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Líderazgo, Integridad y Dignidad

Por Alberto Levy

Mi trabajo de todos los días está dedicado a los líderes y a los que quieren llegar a serlo. Esto me obliga a tener que aclarar qué entiendo por líder. Muchos especialistas presentan al líder como un personaje misterioso, medio genio y medio mago. Nada más alejado de la realidad.

El líder es una persona común que se distingue de las demás solamente porque busca sistemáticamente lograr una misión, la innovación estratégica, operacional y táctica para alcanzar esa misión en un mundo cada vez más volátil, incierto, complejo y ambiguo, entusiasma a la gente individual y grupalmente para conseguirla y, a través del ejemplo, trabaja fuerte para ponerla en práctica. Busca el cambio, lo anticipa y lo aprovecha como una oportunidad. Pero también busca lo que debe ser a toda costa conservado y lo proteje, lo potencia y lo cuida.

Sabe que alguien tiene que hacer preguntas que ya no se preguntan, así como preguntas que jamás se preguntaron. Y preguntas que nunca se pudieron preguntar. Su foco de interés es la capacidad de detección y de corrección de errores y la calidad de la información. Sabe que la empresa (cluster, ciudad) debe ser estructurada como un sistema de aprendizaje, porque esta es la forma de detectar y corregir errores. Que lo que se busca es un sistema de “mente grupal”, de inteligencia colectiva racional y emocional.

Sabe que las soluciones nunca son definitivas. Que no hay nada más problemático que una decisión, porque muchos de nuestros principales problemas fueron creados por nuestras propias soluciones. Que el aprendizaje grupal es continuo.

Sabe que puede otorgarle un cargo a un gerente, pero que la afirmación le viene a ese gerente desde abajo. Que el desarrollo de la organización se genera cuando los pioneros se encuentran con los logradores y cuando las ideas se transforman en impactos.

Que la cultura apropiada de la organización se crea cuando ellos mismos, por ser líderes, establecen “puntos focales” por su propio ejemplo. Que las reglas culturales brotan como hierba en un jardín y que su responsabilidad es que en lugar de yuyos broten plantas. Que la cultura orientada hacia el logro de la misión se transforma en mística. Que, entonces, la cultura y el liderazgo son las dos caras de la misma moneda.

Una persona así sabe cuándo tiene que fomentar el cambio. Se da cuenta sola. Decirle “Señor ejecutivo, usted tiene que cambiar” es un enfoque equivocado. Él es parte del movimiento.

Comprende que la era del conocimiento reemplazó a la de la energía y realmente sabe que esto implica transformaciones en la empresa. Lo siente en el corazón y en el estómago. Lo cree, no sólo lo dice. Que las primera y más importantes transformaciones deben ser en la forma de razonar y en la forma de sentir. Entonces, es un líder porque es creativo. Porque ve cosas que los demás no pueden ver. Y antes que los demás las vean. Porque toma riesgos. Pero riesgos aceptables por esa cultura. Porque es obsesivamente tenaz. Porque sabe qué debe cambiar. Y porque sabe qué no debe cambiar jamás en la organización que comanda.

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Sabe que ser líder es personificar una misión. Que esto significa que todos están tratando de hacer cosas, en lugar de no hacer cosas (porque la mejor forma de que nada salga mal es no hacer nada).

Sabe que para lograr excelencia la gente necesita respeto, herramientas, y entusiasmo, y que el trabajo del líder es conseguirles las tres cosas. Que toda persona nos está mandando continuamente un mensaje que dice “Haceme sentir importante”. Sabe que tiene que conseguir que la gente esté orgullosa de trabajar con él y que lo toman como ejemplo como profesional y como ser humano. Que la clave de la motivación es que esa gente sienta que tiene el poder para hacer lo que uno le pidió que hiciera, que nadie está bloqueado en su creatividad e innovación. Porque la innovación proviene del conocimiento, la experiencia y la autoconfianza, y todos tendemos a apoyar aquello que ayudamos a crear. Esto es Mística.

Que cuando ese grupo logra el primer éxito, es como cuando un lobo prueba su primer bocado de oveja. Ahí, ese grupo despega, con la excitación del sentimiento del éxito no sólo actúa diferente, sino que hasta habla diferente. Pero que para ello, el primero que tiene que tener entusiasmo es él mismo. Que si no lo tiene, se tiene que autoengañar hasta tenerlo. Porque nadie escucha lo que uno dice sin mirar lo que uno hace. Esto es capacidad de Maniobra.

Pero también sabe que todo esto no sirve para el que vive lamentándose que el ayer no duró un poquito más. Que los dinosaurios no se daban cuenta del cambio. Que lo peor que le puede pasar al hombre es quedar aterrorizado por la incertidumbre. Que la incertidumbre es, en cambio, una invitación a la innovación y a la creatividad. Que muchas empresas tienen tendencias suicidas. Que muchos problemas son evitables, sólo que la víctima parece ser la última en enterarse. Porque la mejor forma de asegurar el fracaso es creer que uno conoce la figura completa. Que el futuro será sólo una proyección del ayer.

Todo negocio cambia todos los días. Los empresarios exitosos son los que aprendieron a reconocer esos cambios anticipadamente. La Alta Dirección tiene el futuro de la empresa en sus manos. No es la ley de probabilidades la que va a determinar qué le va a pasar a la empresa, sino lo que haga o deje de hacer la Alta Dirección. Lamentablemente, todas las medidas de desempeño que toman las empresas tienen que ver con evaluaciones del desempeño pasado. Nunca con lo que la empresa y su gente están haciendo para mañana.

El líder sabe que las grandes empresas que desaparecieron, fracasaron porque no supieron anticipar el cambio. El desacople entre la empresa y su entorno. Pero que otras lo manejan. Esto es Empuje. Manejar el cambio es considerar el empuje de la ruptura como parte de la rutina. El líder es un maestro de la ruptura. De la renovación. Tanto incremental como radical y disruptiva. Su principio fundamental es “Tiene que haber una manera mejor”, la información es su principal ventaja estratégica, la plasticidad es su arma más preciada y la gente es su activo más cuidado. Sabe que no hay que estar enfermo para querer estar mejor. Sabe que las preguntas más importantes son ¿Por qué? y ¿Para qué?.

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El líder se considera a sí mismo como “gente en proceso”, como alguien que está para siempre evolucionando, superándose y cambiando. Jamás se considera como un producto terminado. Está en transformación y transformando a su gente para que lo supere. Lo antes posible. Lo máximo posible.

Sabe que la única forma de evitar la arena movediza es pensar “cómo va a ser el piso que va a pisar mi pie que está en el aire”. Que si uno analiza una empresa vulnerada, mirándola por el espejo retrovisor, se da cuenta que la mayoría de los problemas ya existían desde mucho tiempo atrás. Que la mayoría de los problemas pudieron ser prevenidos. Que son cosas que nos pasan todos los días, pero no hacemos nada para evitarlas. Que la palabra clave es prevención. Que en la era del conocimiento, la mentalidad de la gente es el motor de cualquier empresa. Y entonces el conocimiento se transforma en sabiduría.

Para ello, el líder crea el clima de crecimiento personal, de estímulo intelectual, actúa como consejero, como entrenador. El verdadero liderazgo no es dar órdenes. Es ayudar a la gente a desarrollarse, es proponer valores trascendentes. La gente quiere dinero. Pero también quiere respeto, auto-respeto, crecimiento personal, aprecio y sentido de pertenencia. Entonces, hace que cada uno sea un agente de cambio, no una víctima del cambio. Comunica a la gente todo lo posible, lo antes posible. No informa, comunica, que la comunicación es interacción de ida y vuelta en base a conversaciones poderosas. Sabe que a la gente no le importa cuánto uno sabe, hasta que sabe cuánto a uno le importa.

Que un buen gerente puede hablar de excelencia, pero sólo lidera por el ejemplo, porque hay tres formas de ser líder: 1. Por el ejemplo. 2. Por el ejemplo. 3. Por el ejemplo.

Como señalara Ackoff, crecer es aumentar en tamaño, desarrollarse, en cambio, es aumentar en habilidad. Un cementerio crece pero no se desarrolla. Un artista se desarrolla pero no crece. El desarrollo es el resultado de aprender, no de ganar. Tiene menos que ver con lo que uno tiene, que con lo que uno sabe hacer con lo que tiene. Así, Robinson Crusoe es mejor ejemplo de desarrollo que Bill Gates. Esto quiere decir que el desarrollo de la empresa sólo es posible por el desarrollo individual y grupal de la gente. Y esto es pelear por lo mejor. No importa lo que uno haga. La gerencia es un problema serio. Hacerlo bien requiere un increíble compromiso, un sentido de urgencia, un amor por la empresa, por sus productos, por el cliente y, para ello y antes que nada, por la gente con la que uno trabaja todos los días.

No sé si esto que defendí toda mi vida va a servir para siempre. Pero sí sé que hubiera impedido muchos problemas empresarios que vi en los últimos treinta años en muchas empresas. No me gusta pensar por los gerentes. Me gusta pensar con los gerentes. Particularmente con los líderes, que son los que piensan por sí mismos, sea cual fuera su nivel jerárquico.

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Lamentablemente, muchas empresas en América Latina han sufrido en las últimas décadas largos y profundos períodos de declinación. En muchos casos esto fue el resultado del impacto de la situación general de un país -homicidio de empresas- y, en muchos otros, a esto se le sumó un nivel bajo de desempeño gerencial -suicidio empresario-.

ATENCION: Haga un balance sincero para determinar si su organización es un escuela de líderes y de seguidores que piensan y hacen o sólo de jefes y de subordinados que sólo son valorados por cuánto hacen y no por cómo piensan y por cómo hacen.

En definitiva, el líder sabe que lo que debe mover a las empresas son los sueños, en lugar de la desesperación. Muchos gerentes son inefectivos porque están orientados a evitar el fracaso, en lugar de estar orientados a lograr el éxito. Entonces podrán tener autoridad, pero no liderazgo, que es una cosa completamente distinta. El líder sabe que siempre hay mil razones para no hacer algo. Que sólo aprendemos cuando nos equivocamos. Pero también sabe que lo malo es que muchas veces no descubrimos que estamos equivocados. Que el peor enemigo del hombre es la incapacidad de autocrítica. Que esta es la enfermedad de los idiotas, que les permite mantener intacta la mente, pero vacía. Que la arrogancia es el vicio principal de los débiles y que se manifiesta en la creencia de su propia infalibilidad.

Que, como digo siempre, los valores absolutos, trascendentes, son cualidades del alma como el Amor, La Justicia, la Compasión, la Perseverancia, la Humildad, la Solidaridad, la Nobleza, que es Integridad y Dignidad. El líder y sus segundos están obligados a proteger la Dignidad humana. Todo ser humano tiene valor, más allá de su origen, de su religión, de su nacionalidad, de su género, de su status o de su posición.

Si sos así, un verdadero líder, hoy tenés que decidir qué otro ayer querés mañana.

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