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Objetivos frágiles: Qué son y cómo evitarlos

por José Miguel Bolívar

Dicen que el 25 por ciento de la gente que se hace propósitos para el año nuevo los abandona al cabo de una semana. Yo no sé hasta qué punto esas cifras son ciertas pero lo que sí tengo claro es que el porcentaje de gente que acaba cumpliendo sus propósitos de año nuevo es ridículo. ¿Por qué? ¿Tenemos un problema generalizado de falta de compromiso o es que nos gusta mentirnos compulsivamente? La realidad es mucho más sencilla: nos proponemos objetivos frágiles y las cosas frágiles se rompen «a la mínima».

Si nos fijamos en su naturaleza, los objetivos pueden ser de dos tipos: de valor o de rango.

Los objetivos de valor son objetivos binarios, es decir, solo admiten dos valores para decidir si se han conseguido: sí o no, sin dejar opción a subjetividades. Por ejemplo, si tu objetivo es cambiar de empresa, entonces se trata de un objetivo de valor ya que, o has cambiado, o no has cambiado. El objetivo de cambiar de empresa es binario porque solo admite esos dos valores únicos: «me he cambiado de empresa» y «no me he cambiado de empresa», de modo que la opción «casi me he cambiado de empresa» no sirve como una aproximación válida a «me he cambiado de empresa».

Los objetivos de rango admiten mútiples valores para decidir si se han conseguido o no, lo que deja amplio espacio para las subjetividades. Por ejemplo, si tu objetivo es hacer deporte, existe un amplio abanico de combinaciones que podrían corresponder a la consecución del objetivo, del mismo modo que existe un amplio abanico de opciones que podrían corresponder a la no consecución del objetivo.

El problema aparece cuando nos empeñamos en cambiar la realidad a nuestro antojo. En concreto, cuando intentamos convertir un objetivo de rango en un objetivo de valor lo que obtenemos es un objetivo frágil.

Los objetivos de valor no están sujetos a subjetividades. Son como son, al margen de nuestra interpretación o de nuestros deseos. Por eso son útiles, porque son reales. Sin embargo, los objetivos de rango están por entero sujetos a subjetividades, por lo que lo inteligente es aprovechar esta característica para definirlos de la manera que ayude a conseguirlos de la manera más efectiva posible.

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El error habitual es hacer precisamente lo contrario: ignorar que se trata de objetivos «subjetivos» e intentar convertirlos en «objetivos». Al hacerlo, no solo estamos engañándonos, sino que estamos poniéndonos más difícil su consecución. Los objetivos que intentamos «objetivizar» son poco útiles porque esa supuesta «objetivización» es en realidad falsa.

Una de las principales funciones de los objetivos es servir como elemento de motivación y guía. Cuando nuestro cerebro no tiene claro dónde está la línea de llegada, por lo general se siente poco animado a comenzar la marcha. Contar con un objetivo bien definido ayuda a empezar y también ayuda a mantener la intensidad y el enfoque.

Ahora bien, si el objetivo es frágil, su utilidad será breve. Por eso, cuando hablamos de objetivos de rango, lo inteligente es trabajar con objetivos elásticos. Los objetivos elásticos incorporan ciertas «holguras» que les permiten ser mucho más duraderos – y por tanto mucho más útiles – que los objetivos frágiles.

Retomemos por ejemplo el objetivo de hacer deporte. La mayoría de las personas se plantearía un objetivo de valor, por ejemplo, ir «X» días al gimnasio o salir a correr «Y» días a la semana. Ahora bien, ¿qué pasa la primera semana que dejas de ir «X» días al gimnasio o de salir a correr «Y» días? ¡Exacto! Que el objetivo se ha roto. Ya no mola. Aunque la semana siguiente vuelvas a ir «X» días al gimnasio o salgas a correr «Y» días, ya no es igual. Por eso los buenos propósitos duran lo que duran.

Veamos ahora cómo sería la opción inteligente a la hora de fijar este tipo de objetivos. Como «hacer deporte» es un objetivo de rango, deja espacio a la subjetividad, ya que «hacer deporte» puede tener un significado distinto para cada persona. La forma de plantearnos un «objetivo elástico» sería la siguiente:

  1. Establecer un valor subjetivo de inicio que refleje la situación actual. Por ejemplo, en una escala de 1 a 10, ¿dónde estarías hoy en cuanto a «hacer deporte»? Imaginemos que dices «en un 2». Ya tienes el punto de partida.
  2. Establecer un periodo aproximado dentro del cual te gustaría haber alcanzado tu objetivo. Es preferible que sea también un periodo elástico, como por ejemplo, «en 3 o 4 meses».
  3. Establecer un valor subjetivo de referencia que te gustaría alcanzar al final del periodo que acabas de establecer. Por ejemplo, en esa misma escala, ¿dónde te gustaría estar en cuanto a «hacer deporte» dentro de esos 3 o 4 meses?. Imaginemos que dices «en un 5». Pues ya tienes el punto de llegada.
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Gracias al ejercicio que acabamos de hacer, ahora tienes un objetivo elástico que es «pasar en 3 o 4 meses de un 2 a un 5 en cuanto a «hacer deporte»». La ventaja es que este objetivo no se va a romper porque una semana estés de viaje o con gripe y no puedas hacer deporte. Así que, como es elástico, si realmente existe compromiso por tu parte, lo conseguirás.

Yo hace muchos años que sustituí los objetivos frágiles por objetivos elásticos y, al menos en mi caso, los resultados que he podido ir consiguiendo han sido incomparablemente mejores a los que conseguía antes. Además, los objetivos elásticos son uno de los elementos característicos de la metodología OPTIMA3®. ¿Te animas tú a probar este nuevo tipo de objetivos?

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