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¿Dónde está mi sitio?

Por David Barreda

“…después de todo, los echaría de menos, aunque le quedaban muchas cosas que hacer. Así que continuó…”Las despedidas, Fátima M. Roldán

“Mi sitio no es un lugar físico”, esa fue la frase que me comentó alguien con quien compartía una conversación maravillosa hace unos días. Una persona que inmersa en su proceso de desarrollo profesional, ha generado la capacidad de verse a sí misma actuando en distintos escenarios y manteniendo al mismo tiempo su propuesta de valor (que va creciendo con ella).

No se trata de ser ambiguos. Ni de vivir en la ambigüedad. Ni de acogerse a la indeterminación obligatoria que parece que las circunstancias nos imponen. Tampoco se trata de conformarse. No se trata de irse conformando con “lo que vaya saliendo”. No se trata de plegarse a la precariedad. No es eso. Tampoco creo que esto vaya de rendirse ante un sistema feroz que devora el talento con exigencias altas, remuneraciones pobres y mucha indeterminación.

…se trata de zafarse del diseño profesional ideal que nos hicieron mamar. Y que ahora parece que no sirve. De dinamitar el concepto de ‘éxito profesional’ que se nos inculcó, porque ahora estorba y nos despista en este nuevo escenario que habitamos. De desaprender todo lo que aprendimos sobre qué es lo que debíamos hacer con nuestras competencias profesionales para ganarnos la vida, desarrollarnos profesionalmente y ganar seguridad… para el día de mañana.

Toca desaprender… si es que se puede.

¿Se puede desaprender?

Lo jodido es que, te digan lo que te digan, “desaprender” es imposible. No se puede.

Cuando algo se aprende es porque un grupo de neuronas en tu cerebro han conectado y han construido una autopista (que siempre facilita los recorridos) hacia un determinado destino. Y esa conexión ya no se desaparece. Recuerda que el cerebro está diseñado para sobrevivir gastando la menor energía posible, y todo lo que facilite y automatice los recorridos le vale. Una vez aprendido algo, ese ‘algo’ se fija.

Pero afortunadamente la plasticidad de nuestro cerebro nos ofrece una alternativa ante esta aparente inmovilidad, y esa alternativa tiene forma de ‘nuevo aprendizaje’. Así, más que “desaprender”, tiene más sentido hablar de volver a aprender, encima de lo aprendido. Sustituir el aprendizaje antiguo por otro nuevo. Escribir sobre lo escrito.

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Por tanto, la única forma de “desaprender” no es deshaciendo esa autopista, la única manera de desaprender es construyendo otra autopista encima de la antigua, una autopista más amplia, más profunda y más óptima que la anterior. Más que desaprender, en el mejor de los casos podemos reescribir nuestro aprendizaje (con todo el esfuerzo que ello implica).

…aunque las huellas del aprendizaje anterior permanecerán, y su rastro nos confundirá en numerosas ocasiones, y nos harán merodear caminos antiguos (y obsoletos).

El conflicto

Así, se nos genera un conflicto que nos puede agotar y cuestionar nuestras competencias y recursos.

A un lado del ring: lo que se supone que debería estar haciendo, con la edad que tengo, con lo que he estudiado, he trabajado. Lo que se supone que un profesional con mi perfil tendría que estar desarrollando. Lo que se supone que debería ser mi vida… según todo lo que he aprendido, o mejor dicho, me han enseñado (y yo he aprendido).

Al otro lado del ring: Un nuevo mundo. Una nueva realidad. Unas nuevas estrategias y unas herramientas que no existían antes. Un ir y venir de contratos. Unos proyectos en los que participo y que siempre tienen fecha de caducidad (a veces explícita, a veces implícita). Una sensación de que no termino de asentar el culo y en algún caso, de que me han ‘timado’…porque me hablaron que detrás de todo mi esfuerzo estaba ‘la tierra prometida’.

…y yo en medio, haciéndome miles de preguntas sobre si me habré equivocado, sobre si no seré lo bastante bueno, sobre qué es lo que estaré haciendo mal… y mientras el tiempo corriendo, y yo, más nervioso.

Mi lugar

Cuando la flexibilidad no se confunde con el conformismo, o con estar a merced de las circunstancias, empezamos a convertirla en una de nuestras armas más efectivas para la gestión de nuestras oportunidades.

Buscamos el nombre de nuestro puesto de trabajo, el nombre de nuestra ocupación. Buscamos la dirección del sitio en el que se encuentra la silla en la que nos vamos a sentar. Buscamos el nombre de la empresa. Buscamos la definición de nuestra profesión. Y lo buscamos porque nos diseñaron para eso, para encontrar el cubículo donde sentar el culo, porque ‘sentar el culo’ suena a ‘profesional consolidado’…. y moverlo demasiado suena a… ‘persona que mueve el culo mucho’, y eso hasta puede resultar ‘indecente’.

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¿Y si nuestro puesto de trabajo no existiera? ¿Y si nuestra ocupación no tuviera nombre? ¿Y si no hubiera una única dirección en la que vamos a trabajar? ¿Y si hubiera muchas direcciones? ¿Y si nuestra profesión no se pudiera definir?

¿Y si más que a ejercer una profesión estamos llamados a desempeñar unas competencias?

¿Y si mi lugar no fuese un sitio físico?

¿Y si nos estamos volviendo loco buscando nuestro lugar, cuando nuestro lugar es el sitio en el que estamos en cada momento?

Lo mismo mi sitio no está en ninguna parte… o en todas al mismo tiempo.

Mi mochila

Si mi lugar no es un sitio definido, y su dirección es siempre dinámica, es importante tener siempre la mochila lista.

Tener la mochila lista implica saber qué es lo que guardamos en ella, cuándo lo tenemos que sacar, para qué lo tenemos que sacar y para qué sirve cada cosa que viaja con nosotros. Incluso saber qué cosas tengo que dejar y cuáles tengo que incorporar a ella.

…o en otras palabras. Reconocer cuáles son mis competencias, definirlas, colocarlas encima de la mesa y saber cómo puedo combinarlas para generar valor en cada momento, en cada lugar en el que me encuentre, en cada proyecto en el que participe. Utilizarlas con flexibilidad, sentido de la adaptación y pertinencia.

Definir bien qué es lo soy capaz de generar con ellas, en cada propuesta que se me presente. Definir bien, para que lo entiendan, el beneficio que soy capaz de generar en cada lugar y las necesidades que puedo satisfacer.

Despedirse

Y aprender a despedirnos. Aprender a dejar atrás y mirar al frente. Enriquecernos con lo vivido en cada lugar en el que estemos, nutrirnos, dejar una buena marca que deje constancia de nuestra buena participación y continuar.

Nos estaremos despidiendo constantemente en nuestra vida profesional, de gente, experiencias y proyectos. Saber decir adiós es una manera de crecer, es una forma de madurez.

…y luego continuar con el norte definido, no por un destino concreto, sino por la forma en la que hemos decido evolucionar profesionalmente.

Fuente: http://www.procesosyaprendizaje.es/donde-esta-mi-sitio/

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