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Cómo es la “generación app” y la cultura beta en la que vive

Por Alejandro Melamed

Para las generaciones más jóvenes, la tecnología impacta en la definición de la identidad personal, la capacidad de entablar relaciones íntimas con otras personas y el desarrollo del impulso creativo

Hay un clima de época que resulta difícil de entender e incluso aceptar. Los jóvenes nacidos más allá de la década del 90 tienden a ser más renuentes al riesgo que las generaciones anteriores, y además usan la tecnología con el fin de reducir el riesgo de tener interacciones personales. Asimismo, los medios sociales alientan a los jóvenes a buscar necesariamente validación en los otros; y en este contexto la juventud es más tolerante ante las diferentes identidades y estilos de vida. Y pocas veces hacen distinciones entre su yo en línea y su yo fuera de línea. Finalmente, las aplicaciones, ese famoso conjunto de software que convive en los teléfonos celulares, pueden liberar o congelar la imaginación en el momento creativo de una persona.

Howard Gardner, el autor y psicólogo de la Universidad de Harvard que dio a conocer su idea de inteligencias múltiples en la década del 80, irrumpió con este conjunto de ideas sobre los jóvenes y la tecnología hace tiempo atrás cuando presentó su libro La generación App, una investigación de casi 10 años que llevó a cabo en con Katie Davies, una autora que, justamente, pertenece a la generación de los millennials.

Allí, ambos autores instalan una idea sugerente: la intimidad, la creatividad y la identidad de los jóvenes está atravesada por las aplicaciones de sus dispositivos.

El uso cotidiano y casi intuitivo de Internet ha modificado la forma de relacionarse, de informarse, de escribir y de hablar. “Con el smartphone como el centro de sus vidas, la multitarea es la norma cotidiana: desde ahí planifican, consultan, buscan, se relacionan y se divierten. Son hiper activos en las redes que más los atraen, dado que son una generación donde lo visual prima sobre lo textual. Desde allí entra a jugar que el ámbito digital influya en su identidad: les permite editar su mejor versión y también relacionarse con otros desde ese lugar. Internet multiplica exponencialmente la exposición y las oportunidades de elección, pero también, al existir mayor cantidad de opciones, se potencian los miedos al tener que elegir”, sostiene Mariela Mociulsky, sicóloga y directora de la consultora de investigación e innovación Trendsity en diálogo con LA NACION.

Qué es la generación app
En su texto Gardner y Davis inauguran el concepto de Generación App. Una app o aplicación, es un programa informático que permite al usuario que lleve a cabo una o varias operaciones; aunque siempre se les dijo programas o software, la denominación de aplicación se hizo popular junto a los smartphones. “Una aplicación puede ser limitada o amplia, sencilla o compleja; y tanto en un caso como en el otro, está perfectamente controlada por la persona u organización que la haya diseñado. Las aplicaciones dan acceso a música y a diarios, permiten jugar y hasta rezar, responden preguntas o formulan interrogantes nuevos. Lo más importante es que son rápidas, satisfacen una demanda y aparecen justo a tiempo. Podemos entenderlas como atajos que nos llevan directamente a donde queremos ir, sin necesidad de hacer búsquedas on line o, si somos de la vieja escuela, en nuestra propia memoria”, explican los autores en uno de los capítulos del libro.

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La otra parte de la idea tiene relación con el término generación. Los sociólogos e investigadores de mercado establecen una nueva definición, más que todo aplicativa, donde una generación no se basa en la edad ni el tiempo ni compatibilidad genética, sino en la similitud de vivencias o experiencias; donde lo que clasifica a sus miembros es que tengan o compartan las mismas experiencias

Planteado el debate y en función de lo que suele aparecer en las investigaciones sociales relacionadas con los jóvenes, “no se trata tanto de reducir el riesgo de las interacciones personales sino de complementarlas, o en todo caso, son nuevas herramientas para reducir el riesgo. Los jóvenes utilizan la tecnología para estar y sentirse presentes en la vida de los otros. Lo que sí encontramos es que hay una reconfiguración de los vínculos en tanto se busca validación de los otros, un registro de ser visto y en ciertas redes más que en otras, existe en los jóvenes la percepción de que lo se que se elige mostrar es totalmente aspiracional y no necesariamente real”, apunta Mociulsky.

Creatividad y trabajo

Desde el punto de vista de la creación individual y colectiva, el texto de Gardner es pesimista u optimista, según se lo quiera ver. El planteo es contundente y afirma que las aplicaciones modifican el desarrollo psicológico de los jóvenes y las que están pensadas para dar soporte al diseño de artes visuales pueden liberar o congelar la imaginación, dependiendo de cómo se usen. Alejandro Firszt es ilustrador y diseñador gráfico con más de 20 años de docencia en la Universidad de Buenos Aires y Universidad de Palermo y suma argumentos para debatir: “Estamos frente a una paradoja singular, porque la irrupción de la tecnología, el acceso masivo a redes, a información indiscriminada, la ampliación de los límites comunicacionales y la inmediatez, si bien abren horizontes formidables, reducen al mismo tiempo la vida a un territorio de 5 pulgadas -dice, en referencia al tamaño de una pantalla de celular-. Las consecuencias actuales de esa reducción en la percepción del mundo no son muy auspiciosas.”

A comienzos del siglo XX, Rudolph Steiner, filósofo y pedagogo austríaco, mencionó en algunos de sus estudios que la construcción de la voluntad de crear se sustenta en la secuencia de maduración: desarrollo del cuerpo, motricidad fina (manos), pensamiento, dominio del habla y finalmente el lenguaje. Para Firszt esa sumatoria es liberadora de las energías creativas y sustento de su estructura como individuos. “La ausencia o el mal desarrollo de algunos de esos pilares terminan afectando a los seres humanos en su madurez anímica, su libertad de pensamiento y lo más grave, sus fuerzas volitivas”, asegura el profesor y concluye: “Con esto no quiero decir que los entornos tecnológicos sean los responsables, sino la existencia de un analfabetismo respecto de un aprovechamiento racional y efectivo”.

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El ámbito laboral es otro de los escenarios afectados por la idea base del libro de Gardner. Aunque no está planteada de forma directa en el texto, la convivencia generacional hace que un espacio de trabajo sea en muchas ocasiones un terreno para el intercambio de experiencias o bien para la discusión sin entendimiento. La mayor dificultad pasa por la diferencia, casi opuesta, de apreciación por parte de las nuevas generaciones y muchos de las generaciones anteriores. Ambas generaciones coinciden en algo: se sienten incomprendidas y les cuesta entender cómo el otro no lo entiende y actúa de esa manera.

“La principal diferencia es que generaciones anteriores consideraban que el trabajo lo era todo y había que vivir para el trabajo, y trabajar 24 horas por 7 días por 365 días para toda la vida. Los jóvenes piensan que el trabajo es, desde ya algo importante, pero una parte más de sus vidas, no la única. En esa dirección, además de trabajar piensan en muchas otras cosas, saben que tendrán múltiples trabajos en sus vidas. No es el mismo para toda la vida, sino en este momento este trabajo, pero no hay una mirada de largo plazo”, sostiene Alejandro Melamed, doctor en Ciencias Económicas, docente y titular la consultora de recursos humanos Humanize.

Desde la perspectiva de Melamed la Generación App promueve nuevas oportunidades. La palabra que hay que pensar es agilidad, en cada uno de los sentidos. “Empresas ágiles, talento ágil y puestos de trabajo ágiles, adaptándose a cada realidad, a cada situación, a cada circunstancia. Vínculos cercanos, intensos, pero no eternos”, apunta Melamed.

El mundo en una beta constante (y sin manual)

Pero las aplicaciones y el desarrollo de software en particular también le dan un nombre a este clima de época. Hace pocos años los usuarios de Internet y tecnología comenzaron a ver con más frecuencia el concepto beta, que hace referencias a esos productos tangibles o intangibles que llegan de forma gratuita a sus manos pero que son una prueba, un testeo. En la letra chica siempre dice que si no hay conformidad puede borrarlo o devolverlo, pero que de ninguna manera el desarrollador se hace total responsable ante una falla porque, justamente, es una prueba.

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El semiólogo argentino José Luis Petris encontró en esta definición una metáfora de la cultura actual, en la que en muchas ocasiones los vínculos sociales, laborales y profesionales se prueban entre las partes, en un continuo “vamos viendo” que no tiene detrás un compromiso fuerte.

Para Petris, las aplicaciones en versiones beta tienen una suerte de antecedente: la paulatina extinción de los manuales de instrucciones que solían acompañar a los equipos electrónicos. Estos se fueron reduciendo, muchas funciones dejaron de explicarse o anticiparse, y se debió aprender por prueba y error o descubriendo. En esa extinción discursiva de instrucciones hay un interesante pasaje de usuario a productor de infinitas formas de uso.

“Planteado así, la aplicación beta ya no es una simple herramienta sino una apropiación creativa de borradores anteriores. Se entiende además que este punto de vista no vale sólo para la versión beta sino para cualquier aplicación. Las figuras de los individuos receptores activos de los años 80, de los prosumidores en el mercado luego en la década del 90 y la de los definidores de las actuales aplicaciones pueden ser leídas como capas que se superponen, complejizan y participan en la construcción de identidades cada vez más heterogéneas y variables; dificultando, eso sí, las construcciones colectivas estables”, sentencia Petris.

Fuente: http://www.humanizeconsulting.com/como-es-la-generacion-app-y-la-cultura-beta-en-la-que-vive/

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