Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
Home » Gestión del Conocimiento » El Arte de Aprender. Parte II

El Arte de Aprender. Parte II

Por Javier Martínez Aldanondo

Ver parte I

Cada 2 meses suelo someter a un grupo de unas 300 personas a un experimento muy sencillo:

Les formulo por mail alguna pregunta relacionada con los ámbitos de la gestión del conocimiento y el aprendizaje y les pido que me den su opinión.

Posteriormente tabulo y analizo las respuestas y las devuelvo a todo el grupo que incluye desde estudiantes, jubilados e incluso amas de casa hasta Presidentes y Gerentes Generales, Gerentes de RRHH, Comerciales y de Operaciones, vendedores, consultores, jefes de proyecto, académicos y profesores pertenecientes a organizaciones del ámbito de la Banca, Telecomunicaciones, Utilities, Retail, Salud, Instituciones Públicas, Fuerzas Armadas, etc. de países como Argentina, Chile, España y USA.

La primera pregunta que les formulé, hace ya varios meses, fue la siguiente:

¿Cuáles son, según tu criterio, los 5 elementos imprescindibles para vivir y trabajar en la sociedad del conocimiento? Es decir, aquellos elementos fundamentales para que una persona se desempeñe adecuadamente, no solo en el ámbito laboral sino también en el personal.

Cerca de 100 personas me hicieron llegar sus opiniones. Una vez procesadas, estas fueron los elementos que escogieron como los más importantes:

TOP 15

1. Inteligencia Emocional 49,3
2. Adaptación al cambio/flexibilidad 38,7
3. Trabajo en equipo y colaboración 38,7
4. Manejo de tecnología 34,7
5. Networking/creación de redes 29,3
6. Aprendizaje continuo (aprender a aprender, autoaprendizaje) 25,3
7. Idiomas 25,3
8. Capacidad de analizar información 22,7
9. Motivación/Iniciativa/Proactividad 21,3
10. Emprendimiento/Curiosidad/Riesgo 20,0
11. Capacidad de comunicación 18,7
12. Respeto/Tolerancia/Comprensión de la diversidad 17,3
13. Formar familia/Desarrollo de los afectos 13,3
14. Constancia/Perseverancia 10,7
15. Creatividad 9,3

Lo primero que me llamó poderosamente la atención fue que casi el 50% escogió la Inteligencia Emocional como el elemento primordial. Y lo segundo que queda en evidencia (y esto no me llamó la atención en absoluto) es que por ninguna parte aparecieron las asignaturas tradicionales que forman el currículum educativo: Matemáticas, Física, Historia, Lengua, etc. En general, tratamos de que las personas aprendan cosas que no necesitan y sin embargo dejamos de lado aquello que realmente es imprescindible.

tratamos de que las personas aprendan cosas que no necesitan y sin embargo dejamos de lado aquello que realmente es imprescindible.

Mi objetivo con este ejercicio era muy simple: Me proponía identificar aquellos elementos que, quienes vivimos y trabajamos en la sociedad del conocimiento, consideramos como fundamentales y comprobar al mismo tiempo si el sistema educativo (desde la escuela hasta la universidad) está alineado con esos mismos elementos.

Buscaba comprobar cuanto se parece el currículum educativo que se imparte en las aulas a lo que luego les espera a nuestros jóvenes cuando salgan al “mundo real”. Al fin y al cabo, se supone que el objetivo del sistema educativo es prepararles para la vida.

Por ejemplo, si mayoritariamente consensuamos que el Trabajo en equipo, la Inteligencia Emocional o la Flexibilidad son competencias esenciales, quería comprobar lo siguiente:

1. Para el sistema educativo, ¿Estas competencias son una prioridad en sus curriculums?

2. ¿Existe la asignatura de Inteligencia emocional? ¿Debería existir? Y en ese caso, ¿Qué asignaturas deberíamos eliminar para dejarle sitio?

Lectura relacionada  Atrapados por su pasado

3. ¿Se puede enseñar la Inteligencia emocional? Y si el sistema educativo no la provee, ¿Cómo lo aprendemos entonces?

Días antes de la entrega de los premios Oscar, fui a ver la posteriormente galardonada película El Laberinto del Fauno con mi mujer y con mis padres que estaban de visita en Chile. Según salíamos por la puerta del cine, la primera frase que pronunció mi madre fue: “Esta es una película acerca de la obediencia. Por un lado está la historia del militar que obedece y hace obedecer las órdenes a sangre y fuego y por otro la historia de la niña que se deja guiar por su intuición y su criterio y desobedece lo que le mandan”.

Me pareció sorprendente que aun cuando ni mi mujer ni yo habíamos siquiera empezado a digerir la película, mi madre ya había efectuado un análisis tan veloz y certero. Apuesto que pocas personas habrán sido capaces de realizar ese ejercicio con tal celeridad y precisión.

Obviamente, generación tras generación, el mundo progresa de forma continua y parece que cada generación supera a la anterior. En teoría, aunque vivimos en un contexto más complejo (tan acelerados que hemos perdido el ritmo y la conexión con la madre naturaleza), nosotros hemos tenido acceso a una educación mucho más extensa y de mejor calidad: Mejores colegios, mejores medios, acceso a educación superior (mi mujer tiene 2 carreras universitarias y 2 masters a sus espaldas y yo 1 carrera y 2 masters mientras que mi madre jamás fue a la universidad). Hemos realizado cursos de perfeccionamiento, formación continua ofrecida por nuestras empresas… Incluso tuvimos mejor alimentación.

Pero claramente nada de eso puede explicar la brillantez con la que razonó mi madre. Cuando entrevisto a una persona para contratarla, nunca le pregunto qué nota sacó en una asignatura determinada ni como promedio de la carrera, lo que me interesa es que me cuente con que empresas y clientes ha trabajado, en que proyectos ha participado y que me muestre ejemplos de sus trabajos.

La tradición siempre ha considerado cultas y bien educadas a las personas con alto coeficiente intelectual, las que obtenían un brillante expediente académico y buenas notas, las que son capaces de mostrar un currículum rebosante de títulos y en definitiva la gente “ilustrada” que es la que ha leído mucho, la que acumula muchos datos.

Yo considero inteligente a una persona cuando es capaz de tomar buenas decisiones (del latín inter elegire, elegir entre), ser feliz con lo que es y lo que tiene, e incluso de hacer predicciones a partir de lo que ya sabe como menciona Jeff Hawkins en su libro On Intelligence.

Yo considero inteligente a una persona cuando es capaz de tomar buenas decisiones (del latín inter elegire, elegir entre), ser feliz con lo que es y lo que tiene

Pero la característica más importante es la capacidad de aprender rápidamente y hacer buenas preguntas, es decir, la pasión por aprender de manera permanente. Siempre se habla de aprender a aprender pero ¿Cómo se enseña a aprender? ¿Cómo se aprende a ser inteligente?

Lectura relacionada  Kjell Nordström: “El talento es el rey”

Aprender desde luego es un arte y no una ciencia. Se puede aprender pero no se puede enseñar. Tratar de medir el aprendizaje es como intentar medir el amor: sabemos que ocurre pero no sabemos bien cómo.

Muchas de las personas que reciben este newsletter son expertas en e-learning porque en algún momento lo aprendieron (no precisamente en la universidad) y hoy es su profesión, viven de ello. ¿Cómo comparo lo que yo sé con lo que saben ellos? ¿Y cómo se mide cuanto sé yo de e-learning? ¿Con un examen? Una nota no dice más de una persona que su número de pasaporte. ¿Importa realmente cuanto sé de e-learning? ¿O lo que importa es lo que hago con lo que sé: proyectos, clases, papers, investigación, innovación, etc.?. El conocimiento lo determinan los resultados

Aprender es una cuestión de pasión, de amor propio, de autoestima.

Pero aprender cuesta trabajo y esfuerzo. Aprender es una responsabilidad de la persona, es tu vida la que está en juego, tú empleabilidad, desarrollo, felicidad. Sin embargo, cuando miramos a nuestro alrededor ¿A cuánta gente le gusta de verdad lo que hace? ¿Cuánta gente está feliz con su profesión, con su vida? Si no te gusta tu trabajo, ¿Por qué vas a querer aprender?

No es una cuestión de que no exista pasión, lo que ocurre es que ponemos pasión en aquello que nos interesa, en aquello que sentimos como nuestro. Iñigo tiene pasión por los camiones, las construcciones y los obreros, sería estúpido que para enseñarle a contar o a leer, yo lo ignorase e hiciese caso omiso de ese interés y le sentase en una silla a enseñarle frente un libro o una pizarra.

Se trata de aprender por convicción en lugar de por obligación ¿Cómo vas a aprender si no sabes cómo hacerlo, si nunca te enseñaron y más encima no te gusta lo que haces? ¿Los niños tienen ilusión por el colegio, por las asignaturas que deben estudiar? Cuesta mucho aprenderlas pero muy poco olvidarlas. Yo reconozco que soy un privilegiado, me gusta demasiado lo que hago, tengo un enorme hambre por aprender y pongo gran parte de mi energía en ello.

¿A quien le importa el aprendizaje? Al colegio, a los profesores y a los padres les importan las notas, las asignaturas. Al niño se le pregunta cómo le fue, no cuanto aprendió. A la empresa le importan los resultados.

¿A quien le importa el aprendizaje? Al colegio, a los profesores y a los padres les importan las notas, las asignaturas. Al niño se le pregunta cómo le fue, no cuanto aprendió. A la empresa le importan los resultados.

Parece que nadie se da cuenta de que los resultados de las empresas y el éxito de las organizaciones dependen de lo que hacen las personas que trabajan en ellas. Depende de su conocimiento (entendido como capacidad de hacer cosas) y su capacidad de aprender, de lo que hacen hoy y serán capaces de hacer mañana. Si tienes un equipo de fútbol y pretendes que tus jugadores ganen partidos (y para ello es imprescindible que metan goles) primero tienes que preocuparte de entrenarlos bien.

Lectura relacionada  Tu cerebro es una supercomputadora. Mira cómo reiniciarlo, según el famoso entrenador mental Jim Kwik.

Mi amigo Paolo me contaba la historia del barquero y el catedrático. Estando de vacaciones en la costa, un catedrático alquiló una barca para dar un paseo por el mar. Mientras navegaban placidamente, el profesor le preguntó al barquero si conocía la Literatura y a los grandes escritores y poetas. Cuando este le respondió negativamente, el catedrático le dijo “Te has perdido el 25% de tu vida”.

Al cabo de unos minutos, de nuevo el profesor volvió a la carga y esta vez le preguntó si sabía de Filosofía, los grandes filósofos y sus ideas. Cuando de nuevo la respuesta fue un No, el académico volvió a comentar “Te has perdido otro 25% de tu vida”. Cuando el profesor insistió una vez más, su pregunta hizo referencia a la Historia y los historiadores. De nuevo el barquero negó y el profesor le repitió que se había perdido otro 25% de su vida.

En ese instante se desató un fuerte temporal con vientos huracanados y olas descomunales. Esta vez fue el barquero el que lanzó la pregunta “¿Profesor, sabe usted nadar?” a lo que el profesor respondió con una negación. El barquero sentenció “Yo sí y más le hubiese valido aprender cosas útiles porque me temo que va a perder usted el 100% de su vida”. No solo es importante cómo aprendemos, qué aprendemos también es vital.

Si aprender es decisivo, si el aprendizaje va a ocurrir a lo largo de la vida, si de verdad nos importa el futuro de nuestros hijos, más vale que le prestemos especial atención a ese proceso porque tenemos graves deficiencias que corregir.

Cómo aprendemos es determinante y, por si fuera poco, va a ser imposible aprender sin el apoyo de la tecnología. Hasta ahora la formación virtual ha tratado de parecerse lo máximo posible a la formación presencial pero, a corto plazo, la tecnología está destinada recuperar la forma en la que siempre hemos aprendido las personas: haciendo. Y todo ello por una simple razón: nos permite hacer cosas que el aula presencial no es capaz de ofrecer.

Si quieres ver más posts de la misma categoría, haz click aqui:


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.