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¿Cómo juega “la culpa” en en el acto de delegar?

por Francisco Lehmann

¡Dirigir significa dar dirección! Cada gerente es responsable del control de sus operaciones. Si algo va mal, debe probar hasta que encuentre la causa, y si una solución no funciona, pruebe otra,  y otra…

 He escuchado a muchos gerentes decir: «Estoy donde estoy, gracias al hecho de no haber cometido errores» Sobrevivir, sin embargo, no es dirigir. Estos gerentes ponen énfasis en la rutina y suelen fallar en conseguir que sus empleados hagan cada día mejor las cosas. Inducir a los empleados en el proceso de toma de decisiones constituye una herramienta que seduce a la participación a quienes tienen motivación para ello y los involucra en un círculo virtuoso.

 Días atrás, estaba trabajando con el gerente de producción en una empresa metalúrgica mediana, y  algo fastidiado me comentó: «Está bueno esto de delegar, pero ustedes, los consultores, creen que consiste en soplar y hacer botellas…» y sin esperar respuesta continuó «ocurre que cuando trato de hacerlo con mis empleados ellos no asumen esta responsabilidad y luego lo que era un problemita  que podrían haber resuelto casi en el acto, cuando me llega a mí… ya es un problemón con historia!»

 Es verdad, no es sencillo delegar cuando no hay ejercicio, ni de quien otorga ni de quien recibe la delegación de responsabilidades. Hay como una historia no escrita, que hace que los empleados esperen instrucciones y los jefes deban darlas, para que el circuito operativo arranque. Lo que está presente allí es el temor a ser responsable de una equivocación, de LA equivocación. En circunstancias de este tipo, los empleados NO están autorizados a equivocarse y, cuando las cosas no suceden de la manera en que estaban previstas, alguien es culpado. No sé cuál es la experiencia de quien esté leyendo este post, pero en la que a mí respecta, siempre que escucho comentarios como el transcripto más arriba, está presente la falta de ejercicio, o por lo menos, el temor de dar comienzo al ejercicio de enseñar a recibir delegación de responsabilidades sin que esté presente «la culpa».

 Cuando el jefe enseña a sus colaboradores que la responsabilidad no se delega, el tema se hace más sencillo. Cuando el acto de delegación va acompañado de suficiente instrucción como para ser resuelta con eficacia y se otorga a quien tiene las capacidades para ejecutar el encargo, es ya un acto de delegación responsable. En realidad un jefe que no delega, lo puede hacer por las siguientes razones:

  1. Porque no sabe que debe hacerlo. No sabe que es parte de su responsabilidad como jefe.
  2. Porque no quiere hacerlo. Premeditadamente decide hacerlo conociendo el tiempo que le llevará y lo que significa como tal en su responsabilidad como jefe.
  3. Porque tiene temor de hacerlo. No confía en el otro pensando en el posible fracaso que lo inculpará en caso de error.
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 Lo interesante es conocer qué opinan aquellos que podrían recibir el acto de delegación. Cuando no se hacen cargo o no aceptan la delegación, lo hacen:

  1. Porque no saben que deben hacerse cargo. No fueron informados con lo cual no conocen que era parte de su responsabilidad.
  2. Porque no quieren hacerse cargo. Están convencidos de que esa tal o cual acción le corresponde a otro (más allá de que puedan tener razón o no)
  3. Porque tienen temor a hacerse cargo. No se sienten capacitados o simplemente creen que no podrán hacerse responsables. En ambos casos estará presente el temor a dar la respuesta espera.

 Lo curioso es que en ambos casos, de cada lado, las razones coinciden:

  1. No saben que deben hacerlo o no saben que deben hacerse cargo.
  2. Porque entienden que hay claras y suficientes razones.
  3. Porque tienen temor.

En el primer caso (no saben que deben hacerlo o no saben que deben hacerse cargo)  la solución es sencilla, al jefe se le enseña que es parte de su responsabilidad. Por ejemplo, si fue recién ascendido y por costumbre o interés retiene para sí alguna parte de la operación, deberá aprender que su rol ha cambiado y tiene otras responsabilidades. Por lo cual debe «devolver» esa acción al proceso correspondiente. Si es operario y genuinamente no sabe que forma parte de su responsabilidad el hacerse cargo de de la cosa delegada, también se soluciona instruyéndolo al respecto.

 En el segundo caso (porque entienden que hay claras y suficientes razones para no hacerlo) al jefe habrá que instruirlo respecto a las consecuencias de no poner el foco en las responsabilidades de su rol. Y al colaborador habrá que mostrarle las razones genuinas del por qué le corresponde tal acción delegada.

 Podemos ver que en ambos casos la solución pasa por poner claridad en la situación, tanto para el jefe o para el colaborador en cuestión. Obviamente, si las posiciones son genuinas, seguramente podrán arribar a un pronto acuerdo, el jefe entenderá que debe delegar y el colaborador comprenderá que debe hacerse cargo. Pero aún así, puede aparecer la tercera razón listada, válida para ambos: Puede aparecer el temor. En el jefe, el temor por no confiar en el colaborador, y en éste último el temor de no dar la respuesta esperada. El temor como común denominador.

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El temor, a quien lo siente, le lleva a huir de lo que considera dañoso o arriesgado. Y detrás de esa presunción está LA CULPA como posible imputación de ser causante del desvío o del objetivo no logrado. Y aquí es donde vuelvo a la grave frase del comienzo de este post: «Estoy donde estoy», opinan muchos gerentes, «gracias al hecho de no haber cometido errores».

Es que el «error», a mi juicio, está demasiado asociado a la acción que provoca sentimientos de responsabilidad por un daño causado. Es obvio que nadie desea cometer errores porque sí, gratuitamente. Ni tampoco a nadie le resulta grato sentirse responsable por un daño causado. Pero dado que la responsabilidad es, para quienes dirigen, un irrenunciable compromiso, como tal debe ser asumido y puesto en práctica. Con esto opino que aquellos que dirigen son los responsables de desenmarañar ese  circuito, mal originado, de la delegación. Por algún lado hay que comenzar a resolverlo, sino siempre existirá la posibilidad de proyectar la «culpa de la imposibilidad» en el otro. En un próximo post me ocuparé del cómo hacerlo.

Fuente http://franciscolehmann.com/web/2011/06/la-culpa-en-la-imposibilidad-de-delegar-%C2%BFquien-se-hace-cargo/

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