuchar para interpretar lo que sucede, sintetizar la información y sacar rápidas conclusiones. Escuchar a todos, porque incluso el becario recién llegado tiene ideas interesantes que merece la pena oir. Y escuchar para estar en mejor disposición de colaborar con los compañeros.

Como ves, la improvisación también tiene su lado positivo. Te hace más espontáneo, no hay tanto miedo a hacer el ridículo (porque no hay tiempo para pensarlo) y te da la oportunidad de transformar un momento incómodo en un trampolín. No planifiques tanto. Desarrolla tu capacidad de improvisar.

Fuente http://elblogdelmandointermedio.com/2015/11/23/aprende-a-improvisar/

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