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5 mentiras que aprendimos cuando éramos más jóvenes (y que todavía vivimos según ellas hoy). Parte II

Por Marc Chernoff

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3. El dolor es una carga que gradualmente nos devasta con el tiempo.

Puedes haber oído que no es saludable llorar por demasiado tiempo. Digo esto porque es algo que me enseñaron cuando era adolescente.

Un amigo cercano mío murió en un accidente de coche. Al principio todo el mundo aceptaba mis lágrimas, pero a medida que las semanas se hacían meses, con frecuencia me decían que era hora de dejar ir. “Las lágrimas no te están ayudando en este momento,” recuerdo que alguien me dijo. Pero eso era una tontería. Mis lágrimas eran necesarias. Estaban regando lentamente las semillas de mi recuperación. Y me recuperé como una alma mucho más fuerte, amable y sabia de lo que era antes.

Una década más tarde, esta lección se reforzó en mi vida dos veces más, una y otra vez, cuando Angel y yo perdimos a su hermano mayor, Todd, por un suicidio y a nuestro mutuo mejor amigo, Josh, por un ataque de Asma, un mes después.

La pena de perder a la gente que amo me dio el don de la conciencia… conciencia de que cada uno de nosotros perderá a alguien o algo que amamos, y que esta realidad es necesaria.

Es increíblemente difícil de comprender a veces, pero hay una razón para todo. Debemos conocer el dolor de la pérdida, porque si no lo conociéramos, tendríamos poca compasión por los demás y poco a poco nos convertiríamos en monstruos huecos de egoísmo, criaturas de puro auto-interés, sin estar nunca contentos con lo que tenemos. El terrible dolor de la pérdida le enseña humildad a nuestro orgullo, tiene el poder de calentar un corazón frío, y hacer a una persona aún mejor.

Entonces sí, el dolor puede ser una carga que nos devastará en el corto plazo, pero también puede ser un ancla saludable para curar y vivir bien en el largo plazo.

Como seres humanos, a menudo nos acostumbramos al peso de la pena y cómo nos mantiene en el lugar. Por ejemplo, Angel me dijo una vez: “Mi hermano morirá una y otra vez por el resto de mi vida, y estoy bien con eso; me mantiene más cerca de él.” Esta era la manera de Angel de recordarme que el dolor no desaparece. Paso a paso, respiración a respiración, se convierte en una parte de nosotros. Y puede convertirse en una parte saludable de nosotros también.

Aunque nunca podamos detener completamente la tristeza, simplemente porque nunca dejamos de amar a los que hemos perdido, podemos aprovechar efectivamente nuestro amor por ellos en el presente.

Podemos amarlos y emularlos viviendo con su magnificencia como nuestra inspiración diaria. Al hacer esto, ellos viven en el calor de nuestros corazones rotos que no se recuperan totalmente, y seguiremos creciendo y experimentando la vida, incluso con nuestras heridas. Es como romperse un tobillo que nunca se curará perfectamente, y que todavía duele cuando bailas, pero bailas de todos modos con una ligera cojera, y esta cojera sólo contribuye a la profundidad de tu actuación y la autenticidad de tu carácter.

4. Todo lo que experimentamos de primera mano en la vida es realidad.

A temprana edad a menudo nos enseñan a cuestionar las historias y rumores que escuchamos de otras personas, pero aceptar plenamente lo que vemos, oímos, sentimos y experimentamos de primera mano. En otras palabras, si lo vemos con nuestros propios ojos, lo oímos con nuestros propios oídos, o lo sentimos con nuestras propias manos, entonces lo que acabamos de ver, oír o sentir es ciertamente verdad. Y aunque esto pueda parecer una suposición lógica, no siempre es exacto.

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Como seres humanos, nuestro diálogo interno, o mentalidad, tiene un efecto drástico sobre cómo interpretamos las experiencias de vida del mundo real. Las historias que subconscientemente nos contamos a nosotros mismos no sólo cambian cómo nos sentimos por dentro, sino que cambian lo que vemos, lo que oímos, lo que experimentamos y lo que sabemos que es verdad en el mundo que nos rodea.

Esta es una de las principales razones por las que varias personas pueden pasar por la misma experiencia, pero interpretarla de manera diferente. Todos podemos tener una experiencia compartida pero una historia diferente resonando en nuestras mentes, y nuestra historia (nuestro diálogo interior) altera la forma en que nos sentimos cada paso del camino, por lo que cada uno de nosotros sale de esta experiencia compartida con un sentido poco diferente de lo que acaba de suceder. Y a veces esa ligera diferencia hace toda la diferencia del mundo.

¡La perspectiva lo es todo!

En cierto modo, las historias que nos contamos limitan nuestra perspectiva. Cuando entramos en una experiencia con una historia sobre cómo es la vida, eso tiende a ser todo lo que vemos. Este fenómeno me recuerda una vieja parábola en la que un grupo de hombres ciegos tocan un elefante por primera vez para conocer cómo es. Cada uno de ellos siente una parte diferente del elefante, pero sólo esa parte, como la pierna, el tronco, el lado o el colmillo. Entonces los hombres comparan con impaciencia las notas y se dan cuenta rápidamente que están en completo desacuerdo sobre como es un elefante.

Algo similar ocurre con nuestras experiencias pasadas. A algunos de nosotros nos rompieron el corazón. Algunos de nosotros perdimos a nuestros padres, hermanos o hijos en accidentes y enfermedades. Algunos de nosotros lidiamos con la infidelidad. Algunos de nosotros fuimos despedidos de empleos en los que confiábamos que lo estábamos haciendo bien. Algunos de nosotros fuimos discriminados debido a nuestro género o raza. Y cuando entramos en una nueva experiencia que despierta memorias prominentes de nuestra historia dolorosa del pasado, cambia nuestra perspectiva en el presente; la estrecha.

Cuando una experiencia negativa del pasado estrecha nuestra perspectiva actual, es en mayor parte un mecanismo de defensa. Todos los días de nuestras vidas se nos presentan un cierto nivel de incertidumbre, y a nuestros mecanismos innatos de defensa humana no les gusta esto ni un poquito. Así que nuestras mentes tratan de compensar llenando las lagunas de información aferrándose a historias son las que ya nos sentimos cómodos.

Terminamos subconscientemente tratando de darle un mejor sentido a todo en el presente mediante el uso de viejas historias y experiencias pasadas como relleno. Y aunque este enfoque funciona a veces, otras veces nuestras viejas historias y experiencias pasadas son completamente irrelevantes para el momento presente, por lo que terminan perjudicándonos mucho más de lo que nos ayudan.

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¡Deja que esto sea tu llamada de atención!

La próxima vez que te encuentres emocionalmente luchando con la “realidad” de una experiencia de vida en particular, pregúntate:

• ¿Cuál es la historia que me estoy contando sobre esta experiencia?
• ¿Puedo estar absolutamente seguro de que esta historia es verdadera?
• ¿Cómo me siento y me comporto cuando me cuento esta historia?
• ¿Qué otra posibilidad también podría hacer que el final de esta historia sea cierta?

Date el espacio para pensarlo cuidadosamente. Reflexiónalo, con atención. Y ten en cuenta que no se trata de demostrar que estás bien o mal.

Se trata de respirar profundamente, y darte espacio para ganar perspectiva.

5. Los malos hábitos son realmente difíciles de romper.

No puedo decirte cuántas veces he oído a la gente repetir el viejo cliché, “Los malos hábitos son realmente difíciles de romper”.

Pero esto no es cierto, porque “difícil” es una cuestión de perspectiva.

Lo que es cierto es que eventualmente te conviertes en lo que haces repetidamente. Si tus hábitos no te están moviendo hacia adelante, te están reteniendo. Y si te están reteniendo, es hora de un cambio.

Para la mayoría de nosotros (que no enfrentamos la depresión clínica, por ejemplo), cambiar nuestros hábitos es un proceso sencillo. Las personas que dicen lo contrario suelen estar simplemente poniendo excusas. Siempre quieren que las tareas sean 100% más fáciles, independientemente de lo fácil que ya sean. Y siempre es más fácil no hacer nada, en lugar de hacer algo. Siempre es más fácil quejarse, que comprometerse.

Admitir esto a veces duela, pero vale la pena hacerlo. Vale la pena recordar que cambiar un hábito es sólo cuestión de reconocer por qué estás haciendo lo que estás haciendo, y entonces reemplazar una pequeña acción por otra.

Pero ¿por qué estás haciendo lo que estás haciendo?

• ¿Qué te motiva a empezar un mal hábito en primer lugar?
• ¿Cómo es que tus mejores intenciones por tener buenos hábitos saludables han sido de alguna manera derrotados?

La respuesta colectiva a estas preguntas es simple:

Al igual que muchos seres humanos, todavía no sabes cómo hacerle frente al estrés y al aburrimiento de una manera saludable y eficaz.

Sí, la mayoría de tus malos hábitos se formaron subconscientemente como un método para lidiar con el estrés y el aburrimiento; te resistes a la realidad en lugar de trabajar en ella. Y estos hábitos no se acumulan en un instante, así que tampoco desaparecerán instantáneamente. Los construiste a través de la repetición, y la única manera de cambiarlos es también a través de la repetición; haciendo pequeños, simples, graduales cambios.

Para empezar, veamos cinco malos y extremadamente comunes hábitos:

• Desperdicio de tiempo y portegaciones
• Comer alimentos poco saludables
• Ver la televisión o jugar videojuegos durante varias horas al día
• Comprar constantemente cosas que no necesitas
• Inactividad general y falta de ejercicio

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Y algunos nuevos hábitos que puedes utilizar para reemplazarlos gradualmente:

• Toma el control de la situación: comienza con el primer (o el siguiente) paso más pequeño, para que las cosas no se vuelvan innecesariamente estresantes
• Sal y encuentra tu manera para saborear los alimentos saludables que realmente disfrutas
• Disfruta más tiempo jugando con tu familia y amigos
• Baila, toca algún instrumento musical, lee, escribe o trabaja en algún proyecto apasionante cuando estés aburrido
• Camina, correr, anda en bicicleta, nada o toma una clase de yoga

Entonces, una vez que tengas tu mente envuelva los hábitos específicos que deseas cambiar en tu vida, sigue estos simples pasos:

1. Escoge un nuevo hábito a la vez, y comienza en muy pequeño; sólo cinco minutos al día, si quieres que se te pegue.

2. Inicia responsabilidad social y motivación a través de Facebook, Instagram, etc. Declara el pequeño y diario cambio de hábito que estás haciendo, y entonces pídele a alguien que chequee con regularidad (preferentemente todos los días) para asegurarse de que estás cumpliendo.

3. Configura y se muy consciente de tus desencadenantes (por ejemplo, un disparador podría ser caminar a tu casa después del trabajo) y entonces realizar el nuevo hábito conscientemente cada vez que el disparador se produzca.

4. Aprecia tu nuevo hábito y rastrea los pequeños detalles de progreso que estás haciendo cada día; por ejemplo, pon una marca en tu calendario cada vez que completes tu hábito, aprecia visualmente la cadena de marcas diarios que estás creando, y haz que sea una prioridad nunca romper la cadena.

5. Una vez que te sientas cómodo con cinco minutos al día (quizás después de 30 días haciendo el hábito), aumenta a siete minutos al día, y entonces a diez minutos, y así sucesivamente.

Eso es realmente todo lo que hay que hacer; al menos esa es la base del cambio de hábito. Así que trata de no desperdiciar tu tiempo y energía resistiendo y luchando contra en donde estás en la vida. En lugar de eso, invierte tu tiempo y energía en llegar a donde quieres ir, un día a la vez, un pequeño paso a la vez.

Fuente: https://escuelapararicos.net/5-mentiras-aprendimos-cuando-eramos-mas-jovenes-todavia-vivimos-segun-ellas-hoy-parte-ii/

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