Por mucho que insistamos actualmente en aspectos tales como que el conocimiento reside en las personas, la importancia de la conversación como potenciadora de la colaboración, la conveniencia de diluir el yo en el nosotros para ejercer un liderazgo distributivo, etc., el eje sobre el que pivotan todos estos principios se encuentra en la confianza que realmente se deposita en los equipos y en las personas. Y mírese como se mire, es en el ejercicio de estaconfianza donde reside la verdadera clave para desarrollar estos modelos de gestión que tanto se aconsejan para intentar, al menos, navegar de ceñida en el momento actual.
Este es un aspecto crítico ya que, parece ser, la desconfianza suele instalarse en la mayoría de organizaciones como programa de inicio en las relaciones que suelen establecerse entre los directivos con sus equipos, por mucho que algunos de ellos intenten suavizarla con expresiones amables y guiños de complicidad.
Independientemente de valores morales al uso, la confianza no es más que la capacidad de depositar en otro la responsabilidad [y preocupación] sobre un fragmento del futuro que nos afecta. Y lejos de cualquier acto de fe, esta confianza se suele establecer sobre el conocimiento, directo o indirecto, de la forma de proceder de quien depositamos esta responsabilidad. Es decir, tener más o menos confianza no es más que una cuestión que depende tan sólo del grado de incertidumbre sobre lo que se nos pueda ofrecer y/o sobre la manera que se seguirá para conseguirlo. Este es un elemento crucial ya que, nos guste o no, la incertidumbre siempre genera, en más o menos medida, miedo.
Uno se pregunta a qué se le tiene realmente miedo para que este tema de la confianza genere tanta incomodidad y sea tan inabordable, si mediante mecanismos adecuados de selección, programas de desarrollo y una buena comunicación se pueden asegurar el “a dónde llegar y el cómo hacerlo”.
No se entiende cómo, a pesar de todo, se siguen tratando a los adultos como niños [eso sí, con distintos grados de maduración] sobre los que se ha de desplegar mecanismos de control, amputaciones varias en los sistemas de información y superestructuras jerárquicas [que ya no filtran sino quedestilan las decisiones] que constituyen toda una oda dedicada a la suspicacia e interpretada a coro por una multitud ingente de responsables, mandos y cargos directivos.
Y da como en la nariz que se actúa, las más de las veces, de manera aprendida, con o sin motivos propios, pero que sobre todos pesa el mismo miedo primigenio a que se reproduzca aquel arquetipo en el que una mujer y un hombre desafiaron el poder de Dios comiéndose una manzana que sólo les abría al conocimiento y a la posibilidad de ser como Él.
Fuente http://blog.cumclavis.net/2011/03/el-origen-de-la-desconfianza.html