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Inversores vs. emprendedores

Por Nicolás Litvinoff

Unos hablan de rentabilidad esperada, costo de oportunidad, dólar, Lebacs y riesgo país. Otros hablan de proyectos, desarrollo industrial, revolución tecnológica y de cambiarle la vida a la gente.

Mientras unos se mueven en la economía financiera, los otros lo hacen en el ámbito de la la economía real, de la producción.

Sus realidades son muy distintas. También lo son sus ambiciones. Ambos grupos saben, sin embargo, que se necesitan mutuamente para alcanzar sus metas.

Inversores y emprendedores, dos motores fundamentales de la economía capitalista, fueron separados y enfrentados en nuestro país por la reciente devaluación del peso y sus consecuencias. El resultado de esa batalla, lamentablemente, no augura nada bueno.

Veremos a continuación las características de cada grupo, el fuego al que ambos están siendo sometidos y la peligrosa naturaleza de esta situación.

Emprendedores

Un inversor puede ser emprendedor y un emprendedor exitoso también se puede convertir en inversor aunque no lo haya planificado, pero los dos tienen claro que lo mejor que pueden hacer es concentrar su energía en lo que saben hacer: especular o crear empresas e innovar.

A los emprendedores no les importa mucho el dinero. Les interesa un poco, pero no demasiado. Su motivación pasa por otro lado. En su faceta más exacerbada, ponen la libido en cambiar el mundo. En la más modesta, quieren tener razón y enseñarles a sus pares algo nuevo.

Los emprendedores piensan con la cabeza “fuera de la caja”. Les genera placer encontrar salidas creativas a situaciones en las cuales la mayoría de la gente suele quedarse enredada de por vida. Son tomadores de riesgo. Adhieren a la romántica idea de que es mejor morir en el intento de cambiar su futuro que sobrevivir encerrados en una oficina.

Su momento de mayor creatividad surge en tiempos de crisis económicas. La mayoría de la gente se asusta con la posibilidad de perder lo poco que tiene, mientras que ellos, al no aferrarse demasiado a lo material, pueden aprovechar para pensar con profundidad cómo salir fortalecidos de la marejada. Linkedin, Facebook y Twitter nacieron luego de la crisis del Nasdaq de 2001. Uber y Airbnb aparecieron tras la crisis de las hipotecas de 2008.

Por lo general, el Estado no les brinda ayuda cuando les cuesta plasmar sus ideas o estas no parecen resultar atractivas para la sociedad. Sin embargo, las autoridades los idolatran cuando con sus ideas nos cambian la vida.

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Al emprendedor de pura cepa no le importa tener que dormir en un colchón de un monoambiente compartido mientras realiza su obra y sigue su causa. No obstante, sabe muy bien que para crecer en algún momento necesitará relacionarse con inversores. Ellos pueden darle nafta a su motor.

Hoy en día, los emprendedores argentinos están en serios problemas. El tsunami devaluatorio y el creciente peso del capital financiero los agobia.

Inversores

Una parte importante de la liquidez inmediata de los 50.000 millones de dólares que el Banco Central posee en reservas puede pertenecerles en un abrir y cerrar de ojos. Una salida masiva generaría una sangría de por lo menos 22.000 millones de dólares.

Lo bueno es que, contrariamente a lo que se piensa, los inversores locales e internacionales están relativamente contentos con el país y, por ahora, toleran bien sus contingencias.

Lo malo es que las tasas de rentabilidad reales que pueden obtener fácilmente con la especulación financiera (carry trade, títulos públicos, Lebacs, etc.) no existen en ningún otro lugar del mundo.

Pero no todo es un lecho de rosas para los inversores: miran de reojo el cambio constante de las reglas de juego, se sorprenden con las contradicciones del Gobierno (impuesto a la renta financiera, intento de baja de tasas de Lebacs con inflación en aumento) y son muy conscientes de que arriesgan su capital en cada decisión que toman en Argentina.

Saben que sus ganancias serían más seguras y consistentes en una economía previsible, pero se dejan tentar por las grandes oportunidades que generan las turbulencias nuestras de cada día. Venden dólares, compran Lebacs y dólar futuro al vencimiento. Compran acciones de empresas de servicios antes de que se apruebe el aumento de tarifas, venden en corto bonos del Estado cuando comienza la corrida cambiaria, vuelven a refugiarse en dólares cuando el resto vende pensando que lo peor ya pasó. Es que el negocio hoy para los inversores es pura y exclusivamente especulativo. Financiar la producción no es rentable en las condiciones actuales.

Siguiendo la lógica que analizamos semanas atrás, los inversores buscan sus propios beneficios y es el Estado el que se siente en la obligación de congeniar esos intereses con los del resto de la sociedad.

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Inversores vs. emprendedores

Esta batalla no se da estrictamente en el presente puesto que ambos grupos viven mirando el futuro. Al inversor no le interesan los resultados financieros ya anunciados por una empresa sino cuál será su destino. El emprendedor, por su parte, crea una empresa con la meta de mejorar la vida de la gente y enriquecerse, tanto con dinero como con prestigio y poder.

En la Argentina de hoy, el triunfo de la economía especulativa sobre la productiva deja a los emprendedores sin financiamiento: ¿Qué inversor va a arriesgar su capital en un nuevo emprendimiento cuando puede obtener muy buenos resultados con simples maniobras financieras?

En este contexto, el inversor no le atiende el teléfono al emprendedor y se vuelca a la especulación de corto plazo. Este divorcio entre ambos grupos termina perjudicando a una sociedad que se queda vacía de innovación. La demanda agregada, el empleo y la producción son las primeras víctimas de un círculo vicioso de más deuda, más tasa y más devaluación.

Solo nos queda implorar que esta situación sea temporaria y que el Estado genere las condiciones para que inversores y emprendedores puedan hacer las paces.

El objetivo es común a todos: retomar la senda del crecimiento sólido y duradero.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/2140999-inversores-vs-emprendedores

 

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