por David Herrera
Si analizásemos apenas algunos casos de empresas exitosas y empresas no exitosas, seguramente encontraríamos estrecha relación entre ese conjunto de hábitos, prácticas, pensamientos, ideologías, miedos, mitos, costumbres y demás elementos componentes de lo que se denomina: Cultura Organizacional; y el factor productividad, que es clave para alcanzar la competitividad, sinónimo de éxito a nivel organizacional. Partiendo de este punto entonces, podemos afirmar que la cultura es un factor de suma relevancia para una organización, opere en el mercado que opere, puesto que, el recurso más valioso de una empresa es su capital humano y la cultura es la expresión más visible de éste en su conjunto.
Una definición de cultura organizacional podría ser: “Conjunto de valores, creencias, códigos y demás elementos que otorgan identidad a una empresa y se transmiten al consumidor, convirtiéndole en parte de la misma; al tiempo que la conducen hacia sus objetivos, tanto de grupo como a nivel individual”. Sin embargo las interpretaciones de este concepto son variadas, por lo que existen muchas tesis al respecto, que es posible considerar válidas por el enorme aporte que representan al logro de una visión holística del término.
A pesar de lo positivas que se tornan las palabras alrededor del tema en mención, cabe aclarar que existen culturas organizacionales que no contribuyen mucho al avance de una empresa o a su sostenimiento dentro del escenario industrial; dado que, al no poderse hablar de la inexistencia de una cultura organizacional –puesto que ello solo significaría la ausencia de personas-, debemos necesariamente referirnos a culturas organizacionales constructivas o destructivas. Un ejemplo de cultura organizacional constructiva puede ser tomado del modelo japonés, caracterizado por la actitud de sus miembros orientada siempre al beneficio grupal y no individual, cuyos resultados precisamente han sido el posicionamiento de sus grupos (empresas) dentro de lo más alto de los escalafones. En contraste, algunos modelos –latinoamericanos en su mayoría- desafortunadamente no ofrecen a la empresa lo que aquellos con sentido de pertenencia por las mismas desearían. Miembros con dificultad para trabajar en equipo, intereses netamente individuales, desconfianza entre compañeros, quejas constantes, indisposición constante para realizar trabajos, inactividad, desaprovechamiento de los recursos, entre muchos otros factores no conducen a otra estación sino a la que se adorna con un enorme poster de título: FRACASO.
Siendo ya conscientes de esto, la pregunta que inmediatamente surge es ¿Cómo lograr crear una cultura organizacional que contribuya al crecimiento de los niveles de productividad en la empresa? La respuesta no es para nada compleja y la sintetizaré en los siguientes tres tópicos:
El acatamiento de los presentes consejos aumentará la probabilidad de que las empresas se hagan sostenibles en el tiempo y no colapsen ante el primer obstáculo que se les presente en el camino. La unión hace la fuerza, dicen por ahí, y en el universo empresarial ésta, claramente representada por la cultura organizacional, se convierte en un imperativo para no ser devorado, destruido o vencido.