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Cumplir tus compromisos es cuestión de perspectiva

Por José Miguel Bolívar

En uno de los comentarios al post de hace un par de semanas, «Efectividad personal: Tu defensa contra las exigencias», David Barreda planteaba una serie de preguntas muy interesantes al respecto. Las preguntas en concreto eran:

  1. ¿No cumplimos nuestros compromisos porque «los olvidamos»?
  2. Un sistema de confianza externo, ¿nos hará personas más comprometidas?
  3. Cumplir un compromiso, ¿es una cuestión de perspectiva?

Aunque adelanté brevemente mis respuestas, creo que el tema da para un post completo, así que vamos con ello.

Por qué incumplimos nuestros compromisos

Las razones por las que incumplimos nuestros compromisos pueden ser muchas y muy variadas. De entre todas ellas, sin embargo, hay dos que destacan sobre todas las demás.

La primera de estas razones es la habitual confusión entre «intención», «compromiso» e «imposición». En general, y salvo excepciones, la mayoría de la gente desconoce qué significa realmente la palabra «compromiso».

Según la RAE, un compromiso es una «obligación contraída». Por una parte, esto significa que un «compromiso», al igual que una «imposición», es una obligación , es decir, algo que hay que hacer «obligatoriamente».

Sin embargo, a diferencia de la «imposición», un «compromiso» es algo que se asume voluntariamente, es decir, que no se puede obligar a nadie a que se comprometa a nada.

De todos modos, a mí me gusta mucho más la definición de compromiso de Francisco Alcaide que la de la RAE: «El compromiso es la determinación con nuestras metas; y la determinación implica absoluta incondicionalidad. El compromiso no admite excusas, solo resultados. La palabra compromiso significa dos cosas: hacer lo que haga falta el tiempo que haga falta».

Una «intención», por su parte, es la «voluntad firme de hacer algo», lo que conlleva un grado de autoexigencia notablemente menor que una «obligación contraída». Puede parecer sutil, pero en realidad la diferencia entre ambas es abismal.

En mi experiencia, la gran mayoría de los «compromisos» que la gente cree adquirir son en realidad «intenciones», y ya sabemos que: «de buenas intenciones está el infierno lleno».

La segunda de las razones tiene que ver con lo que David Allen llama «deshonestidad intelectual». Cualquier persona que alguna vez haya anotado un recordatorio de algo en una agenda o calendario lo ha hecho porque sabe que la mente no es lo suficientemente fiable como para estar segura de que va a acordarse de lo que quiere o tiene que hacer en el momento en que lo quiere o tiene que hacer, y por eso «externaliza» el recordatorio.

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A partir de ahí, el tema es sencillo. Si realmente existe un «compromiso», más allá de una mera «intención», la honestidad intelectual nos llevaría a gestionar el recordatorio asociado de tal forma que podamos asegurar que lo vamos a ver cuando lo necesitamos ver, haciendo «lo que haga falta» – como diría Alcaide – para evitar que se nos pase por alto. Si afirmamos tener el «compromiso» de hacer algo, pero no hacemos lo que está en nuestra mano para evitar que se nos olvide, ¿dónde está nuestra honestidad intelectual?

Curiosamente, la inmensa mayoría de las personas no utiliza nada más que su memoria para gestionar los recordatorios de sus «compromisos». Esto hace que diferenciar entre «compromisos» e «intenciones» sea por tanto muy sencillo. Si se ha hecho todo lo posible para que el compromiso se cumpla sin olvidos, es un compromiso; en caso contrario es una simple intención. Conviene por tanto tener muy presente lo que tus olvidos dicen de ti y que da igual lo que digas, porque eres lo que haces.

Luego, en resumen, los compromisos, si de verdad lo son, no se olvidan, porque se hace «lo que haga falta» para evitarlo. Sin embargo, las «intenciones» – que habitualmente confundimos con «compromisos» – sí se olvidan, ya que nuestra memoria a corto plazo es un sistema de gestión de recordatorios realmente incompetente.

El valor de un sistema externo y confiable de recordatorios

La respuesta a la segunda pregunta de David es sencilla: No. Un sistema de confianza externo para gestionar nuestros recordatorios no nos va a hacer personas más comprometidas, pero sí mucho más fiables.

Los compromisos reales no se olvidan. Esto se explica porque sus recordatorios los gestiona la «memoria a largo plazo», una memoria que utiliza emociones para fijar recuerdos. Cuando algo te importa, te gusta, te preocupa y, en general, despierta algún tipo de emoción en ti, el recordatorio asociado es gestionado por esta memoria a largo plazo de gran capacidad, y no se olvida.

Pero la gran mayoría de «falsos compromisos» – las «intenciones» – no tienen cabida en esta memoria, ya que no despiertan ninguna «emoción». La consecuencia es que pasan a ser gestionados por la «memoria operativa o de trabajo», una memoria capaz de recordar simultáneamente menos de una docena de cosas. La alternativa eficaz a una memoria operativa escasa e ineficiente es construir y mantener un sistema de recordatorios externo que sea confiable.

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Para que un sistema de recordatorios externo funcione, el requisito indispensable es que la memoria operativa «se fie» de él. En caso contrario, se resistirá a dejar de recordarte cosas que tienes que hacer justo cuando no las puedes hacer, que es como funciona habitualmente.

Y para que un sistema externo de recordatorios sea fiable, es decir, para que tu mente pueda confiar plenamente en él, tiene que cumplir tres características:

  1. Estar completo
  2. Estar actualizado
  3. Ser accionable

Las metodologías de productividad y efectividad personal GTD® y OPTIMA3® están basadas en conjuntos de hábitos sencillos que permiten asegurar el cumplimiento sostenido y sostenible de estos tres requisitos y, por tanto, asegurar la fiabilidad de tu sistema.

Cumplir tus compromisos es cuestión de perspectiva

La tercera respuesta es igual que la segunda: No. Tener perspectiva no te va a hacer cumplir tus compromisos, pero sí te va a ayudar a evitar incumplirlos, ya te va a permitir gestionarlos de la manera adecuada, junto con las «intenciones» y las «imposiciones».

Con un compromiso se pueden hacer tres cosas:

  1. Cumplirlo
  2. Incumplirlo
  3. Renegociarlo

Por tanto, evitar incumplir un compromiso es muy sencillo: renegócialo. Si te das cuenta de que, por mucho que estés haciendo o vayas a hacer «lo que haga falta», no vas a poder cumplir un compromiso, entonces lo correcto es renegociarlo. Un compromiso siempre es adquirido – es una «obligación contraída» – y, como no es una «imposición», siempre se puede renegociar.

Para saber si vas a tener que renegociar un compromiso o no, primero necesitas una visión global de todos tus compromisos. Eso es precisamente a lo que se refiere la metodología GTD® cuando habla de «perspectiva» y OPTIMA3® cuando habla de «efectividad proactiva». Solo así, cuando sabes cuales son todos tus compromisos – y tus intenciones e imposiciones – estás en condiciones de evaluar en qué medida vas a poder cumplirlos o no, y actuar en consecuencia.

Resumen

Hay que diferenciar entre «intención», «compromiso» e «imposición», ya que son tres conceptos distintos que a menudo se confunden.

Cuando un «compromiso» lo es de verdad, nunca hay justificación para incumplirlo, ya que al ser una obligación contraída voluntariamente, siempre existe la opción de renegociarlo.

La manera más efectiva de gestionar las intenciones, compromisos y obligaciones es disponer de un sistema externo y confiable para gestionar los recordatorios asociados.

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Contar con un sistema externo y confiable de recordatorios nos permite acceder siempre que es necesario a una perspectiva global de todas nuestras intenciones, compromisos e imposiciones, pudiendo así renegociar todo lo que sea necesario siempre que sea necesario. Por eso se puede afirmar, sin lugar a dudas, que cumplir tus compromisos es cuestión de perspectiva.

Fuente: http://www.optimainfinito.com/2017/10/cumplir-tus-compromisos-es-cuestion-de-perspectiva.html

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