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Steve Jobs: Las lecciones de un visionario

Aclamado y seguido como a una estrella del pop, Steve Jobs ha pasado a la Historia como un emprendedor legendario.

¿Qué tenía Steve Jobs que lo hacía único entre los ejecutivos del planeta? ¿Sería ese aire de progre despistado y en vaqueros, su habilidad para crear una masa de seguidores capaz de hacer palidecer de envidia a las estrellas del pop, la pasión despertada por sus productos en millones de consumidores, lo novelesco de su carrera o el haber sido el padre de la llamada ‘revolución de la movilidad’? Tenía todo eso y todavía mucho más, lo que explica que el fallecimiento del fundador de Apple, el 5 de octubre de 2011, haya desatado una conmoción global, totalmente inédita en un empresario.

Ha sido una ola de reacciones apabullante. Diez mil tweets por segundo en Twitter, millones de descargas de vídeos de Steve al día en YouTube, una intensa emoción entre sus seguidores, poesías, rememoraciones, ditirambos… Uno de esos millones de fans del que ya han calificado como el mayor de los visionarios incluía la manzana de Jobs (Apple) “como una de las tres que han cambiado al mundo; la primera sedujo a Eva, la segunda le cayó a Newton y la tercera se la trajo Steve Jobs.

¿Está justificada esa comparación? “Yo creo que sí”, asegura Ricardo Pérez, profesor de Sistemas, Tecnología de la Información y Estrategia de IE Business School. “A fin de cuentas fue el creador de la convergencia digital entre los ordenadores, las telecomunicaciones e industrias del ocio como la música”, añade. Otro experto, Sixto Arias, un emprendedor tecnológico que  dirige empresas como Mediaton, va más lejos y apunta que “el impacto de Jobs está por ver. Sus productos, que suponen una nueva forma de usar Internet, tendrán unos efectos asombrosos, sobre todo, en el Tercer Mundo, donde fomentarán la libertad de expresión y el comercio”.

Jobs estaba dotado de una versatilidad que le hizo destacar en una serie de áreas. Sacó aApple de su casi segura desaparición tras su regreso en 1997 para convertirla en la mayor compañía de EE UU en bolsa, con un modelo corporativo heterodoxo que parecía ir a la contra de lo que se estila en Wall Street: centrado no en el corto sino en el muy largo plazo. Una figura  que ha dejabo un buen número de lecciones  a los emprendedores. Veamos algunas de ellas.

Crear una marca de culto

Los productos Apple eran mucho más que meros objetos de consumo. Son productos convertidos en iconos que forman parte de un universo de experiencias en torno a una marca de culto.

Jobs fue capaz de idear unos productos “imposibles” (según sus ingenieros), que alteraron el modo de utilizar Internet a través del móvil. Unos productos que, en sus líneas básicas, ya existían pero que él rediseño y vendió con una habilidad inigualable. Y que convirtió en auténticas obras fashion, que había que tener si no querías estar out. Sus insuficiencias tecnológicas tampoco fueron óbice para que hiciera sus propios desarrollos y aparezca como dueño de más de 300 registros en la Oficina de Patentes de su país.

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Cambiar hábitos y costumbres

Aún sabiendo que no fue un tecnólogo al uso (no era ingeniero), Mario Tascón, consultor en temas de Internet, sí reconoce que sus innovaciones producían efectos muy potentes. “Por ejemplo, los primeros Mac cambiaron drásticamente la forma de editar libros o revistas. Hubo un antes y un después”, señala Tascón.

Cultivar el carisma personal

Y por si lo anterior no bastara, fue todo un One man show, cuyas apariciones eran esperadas con expectación, generaban toneladas de reseñas y análisis y provocaban verdaderas riadas de gentío hacia las tiendas de todo el mundo.
En definitiva, Steve Jobs fue un emprendedor, (montó Apple con 21 años) que ha logrado convertirse aún en vida en toda una leyenda, hasta tal punto que muchos ya le atribuyen incluso logros que no le pertenecen como ocurre con todas las leyendas.

Buscar las convergencias

Como visionario, lo más grande que hizo Steve Jobs fue prever la actual revolución del Internet móvil y la convergencia entre las telecomunicaciones y la electrónica de consumo. Y prepararse para ella. Mientras los demás especulaban sobre cómo sería esa revolución, Jobs se encerraba con sus ingenieros a diseñar los productos que acabarían seduciendo al mercado y operando el cambio.

Jobs, que siempre decía que Apple “era una compañía de productos digitales, no informática”, buscaba, además, centrar la empresa en el mercado del ocio, un segmento apenas tocado. De ahí que una de sus primeras iniciativas fuera la creación de iTunes, la tienda de música, en el 2003. Además, tan pronto como el mercado apuntaba que habría una multiplicación de nuevos soportes digitales, Jobs quería que Apple se convirtiera en una especie de centro de operaciones para el uso de este tipo de equipos. Y así fue cómo ocurrió. La revolución que empezó en el 2001 con el lanzamiento del iPod, que recibió una respuesta entusiasta de los consumidores, pero solo dos años más tarde, con la fundación de iTunes, la tienda de música online de Apple, se empezó a ver lo que buscaba Jobs y lo que quería decir cuando hablaba de revolución digital-móvil.

La revolución se consolidaría en el 2007 con la llegada del iPhone y luego, en el 2010, del ya también súper famoso iPad, que acabó por sacudir el propio mercado del PC.

Igual que el iPod y el iPhone revolucionaron el modo de comunicarse, comprar y disfrutar de productos de ocio como la música, un sector que Jobs cambió de modo definitivo, enApple esperan que el iPad revolucione el libro y los medios de comunicación.

Todo en su momento justo

Todo esto lo hizo, además, Jobs en el momento preciso pues, de haberlo intentado lanzar cinco años antes, no hubiera funcionado. “Para que una innovación tenga éxito”, explica Mónica Deza, vicepresidenta de McCann Erikson, “es fundamental tener en cuenta el momento temporal en que ocurre. Hace años que existía la tecnología para hacer productos similares a las tabletas. Pero Steve Jobs sólo lanzó el iPad en 2010”.

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Liderar las épocas de cambio

Una de las primeras cosas que hizo Jobs al regresar a Apple en 1997 fue eliminar varios productos que la compañía tenía en proyecto: las cámaras QuickTake, las impresoras LaserWriter o los organizadores Newton, una decisión que en la casa nadie entendió. Jobs se quejaba entonces de que la empresa carecía de un posicionamiento claro y de que “había gente trabajando en 18 proyectos distintos, sin unidad de objetivos”. Y tenía ya su idea sobre el papel que iba a desempeñar en la nueva revolución móvil-digital. ¿Por qué perder tiempo con cámaras e impresoras cuando él tenía productos mucho más sofisticados en mente?

También a posteriori se entiende que su decisión de rejuvenecer los viejos Mac, tras su regreso en 1997, fue sólo un lance táctico para ganar tiempo, enfocado a mejorar rápidamente las ventas de una compañía que estaba, de hecho, al borde de la suspensión de pagos y que, además, nadie había querido comprar, y a subir la alicaída moral de la plantilla. De todos modos, fue un exitazo. El lanzamiento del iMac (con un monitor en brillantes colores y forma ovalada) en 1998 hizo subir rápidamente las ventas y provocó una subida de las acciones desde los ocho a los 32 dólares sólo en un año.

Un estilo de liderazgo particular

Es habitual que a Jobs se le coloque en la familia de los llamados ‘jefes terribles’, ese tipo de gente que acogota a sus subordinados. Se cuenta que no se cortaba a la hora de decirle a sus ejecutivos que lo estaban “haciendo todo mal” o que se enfadaba si le decían que algo era “imposible” y “no se podía hacer”. Tenía un carácter rudo. “Un amigo mío, director de una empresa tecnológica, encontró a Jobs comiendo en la cafetería de Apple y quiso hacerse una foto con él. Pero le contestó. Mire, esta es mi hora de comer, no me moleste“, cuenta José Antonio del Moral, experto en TIC y responsable de Alianzo.

Jefe duro y cercano
Consciente de las críticas, Jobs se defendía de las acusaciones de que era cruel, tiránico e irascible. Una vez dijo que “mi  trabajo no es llevarme bien con las personas sino conseguir que lo hagan cada vez mejor“. Solía explicar que “hay gente que no está habituada a trabajar en sitios donde se exige excelencia”. En una entrevista explicó que era imprescindible que fuera duro ya que, decía, “la  innovación no tiene nada que ver con el gasto en I+D. Cuando creamos el Mac, IBM gastaba 100 veces más en investigación. Se trata de buscar el liderazgo. Y eso exige mucho esfuerzo”.

Pero, la verdad, es que si era en efecto un jefe duro, también lo era cercano, una persona  capaz de hacerle una reprimenda a un colaborador, para luego discutir con él, ya más educadamente, las salidas a un problema. Pese a sus prontos, la gente le adoraba. Les encantaba trabajar con él aunque a veces les esperaban jornadas de 16 horas. Jobs sabía imbuirles de la transcendencia de lo que estaban haciendo, hacerles participes de una especie de patriotismo de empresa. Y la verdad es que todo ello funcionaba, pues la rotación era bastante pequeña en comparación con otras compañías. Pese a su egocentrismo e irritabilidad, primaba ante todo el tener un equipo motivado.

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Productos de fácil uso y estética irresistible

Es más probable es que la revolución no hubiera triunfado de no haberse preocupado Jobs de crear unos productos irresistibles, fáciles de usar, divertidos y elegantes en su estética minimalista (quizá producto de su adscripción al budismo zen), tanto que llegan a crear una relación emocional entre el usuario y el producto. Algo que el propio empresario había reconocido con frecuencia al subrayar, por ejemplo, que desarrollar tecnología de calidad es importante, pero más aún lo es un gran diseño y la facilidad de uso de los dispositivos. No extraña que, tras su muerte, hubiera mensajes como este. “Querido Steve, te doy las gracias por haber convertido el uso de la tecnología en un placer y no en un mal necesario”.

Nadie discute hoy día el grado de friendliness de los productos de Jobs. Los iPods, iPhones e iPads son aparatos geniales para escuchar música, ver vídeos, jugar y leer contenidos comprados, por ejemplo, en la tienda digital iTunes. Lo que no fue casual sino producto de un esfuerzo y un nivel de exigencia tan intensos que a veces provocaba la desesperación de sus colaboradores. Pero, no podría haber sido de otra manera ya que, según explica Ricardo Pérez, “Jobs siempre estuvo preocupado por la estética y la excelencia en una industria dominada por los ingenieros”. Se ha dicho de él que vivía permanentemente en un cruce entre la tecnología y las bellas artes. Y que, además, consideraba a sus devices como obra de arte. Cuando los mostraba a sus amigos más íntimos, antes de la presentación oficial, estaban cubiertos con una tela que levantaba, sonriente, esperando la admiración de la audiencia.

 Fuente: http://www.emprendedores.es/casos-de-exito/lecciones-steve-jobs

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