por Carlos Eduardo Nava Condarco
¿Cuál es el sentido de tu Queja? ¿Pretendes hacer conocer algo que debe ser modificado y reparado? ¿Es una muestra objetiva de dolor o pesar? Puesto que si no es algo de lo anterior, tu Queja no es solo vana, es principalmente una pérdida de tiempo, una falta de consideración a los demás y una muestra de cobardía.
En una transitada calle de nuestras “modernas”, y muchas veces insensibles ciudades, se encuentra una mujer ciega de mediana edad acompañada de una niña pequeña. La mujer está en una esquina con el brazo levantado pidiendo que algún bus de transporte público o un taxi (cómo saberlo) se detenga. Con la otra mano sostiene el bastón que utilizan los invidentes y la niña pequeña se cuelga de su ropa, muy cerca de ella, indicándole aquello que ve, guiándola para que dé un paso adelante o uno atrás.
Ninguna movilidad se detiene, ¡ninguna! Pasan los minutos y la mujer permanece así, sin que nadie repare en su pedido. Es una calle de alto tráfico, toda la gente tiene prisa, aquella que va en movilidad y la que camina. Los vehículos de transporte público se disputan pasajeros, pero aquellos que no los demoren, aquellos que den un salto rápido, se sienten y les permitan continuar ágilmente la rutina. Una invidente no es candidata para esto. A medida que pasan los minutos la niña lleva a la mujer cada vez más hacia el centro de la calle, igual: con el brazo extendido y el rostro apoyado en el hombro, orientado hacia el tráfico que la alcanza y la rebasa sin tomarla en cuenta. En determinado momento el movimiento de vehículos se complica, la mujer está obstaculizando el libre flujo.
Pero la destreza de los conductores, acostumbrados a todos los percances que la vía pública interpone cada día, les permite superar “el obstáculo” y que el tráfico siga fluyendo, sorteando a una mujer ciega que lleva muchos minutos pidiendo que alguien se detenga para transportarla. Finalmente un peatón ve la situación de riesgo en que se encuentra la mujer, se acerca a ella y la conduce hasta el refugio de la acera donde se inició todo. Algo le dice en voz baja, con rostro severo, luego da alguna recomendación también a la niña y se va. Ha “cumplido” su responsabilidad ciudadana: ha evitado que atropellen a una pobre mujer y seguramente ha contribuido también a que se agilice el tráfico de vehículos. Lo único que no ha hecho y por lo único que se hubiera preciado su participación es ayudar a la mujer a conseguir transporte. La mujer ciega queda parada en la esquina y vuelve a levantar el brazo. Aferrada ella a un bastón que no le sirve de nada y aferrada a ella una niña pequeña que está entendiendo la vida de una forma muy dolorosa.
Que difíciles, tristes y dramáticas pueden ser las cosas. Cuánta razón en que personas como ésta mujer le griten al mundo su frustración y su pena, su demanda, su reclamo. Cuan entendible que levante los ojos inermes al cielo y grite su Queja desde el fondo del alma.
Pero este tipo de personas no se queja. ¡Casi nunca lo hace!
No se queja por muchos motivos, pero son DOS los principales: en primer lugar, la Queja repetida se consume a sí misma y no sirve de nada, en segundo lugar la Queja es un instrumento de los débiles, y estas son de las personas más fuertes que existen.
¿Cómo estamos el resto de nosotros?
¿Funcionas en términos de la Queja? ¿La gente no te presta atención si no te quejas?
¿Sabes porque sucede eso? Porque los acostumbraste a ello. Eres una persona que está recibiendo aquello que busca: ante la Queja, respuesta; sin Queja, nada.
¿Ya tienes desgastado el “botón del volumen” que le das a la Queja?, ¿es necesario subir cada vez más su énfasis para obtener atención?
Esto es porque entraste en el espiral natural de la Queja. Con ella sucede lo mismo que con todas las cosas que tienen mucho uso o existen en abundancia: bajan su Valor. En tanto más te quejes, menos valor tiene tu Queja, incluso aquella que puede “justificarse”.
Con la persona que hace de la Queja una forma habitual de comportamiento sucede lo mismo que con el pastorcito mentiroso, en cuya boca lo cierto se hacía dudoso. Así, cuando la Queja “se justifica” la respuesta de los demás es la misma de siempre, y con ello la Queja se desvanece y se vuelve inútil.
La Queja “sin dolor” es uno de los desatinos más importantes del hombre. Con ella se anula el “fusible” que protege el circuito, porque la Queja es estrictamente eso: un “fusible” que salta cuando se “sobrecarga” el sistema. El ser humano no es una piedra y por ello puede padecer dolor de muchos tipos. Para ello existe la Queja, para representar ése dolor y obtener ayuda. La Queja “sin dolor” es un atentado artero a la propia salvaguarda.
¿Sabes por qué te quejas “sin dolor”?, porque el umbral que tienes para soportar las cosas difíciles que presenta la vida es muy reducido, o porque te agrada “ésa” cálida sensación de compañía y solidaridad que acompaña la atención de la Queja. Si es lo primero es una señal de debilidad, si es lo segundo es una señal de cobardía. En el primer caso tienes una deuda que debes salvar contigo mismo, en el segundo una deuda con los demás.
Ser débil no constituye una falta con nadie, pero aprovechar sin justificación el cariño, la atención y la consideración de otros activando una Queja sin fundamentos, es una manera de “succionar” la energía ajena para beneficio propio, y esto es atentar contra el bienestar de quienes se interesan por uno.
Hay muchas cosas que el hombre que se Queja por debilidad y de manera inconsciente debe saber:
Estoy seguro que si eres una de ésas personas a la que la vida le ha dado pruebas muy duras, no eres de aquellos que te quejas. Si por otra parte la Queja forma parte activa de tu existencia no estás preparado para enfrentar las pruebas de genuino rigor.
Piensa por un momento en una mujer ciega que debe pasar un tiempo interminable en la esquina de cualquier ciudad para tomar un vehículo público que la transporte. Piensa en el drama que le representa tener de lazarillo a una niña muy pequeña (posiblemente su hija). Imagina el dolor que siente entendiendo que poca gente se molestará en ayudarla. Visualiza su vida. Luego ponte a pensar que ésa mujer no se Queja de su condición, simplemente porque se encuentra en la zona donde la Queja no le sirve para nada. Finalmente mira tu vida y saca una conclusión. Posiblemente te encuentres en situación de cambiar la Queja por un enorme agradecimiento.
Nos cansamos de repetir la manida frase de “estaba preocupado por no tener zapatos hasta que vi a un hombre que no tenía pies”, pero en honor de la verdad pocas veces llegamos a internalizar completamente la situación de los que sufren en serio, de aquellos que tienen todo el justificativo de quejarse con dolor pero que finalmente NO LO HACEN, y le arrancan con coraje a la vida aquello que ésta se ha negado a concederles.
Desconozco si aquella mujer finalmente consiguió que algún vehículo se detenga para transportarla, pero si así lo hizo y regresó al día siguiente para hacerlo de nuevo, estoy seguro que tú y yo podemos alcanzar todo aquello que nos propongamos.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.
Es autor de los libros “El STRATEGOS y 23 Principios Estratégicos para la lucha en el Mercado. Aclaraciones indispensables de los conceptos de Estrategia, Negocio y Competencia”.
WEB: www.elstrategos.com
Facebook: Carlos Nava Condarco – El Strategos
Twitter: @NavaCondarco
Fuente https://www.emprendices.co/anatomia-la-queja-nuestra-dia
[…] https://www.grandespymes.com.ar/2016/04/02/anatomia-de-la-queja-nuestra-de-cada-dia/ […]