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Las oportunidades perdidas

Por Jesús Garzás

La tentación de mirar por el retrovisor las oportunidades pérdidas está siempre ahí.  Y es un error. Los cambios se labran en el presente y sus frutos se recogen en el futuro, el pasado no es más que un terreno baldío.

Y sin embargo cada vez que los miedos surgen, surgen con ellos las ganas de girar el cuello. Y no es que las oportunidades perdidas sean algo malo, lo malo realmente es recordarlas de forma reiterativa.

Las oportunidades perdidas son aprendizajes ganados.  Y desde ahí tenemos que trabajarlas, apoyarse en ellas para tomar impulso, y después proseguir la marcha sin mirar atrás.  A fin de cuentas, ya lo escribí aquí una vez, lo que viene, conviene.

Las oportunidades, como la energía, ni se crean ni se destruyen únicamente se transforman

Por eso las oportunidades perdidas pueden transformarse en oportunidades ganadas. Cuando se cierra un camino, otros cuantos se abren para seguir nuestra ruta por la vida. Si queremos conocer qué va a suceder con nuestra historia, no queda más remedio que pasar página, porque si no, obviamente, nos convertiremos en una lectura inacabada.

Sin embargo, las oportunidades perdidas hacen demasiadas veces el papel de charca donde a la piara humana le gusta revolcarse en el barro. Jugamos con los tiempos verbales para construir futuros perfectos a partir de pretéritos imperfectos.  Porque las oportunidades pérdidas son el recurso preferido de los miedos presentes, las unas y los otros comparten la misma esencia: sólo existen en nuestras cabezas.

Suena extraño (y hasta enrevesado) decir que éxitos irreales en mundos paralelos que jamás existieron pueden condicionar las decisiones del momento actual… pero me temo que eso sí es una realidad, más cotidiana de lo que debiera.  Las oportunidades perdidas te llevan a perder el foco, y, a veces, para que negarlo también el coco. Cualquier tiempo pasado pudo ser mejor cuando la memoria selectiva entra en juego y los recuerdos se cubren de una pátina de fantasía.

Cuando las piezas en el presente no encajan se puede escapar hacia adelante, dibujando un objetivo, construyendo un plan, echando a caminar….  También se puede escapar hacia atrás mirando por la ventana lo que pudo ser y no fue. Pero después de este ejercicio de lechera de cuento o, aún peor, de autoflagelación, nuestros pies seguirán en el mismo sitio y nuestra moral un poco más cerca del suelo.

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Nostalgia sí, como mirada de reojo hacia atrás que te saca una sonrisa.  Pero nunca cayendo en la tentación de echar un ancla en el pasado.

Al final esto, la vida, se trata de seguir caminando, porque el tiempo no se va a sincronizar con nuestro ánimo. Y el mundo seguirá girando, indolente, ignorando casi con desprecio nuestras penas y nuestros pesares. Existe, por tanto, una necesidad, casi de supervivencia, de recomponerse a partir de una oportunidad perdida… y no de regodearse en ella.

Porque perder el tiempo con las oportunidades perdidas es perderse dos veces.

Y demasiado complicado es este mundo como para andar por él completamente desorientado.

Toma aire, toma aprendizajes, gira el cuello, enfócate, y camina hacia adelante, a paso ligero. Las oportunidades perdidas, con la distancia, son solo débiles recuerdos inocuos.

Fuente: http://enbuenacompania.com/las-oportunidades-perdidas/#more-1279

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