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Curvas peligrosas 

Un director reunió a sus gerentes y les dijo: “¡He analizado nuestra curva de crecimiento y este es nuestro mejor momento!” y, con voz grave, agregó: “…prepárense para cambios muy profundos.”

Todos se miraron extrañados. ¿Cambiar cuando estamos mejor que nunca? Qué incoherencia! ¿Acaso el director se había vuelto loco? En absoluto! Simplemente, era alguien que conocía los peligros de las curvas y cómo evitarlos…

La evolución de un sistema, cuando no es lineal, suele representarse a través de curvas. Por ejemplo, en biología se utiliza la “curva sigmoidea” para representar la evolución de un sistema vivo. Gráficamente, esta curva tiene la forma de una letra “S” inclinada a 45º.

Una organización es un sistema vivo, por lo que su evolución también puede representarse con una curva sigmoidea. Veamos cómo cada parte de la curva se corresponde con una etapa de la vida organizacional:

– En la base de la figura, se encuentra la Fase Introductoria, que corresponde al período donde se desarrolla una nueva habilidad, o se emprende una nueva actividad. Por lo general, ésta es una fase de experimentación, en la que las personas se sienten muy inseguras, ineficientes y temerosas.

– La pendiente ascendente de la curva representa la Fase de Crecimiento. En esta etapa, las personas vencieron la resistencia inicial a hacer algo nuevo, superaron los primeros obstáculos, tienen en claro el rumbo tomado y comienzan a desempeñarse cada vez mejor. Este es un período de gran energía y motivación, en el que se aprende a un ritmo acelerado, surgen muchas ideas
y se obtienen sucesivos logros.

– A medida que comienza a nivelarse la curva, se ingresa en la Fase de Maduración, que es una especie de meseta. En esta etapa existe más orden que en las anteriores, las reglas están más definidas y las personas ya tienen una rutina. Es una “zona de confort”, en la que se cosecha aquello que se ha sembrado durante la fase de crecimiento.

– Por último, la pendiente descendente corresponde a la Fase de Declinación. En esta última etapa, aquello que funcionó ya no funciona, el esfuerzo no rinde frutos, los recursos escasean y la energía y la motivación de las personas disminuyen notablemente.

Piense en su empresa, ¿en qué punto de la curva decidiría iniciar un cambio? La mayoría de las personas y organizaciones lo hacen en la fase de declinación, cuando sienten el “dolor” de no estar obteniendo los resultados buscados y el miedo de no lograr superar los problemas. Sin embargo, esperar una crisis o un problema para cambiar, puede ser peligroso…

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La fase de declinación es el peor momento para cambiar, porque es mucho más difícil hacer el esfuerzo implicado en todo cambio, cuando existen problemas evidentes, las personas están desmotivadas y con miedo y los líderes han perdido credibilidad.

El mejor momento para cambiar es la fase de crecimiento, en la que se cuenta con más recursos y energía para hacer el esfuerzo. Cambiar cuando las cosas van bien permite definir un nuevo curso hacia el futuro desde la fortaleza y no desde la debilidad, desde la iniciativa interna y no desde la presión externa.

Naturalmente, es muy difícil que una organización decida cambiar en esta etapa, cuando las cosas funcionan y se están logrando resultados. Por el contrario, la mayoría piensa que es un momento ideal para continuar haciendo las cosas del mismo modo. El problema con esta forma de pensar es que, si partimos de que todo sistema vivo atraviesa una curva sigmoidea, ninguno puede escapar a su natural evolución (introducción, crecimiento, maduración y declinación)… a menos que se cambie de curva!

Como no se puede evitar la declinación dentro de una misma curva, para prolongar su vida y sostener su crecimiento, una organización debe cambiar de curva a tiempo, es decir, iniciar una segunda curva. El momento más oportuno para hacerlo, es antes que la primera alcance su punto máximo, es decir, en la fase de crecimiento. Si, por el contrario, una organización se queda “reposando” en la fase de maduración de su curva inicial, disfrutando del éxito alcanzado y cómoda con el crecimiento logrado, inevitablemente sobrevendrá la fase de declinación y la caída.

La única forma de sostener el éxito de una organización, es apartándonos de la comodidad de los logros alcanzados y renovándonos permanentemente, aún cuando las cosas funcionan y no tenemos problemas. Para ello, debemos iniciar una nueva curva, mientras ascendemos en la primera. Esto nos asegura que siempre tendremos una línea de crecimiento. Desde luego, “movernos en dos curvas” exige un trabajo extra: debemos mantener viva la primera curva, hasta que la segunda logre establecerse; vivir y administrar la tensión y la transición que resultan de tener dos curvas operando simultáneamente; y asegurar un intercambio de recursos entre ambas curvas, especialmente para que la establecida “alimente” a aquella que se inicia, hasta que ésta última despegue.

La curva sigmoidea ilustra la paradoja que todo éxito encierra: continuidad vs. cambio. No podemos dejar de hacer aquello que nos trae éxito porque necesitamos recursos inmediatos, pero a la vez debemos hacer algo más, buscar otras fuentes de éxito, porque -más tarde o más temprano- la fórmula dejará de funcionar. Aquel director que comunicó a sus gerentes que estaban atravesando un excelente momento y que por eso debían enfrentar profundos cambios, entendió esta paradoja y supo que “estar en la cresta de la ola”… sólo es una oportunidad para subirse a una nueva!

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Cuando le preguntaron al químico Linus Pauling si quedaba algo por hacer después de ganar un Premio Nóbel, respondió: “Por supuesto: cambiar de disciplina!”
​Fuente

Club de la Efectividad – Fabián Mozzati Director

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