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En este momento, usted se encuentra exactamente aquí

Por Marcelo Molina

En nuestro día a día estamos constantemente tomando DECISIONES para las cuales contamos, en algunas ocasiones, con el tiempo y la energía suficiente como para analizar los riesgos y luego elegir la mejor acción. Otras veces (probablemente, la mayoría…) el carácter de “urgente” hace que la persona tome decisiones sin poder reunir la información necesaria para evaluar adecuadamente la situación y tomar la decisión más acertada.

Considero como información básica para la toma de decisiones –independientemente de la magnitud de las consecuencias, o los dominios de los que se trate el asunto–, las respuestas a las siguientes 3 preguntas, a saber:
1. ¿dónde estoy parado?
2. ¿hacia dónde quiero ir?
3. ¿Con qué recursos cuento para llegar a esa meta?

Ya en el primer punto nos encontramos con dos inconvenientes:
1. Paradójicamente el único lugar que no podemos observar desde donde estamos parados, es justamente el lugar en donde estamos parados!
2. La mayoría de las personas (y organizaciones), por su dinámica relacional y su operatividad recurrente, se encuentran en constante desplazamiento, cambiando su posición con frecuencia (y muchas veces, a un ritmo impredecible).

Ese “¿dónde estoy parado?” hace referencia al punto de INICIO desde el cual se está observando la emergencia (lo que emerge), y en donde comienzo a plantearme la necesidad de la toma de una decisión, dado que lo que emerge, a juicio de quien observa, requiere la toma de decisión para efectivizar una modificación en la dirección en la que la persona (o la organización) se desplaza.

Ese punto de inicio describe la situación en su conjunto, desde todos los aspectos que intervienen: físico, económico, financiero, productivo, administrativo, logístico, etc. Y para esto, necesitamos observar hechos concretos (evitando todo tipo de subjetividades), que se conviertan en indicadores que nos den una idea lo más precisa posible de esa posición. Eso requerirá de “parar la pelota” y dedicarle tiempo y energía a esta tarea analítica, teniendo en cuenta que no tendremos la información exacta, debido a los 2 inconvenientes que planteamos anteriormente, pero sí altamente confiable.

Una vez conocida la posición inicial, el siguiente paso es definir las metas o posición FINAL que la persona (u organización) desea alcanzar. En este punto, es importante considerar 2 perspectivas:
a. Una perspectiva fundacional, es decir, cuál es el propósito, el motivo de existencia de la persona (u organización), ya que si las metas no están alineadas con este propósito, es probable que en algún punto se produzcan incongruencias y desórdenes que irán en contra de alcanzar esas metas, con la consecuente frustración y pérdida de recursos (tiempo, energía, etc.)
b. Otra perspectiva axiológica, o sea, teniendo en cuenta los valores que se pondrán en juego en el tránsito hacia dichas metas o posiciones finales. Esto es trascendentalmente importante debido a que las acciones que no estén sustentadas por valores elegidos, aceptados e incorporados, repercutirán en el desarrollo de las tareas, en forma de inacciones, desconcentraciones, desmotivaciones, etc.

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Finalmente, hacer un inventario de RECURSOS con los que la persona (u organización) cuenta, nos dará una pauta de lo que nos hace falta, es decir, todos aquellos tangibles e intangibles que serán necesarios para completar los objetivos intermedios que conducirán a las metas o posición final. En algunas circunstancias, los recursos necesarios deberán ser supuestos ó estimados, ya que, sobre la marcha sabemos de antemano que surgirán imprevistos. Esto no constituye un inconveniente, dado que, en algunos puntos previamente establecidos, puede volverse sobre las 3 preguntas iniciales, y constituir una plataforma de re-lanzamiento del proyecto. Solo bastará conocer los recursos necesarios para las primeras acciones, las del corto plazo, sin perder de vista el mediano y largo plazo, para los cuales serán precisos la evaluación y feedback durante el desarrollo de las actividades.

Para una mejor comprensión del proceso de toma de decisiones, es interesante recordar su origen etimológico: Decidir está compuesto por un prefijo de- (de-, dis-) que indica separación, y un verbo caedere, que significa cortar, o sea, cortar separando, cortar selectivamente. Esto le atribuye al término una connotación también inscrita en la ELECCION: de todas las posibilidades, elijo una, y descarto el resto. Tener en cuenta esto nos permite reconocer posibles trabas (miedos, procrastinación, etc.) que devienen de la toma de conciencia de que en toda decisión (elección) existe implícita también una renuncia…

Fuente: https://entrenatuvida.blog/2012/01/30/en-este-momento-usted-se-encuentra-exactamente-aqui/

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