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Compulsión por el desempeño: Exceso de trabajo y pocos resultados

por Luis E. Romero

Vivimos en una sociedad hiper-competitiva en la que es difícil encontrar un balance entre la vida personal y el trabajo. Las aspiraciones personales, combinadas con el miedo a quedarse atrás, llevan a muchas personas a trabajar en exceso. Sin embargo, aunque parezca contra-intuitivo, el exceso de trabajo suele generar resultados opuestos a los deseados. A este fenómeno lo he llamado síndrome de compulsión por el desempeño. Cuando las personas sufren de este síndrome, sus vidas se consumen en el cumplimiento de una serie agobiante de obligaciones con poco beneficio personal y profesional.

El síndrome de compulsión por el desempeño puede definirse como el impulso de trabajar durante largas horas, día tras día, teniendo como único límite el cansancio mental, emocional y físico. Este síndrome genera la creencia de que cualquier descanso es igual a negligencia o debilidad.

Causas: Culpa y vanidad

La compulsión por el desempeño suele desarrollarse sobre uno de dos rasgos básicos de personalidad: la culpa o la vanidad.

Aquellos movidos por la culpa se sienten irresponsables si no se avocan por completo al trabajo. Consideran que la única forma de no fracasar es llevando su mente, corazón y cuerpo al límite de sus facultades. Para este tipo de personas, sentirse culpable de un fracaso es uno de los sentimientos más perturbadores, por lo que son capaces de maltratarse a sí mismos con tal de evitarlo.

Aquellos movidos por la vanidad ven el trabajo como el vehículo ideal para destacarse, distinguirse y sobresalir. La vanidad les impulsa a ser los mejores a toda costa. Cuando la vanidad no viene regulada por un código de ética, estos individuos se interesan sólo en aparentar ser los mejores, por lo que tienden a transformarse en estafadores, manipuladores y elementos de máximo peligro para los demás. Sin embargo, cuando la vanidad sí viene regulada por un código de ética, estos individuos tienden a trabajar con la máxima dedicación con el fin de demostrar que son los mejores.

En ambos casos, el individuo vive para trabajar en vez de trabajar para vivir. La persona, teniendo una visión distorsionada de la realidad, transforma el trabajo en un castigo del que no se puede escapar. Aunque logren sus objetivos, estas personas desean, en el fondo de su alma, que la vida fuese distinta.

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Consecuencia: Fracaso

Ya sea por culpa o vanidad, los objetivos suelen lograrse a un altísimo costo emocional y físico. De hecho, cuando el síndrome alcanza niveles de neurosis, se manifiesta la máxima ironía en la que la compulsión por el desempeño sólo causa el fracaso. El exceso de trabajo, la falta de descanso, la acumulación de estrés y la falta de oxigenación creativa generan conductas erráticas que inevitablemente se traducen en errores, a veces irreparables.

El síndrome en cuestión hace imposible dedicarle tiempo a la solución de problemas complejos. A las personas aquejadas por este síndrome se les dificulta hacer las pausas necesarias para observar los problemas desde afuera, analizarlos con calma y buscar los recursos necesarios para solucionarlos definitivamente. Por lo tanto, tratan de solucionar problemas complejos sobre la marcha mientras continúan ejecutando sus labores diarias. Esto les resta perspectiva y profundidad en el entendimiento de los problemas, lo que los lleva a aplicar soluciones equivocadas. Como resultado, los problemas empeoran y se acumulan hasta hacerse irremediables.

Adicionalmente, el síndrome de compulsión por el desempeño hace que el aprendizaje se limite a cuestiones operativas y minucias diarias,  nublando el entendimiento de lo estratégico. Con esta dolencia, se hace prácticamente imposible evitar el fracaso en el largo plazo.

Finalmente, el síndrome en cuestión afecta negativamente las relaciones familiares del individuo, alimentando así un sentimiento de soledad y desorientación que ultimadamente sofoca el alma y genera infelicidad.

La otra cara de la moneda: La mediocridad

Al igual que todo patrón de comportamiento, el síndrome de compulsión por el desempeño tiene su antítesis. En medio de una sociedad hiper-competitiva, existe otro grupo de personas que decide evadir las exigencias de la compulsión por el desempeño y seguir el camino de la mediocridad.

Al no querer ser esclavos del trabajo extremo, algunos deciden tomar el camino fácil de la ley del mínimo esfuerzo y adoptar una actitud conformista. Hacen esto bajo la creencia falsa de que se están evitando problemas innecesarios. Sin embargo, no hay nada más lejos de la verdad. Mientras la compulsión por el desempeño impide la identificación y solución de problemas complejos, la mediocridad los causa y, por supuesto, no los soluciona. En este sentido, la mediocridad es, a todas luces, peor que la compulsión por el desempeño.

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Como podemos ver, la compulsión por el desempeño y la mediocridad son extremos opuestos de un mismo espectro. Sin embargo, en el centro, yace una formula sostenible que utiliza el trabajo como vehículo de dignificación del alma, crecimiento intelectual, enriquecimiento económico y contribución social, al tiempo que permite atender otras áreas de la vida.

El trabajo no lo hizo Dios como castigo. El trabajo es un elemento extraordinario, enriquecedor e inevitable de la vida. El trabajo permite expandir nuestras facultades en diversas áreas del quehacer humano. Y, si lo vivimos con balance y sabiduría, el trabajo nos permite ser mejores padres, esposos, hijos, amigos y ciudadanos. Aquel que no trabaja se queja por oficio y exige sin moral. Aquel que trabaja demasiado puede llegar a perder su identidad y sentido del disfrute, por lo que puede terminar quejándose de la vida misma.

La clave está en el balance

La clave está en encontrar un balance: trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Para ello, es fundamental encontrar una pasión personal que pueda satisfacerse mediante el ejercicio de alguna actividad económica. De esta forma, ni la culpa ni la vanidad serán el combustible de nuestras acciones. El combustible será la búsqueda de una realización personal que también procure bienestar económico.

Hay personas, es importante acotar, que viven su pasión con tal intensidad que parecen padecer del síndrome de compulsión por el desempeño. Sin embargo, si dichas personas también disfrutan de su familia y se complementan con otras actividades, podemos decir que no sufren del síndrome. Todo lo contrario. Podemos decir que han descubierto la felicidad.

¿Qué opinas?

¿Qué representa el trabajo para ti? ¿Alguna vez te has sentido sofocado por el trabajo, no tanto por lo la naturaleza del mismo sino por la manera como lo abordas? ¿Cómo experimentas la diferencia entre la excelencia y la mediocridad? ¿Hay alguna actividad, profesión u oficio que te apasione?

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