por Miguel Ángel Ariño:
No aceptar la realidad o ser esclavo de las modas son errores frecuentes al tomar decisiones, tal y como explican Miguel Ángel Ariño y Pablo Maella, autores de Con la misma piedra, libro de Empresa Activa en el que analizan este fenómeno.
A continuación, una entrevista con los autores.
Universia Knowledge@Wharton: En su libro hablan de los 10 errores que todos cometemos al decidir, ¿cuáles son?
Pablo Maella:
U@KW.: De esos diez aspectos, ¿cuál consideran que es el error más habitual?
P.Maella: Hay que distinguir entre lo que son los errores más frecuentes y los que son los más importantes. Los más importantes son aquellos que son fuente de otros errores. Desconocer la realidad es un error garrafal. Consiste en confundir la realidad con lo que nos gustaría que fuese. Confundir la realidad con los deseos. Esta confusión es la que hizo a muchos pensar que Donald Trump no ganaría las elecciones norteamericanas. La mayoría de las personas que no querían que ganara confundieron sus deseos con lo que realmente estaba pasando. Lo mismo ocurrió con el Brexit. Pues no, la realidad es la que es. Es tozuda y no se acomoda a nuestros gustos. Esta falta de conocimiento de la realidad conduce a otros tipos de errores: uno es pensar que tenemos sobre los asuntos mayor control del que realmente tenemos. Somos lanzados cuando una idea nos entusiasma y pensamos que la podremos sacar adelante y que seremos capaces de resolver todos los problemas que vayan surgiendo. Típico desconocimiento de la realidad. Como estamos empeñados en una idea estamos convencidos de que va a tener éxito. Y luego muchas veces pasa lo que pasa. Fracaso.
La falta de conocimiento de la realidad nos suele llevar también al exceso de confianza. A pensar que hay menos incertidumbre de la que realmente hay. Si tenemos todo bajo control poco espacio dejamos para las sorpresas, pero éstas llegan. Cuando partió el Titanic de las costas inglesas, la aureola que rodeaba al barco hacía suponer que era imposible que se hundiera… Si es un barco que no se puede hundir, para qué tomar precauciones ante los persistentes avisos de que había icebergs por la zona de navegación. Con un número simbólico de botes salvavidas era suficiente para cubrir el expediente. ¿Para qué preocuparse de más? Si pensamos que el barco no se puede hundir, actuamos con ese convencimiento, no tomamos medidas de seguridad y el accidente está prácticamente garantizado.
U@KW.: ¿Cómo se pueden evitar estos errores? ¿Algún consejo?
M.A.Ariño: Cada error tiene sus estrategias específicas para evitarlos o, como mínimo, minimizar sus consecuencias, pero nos gustaría destacar alguna estrategia que siempre es útil. La primera es la de desafiar nuestras propias ideas iniciales, es decir, aprender a hacer de “abogado del diablo” con respecto a nuestras decisiones, no dándolas por buenas en primera instancia y tratando de ponerlas en cuestión para ver si realmente son tan buenas como pensamos. Esta acción nos va ayudar a mirar nuestras posturas con mayor distanciamiento y a tomar mejores decisiones.
Otra estrategia útil es preguntar a personas que sabemos que piensan de manera diferente a nosotros cómo ven las decisión que queremos tomar y tener la valentía de escucharles aunque no nos acabe de gustar lo que nos digan. Escuchar a otros, y sobre todo si tienen otros puntos de vista distintos al nuestro, siempre es una buena estrategia para decidir mejor.
Finalmente, otra buena estrategia consiste en ver siempre el impacto a largo plazo de nuestras decisiones en nosotros y en los demás, para así evitar el tomar una decisión que resuelva un problema presente pero que genere otro aún mayor en el futuro. En definitiva, tomaremos mejores decisiones cuando seamos conscientes de que hay unos errores comunes al decidir, y que si los tenemos en cuenta, mejoraremos nuestras decisiones, y si no somos conscientes de ellos, caeremos en los mismos una y otra vez.
U@KW.: ¿Hasta qué punto este tipo de fallos se repiten o son predecibles?
P.Maella: Todos son errores muy frecuentes. Hay quien tiene tendencia a ser más vulnerable con unos que con otros, pero en general la mayoría de las personas tenemos dificultades para evitarlos, porque están bastante extendidos en el ser humano. Por ejemplo, decidir según las modas es un error que tiene su raíz en el afán del ser humano de seguir y pertenecer al grupo, y de ser aceptado por el mismo. Es la propia naturaleza humana la que nos lleva a seguir las modas, y esa misma tendencia es la que provoca que cometamos los errores comunes.
Por eso es importante ser conscientes de los errores, porque así estaremos en condiciones de evitarlos proactivamente, y así no caer en ellos de forma inconsciente y natural.
U@KW.: Teniendo en cuenta la urgencia que exige la toma de decisiones en momentos críticos, ¿es mejor una mala decisión a tiempo que tomar una buena pero tarde?
M.A.Ariño: Raras son las situaciones que requieren decisiones rápidas. Por ejemplo la persona que tuvo que decidir si evacuar o no la segunda torre gemela en los atentados terroristas de Nueva York en 2001, cuando tras el impacto en la primera torre no se sabía si era un accidente o un atentado. Tuvo muy poco tiempo para decidir. O el piloto que decidió aterrizar en el rio Hudson en Nueva York, cuando tras despegar unas aves impactaron en los motores del avión. No tuvo tiempo para ponderar si podía llegar a uno de los tres aeropuertos de la zona, por lo que prefirió aterrizar en el río antes que arriesgar a estrellarse en medio de la ciudad.
Estas personas tuvieron ante ellas decisiones muy importantes, de consecuencias gravísimas. No tuvieron tiempo de hacer un análisis concienzudo de sus opciones, por lo que su responsabilidad sobre las posibles consecuencias es muy limitada. Pero esto sucede muy muy pocas veces en la vida. En el día a día normal de la empresa, son pocas las decisiones que requieren urgencia de acción. Muy frecuentemente los directivos piensan que los asuntos que se llevan entre manos requieren decisiones urgentes. Pero esto rara vez ocurre. Esta ficticia urgencia por parte de los directivos se debe a que cuando tenemos un problema, queremos quitárnoslo de encima cuanto antes. Si una decisión resuelve el problema nos lanzamos a ponerla en práctica y asunto resuelto. Que esa solución resuelva el problema no significa que sea una buena solución. Las puede haber mejores. Muchas veces dejando reposar las situaciones se nos ocurren mejores decisiones o quizá recabamos nuevas informaciones que hacen más adecuada otra decisión. Además, resolviendo los problemas cuanto antes nos hace pensar que somos personas eficaces, cuando quizá lo que somos es precipitados.
Fuente: http://www.knowledgeatwharton.com.es/article/los-10-errores-mas-habituales-la-hora-tomar-decisiones/