La palabra jefe nos suele generar cierto nerviosismo. Cuando pensamos en este concepto puede que nos venga a la cabeza la idea de un señor con chaqueta y corbata, gruñón y castigador que puede cabrearse con nosotros en el momento en el que no nos comportemos en el trabajo de forma perfecta o conforme a sus expectativas. Especialmente si solo hemos topado con jefes que responden a esta descripción.
Es decir, el miedo se convertía en la herramienta que conseguiría mejores resultados productivos. Evidentemente, esto no ocurre así y estudios posteriores acabarían confirmándolo.
Si lo pensamos bien, el miedo jamás puede conseguir que un trabajador rinda más, especialmente si hablamos de un rendimiento sostenido a lo largo de tiempo. Si presionamos, amenazamos o señalamos únicamente los errores de las personas, lo único que vamos a obtener como resultado es personas descontentas y con una baja percepción de autoeficacia. Personas que pueden hacer tareas repetitivas, pero que difícilmente van a innovar o se van a identificar con la empresa.
Esta persona o bien pierde el interés por el trabajo debido a un mecanismo de indefensión aprendida -ya no sabe que hacer para contentar al jefe- o bien acaba abandonando su puesto ya sea por aburrimiento -síndrome de boredout-, desmotivación o rencor hacia la empresa.
Por el contrario, los trabajadores felices y a gusto con su puesto producen un 12% más.
Como hemos comentado, el jefe supone una autoridad frente a los trabajadores que le confiere la propia jerarquía de la empresa y su misión es dirigir el trabajo de estos de forma que sean capaces de producir más. Por otro lado, para que pueda ser un jefe, además de que la empresa reconozca su autoridad es necesario que su jefe (el jefe del jefe) y los trabajadores que tiene a su cargo también la reconozcan.
Si estás leyendo este artículo y regentas una empresa en la que tienes empleados, lo más conveniente para ti y tu negocio es aprender a tomar una actitud de líder en tu puesto de jefe. Con esto conseguirás dos cosas: que tu negocio crezca, que todos rindáis más y mejor y lo más importante, mantener relaciones sanas con tus empleados lo que hará que todos estéis en sintonía y se respire bienestar en el trabajo.
Para empezar, un líder se diferencia del jefe en que no quiere ser autoridad porque sí, ni lo vive como un privilegio que le da capacidad para mandar a los demás. El líder organiza al grupo y los guía de forma democrática.
El líder además, escucha a sus trabajadores ya que sabe que todo el mundo puede aportar algo novedoso o tener buenas ideas. No intenta imponer su criterio sino que dialoga con sus empleados o intenta convencerlos con ejemplos y argumentos.
Un buen líder no pretende señalar los errores y castigarlos duramente o buscar culpables. El jefe por el contrario, funciona de esta manera: busca el error, lo reprimenda, avergüenza al trabajador e incluso lo amenaza con amonestaciones o despido. El líder prefiere premiar lo que se ha hecho correctamente y si ha habido un error, intenta buscar soluciones en común con ese trabajador.
El líder, por otra parte, es alguien que se interesa por sus trabajadores como personas que son:sus vidas, su felicidad, su bienestar… No considera a las personas como meros números ni los cosifica, además entiende que una de sus obligaciones más importantes es estar disponible para cualquier consulta que tenga un empleado.
Ninguna empresa llegará muy lejos si la regenta un jefe tirano en lugar de un líder. Los trabajadores asustados por sus jefes terminan por marcharse de su trabajo a otro que les haga sentirse más útiles, más tranquilos y en definitiva más felices.
Por el contrario, las malas relaciones en el trabajo, ya sea con el propio jefe o con los compañeros, los sueldos desacordes con nuestro puesto o responsabilidad laboral, los derechos que acaban pareciendo favores de la empresa y las injusticias que a veces tienen lugar provoca que seamos víctimas del agotamiento o el estrés laboral.
El trabajador comienza a perder autoestima y mantiene un diálogo consigo mismo del tipo “ya nada puedo hacer para que me valoren”, “quizás no valgo para este trabajo”, “me da miedo comentarle esta idea al jefe”, etc.
Esta pérdida de confianza en sí mismo como empleado y en su jefe provoca un descontento general, un sentimiento de culpabilidad; en definitiva, una pérdida motivación tan grande que contribuirán a que el trabajador se limite a cumplir con los mínimos que se le piden.
Fuente: https://excelencemanagement.wordpress.com/2017/03/13/un-buen-jefe-hace-mejores-a-sus-trabajadores/