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Por qué a veces tomamos decisiones que nos perjudican

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Hace ya tiempo leí una historia que me llamó mucho la atención.

Era la historia de un pueblo de la India en el que había una plaga de serpientes que tenía aterrorizada a la población.

Todos los días había que atender a varios vecinos por mordeduras, los niños no podían ir al colegio, y los viajeros no querían ni asomarse por allí para evitar cualquier riesgo.

Ante esta grave situación, el alcalde decidió tomar cartas en el asunto y anunció una recompensa de 10 monedas de oro a cualquier persona que matase a una serpiente y entregase su piel como prueba, esperando que esto atrajese a hombres valientes que le ayudasen a resolver el problema. Y no se equivocó.

Unos días después del anuncio, empezaron a llegar al pueblo cazadores de serpientes en busca de riquezas, e inmediatamente la cantidad de reptiles empezó a disminuir.

Poco a poco, el pueblo fue recuperando la sonrisa

Los niños jugaban en las calles, la gente podía salir de sus casas sin miedo y todos celebraban la sabia decisión del alcalde.

Sin embargo, las buenas noticias no duraron mucho tiempo.

A las pocas semanas, el pueblo se volvió a llenar de serpientes y, aunque los cazadores seguían matándolas y reclamando su dinero, el número de reptiles no dejaba de crecer.

Finalmente, tras unos meses en esa situación, el ayuntamiento se arruinó, los caza-recompensas se marcharon y el pueblo acabó abandonado.

FIN.

Como ves, la historia que te he contado no tiene final feliz

Los habitantes tuvieron que huir y las serpientes tomaron el pueblo.

Pero… ¿qué narices fue lo que pasó? ¿Por qué las serpientes volvieron a aparecer de repente si la plaga ya estaba controlada?

Muy sencillo.

Aunque en primera instancia el anuncio del alcalde había hecho que el pueblo se llenase de cazadores dispuestos a matar serpientes, eso tuvo otras consecuencias inesperadas.

Cuando los cazadores se quedaron sin serpientes que cazar, como no querían renunciar a la jugosa recompensa, empezaron a criar sus propias serpientes y a soltarlas en las calles, para luego poder cazarlas y cobrar sus monedas de oro.

Eso hacía que el número total de serpientes no disminuyese a pesar de que todos los días morían unas cuantas.

Y mientras tanto, el alcalde seguía pagando y pagando… hasta que un día el pueblo se quedó sin dinero y quebró.

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Su iniciativa, que tenía como objetivo solucionar el problema de las serpientes, no sólo no lo arregló, sino que tuvo el efecto contrario.

Y todo porque había ignorado las consecuencias de segundo y tercer orden.

Consecuencias de segundo y tercer orden

En mi último artículo explicaba que vivimos en un mundo complejo e interconectado, donde una acción nunca tiene una única consecuencia.

Siempre hay múltiples consecuencias, que a su vez generan otras consecuencias, que a su vez generan otras consecuencias… y así en varios niveles.

Al primer nivel de consecuencias, a las consecuencias más inmediatas, las podemos llamar consecuencias de primer orden.

Al segundo nivel de consecuencias, las consecuencias causadas por las consecuencias de primer orden, las podemos llamar consecuencias de segundo orden.

Al tercer nivel de consecuencias, las consecuencias causadas por las consecuencias de segundo orden, las podemos llamar consecuencias de tercer orden.

Y así sucesivamente.

El error que cometió el alcalde fue que sólo tuvo en cuenta las consecuencias de primer orden de su iniciativa (que viniesen al pueblo cazadores a matar a las serpientes), e ignoró las consecuencias de segundo orden (que cuando dejase de haber serpientes los cazadores iban a dejar de cobrar) y de tercer orden (que los cazadores iban a criar sus propias serpientes para poder seguir cobrando).

Justamente el mismo error que cometemos nosotros cuando asumimos que más siempre es mejor.

Sobrevaloramos las consecuencias de primer orden, pero nos olvidamos de todas las demás.

Por ejemplo, a la hora de evaluar un ascenso, nos fijamos únicamente en el aumento de ingresos que vamos a conseguir (consecuencia de primer orden), e ignoramos que nos van a pagar más para que asumamos más responsabilidades (consecuencia de segundo orden), y que esas nuevas responsabilidades pueden resultar en más horas en la oficina, más estrés y un trabajo más aburrido (consecuencias de tercer orden).

Cómo tomar mejores decisiones

Este concepto de consecuencias de primer orden, segundo orden y tercer orden lo aprendí de Ray Dalio, y quería compartirlo contigo porque me parece imprescindible para crear una vida feliz.

Y es que, en muchas ocasiones, nos jodemos la vida nosotros mismos porque tomamos decisiones fijándonos sólo en las consecuencias inmediatas e ignorando todas las demás.

Por ejemplo…

  • Elegimos comida basura porque sabe bien (consecuencia de primer orden) e ignoramos el efecto que va a tener en nuestro cuerpo (consecuencia de segundo orden). Al final, acabamos obesos y con problemas de salud.
  • Nos metemos en una hipoteca a 30 años porque queremos tener nuestra propia casa (consecuencia de primer orden) e ignoramos lo mucho que esa deuda puede llegar a limitar nuestra libertad (consecuencia de segundo orden). Al final, acabamos encadenados a un trabajo que odiamos porque tenemos que pagar al banco todos los meses.
  • Nos obsesionamos con que nuestra empresa crezca lo más rápido posible para ganar más dinero (consecuencia de primer orden) e ignoramos la responsabilidad que conlleva gestionar una empresa grande y con más empleados (consecuencia de segundo orden). Al final, acabamos estresados y sin tiempo para nuestra familia.
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Si te fijas, en la mayoría de los casos las consecuencias de primer orden son muy tentadoras (placer, posesiones, dinero), pero no tienen un gran impacto en nuestra felicidad.

Por el contrario, las consecuencias de segundo y tercer orden sí que afectan a lo verdaderamente importante en la vida (salud, libertad, relaciones).

Esto hace que muchas veces nos dejemos llevar por la tentación y sacrifiquemos, sin darnos cuenta, cosas que son mil veces más valiosas.

El secreto para no caer en este error es muy sencillo:

A la hora de tomar cualquier decisión, ten en cuenta todas las consecuencias de la misma, no sólo las consecuencias de primer orden.

No te quedes sólo en lo inmediato. Mira también más allá.

Porque si sólo tienes en cuenta “algunas” consecuencias, puede que acabes consiguiendo lo contrario a lo que querías conseguir.

Justo como le pasó al alcalde de nuestra historia.

Fuente: https://viviralmaximo.net/consecuencias/

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Comentarios (2)

  1. Elena dice:

    Excelente artículo, para leerlo y releerlo cada cierto tiempo.Me hizo pensar en decisiones erradas que cometí por “sobrevalorar las consecuencias de primer orden y olvidar las demás”…

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