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Cómo hacer para que la procrastinación no asesine tus proyectos

Por Adrián Triglia

Gran parte de las citas célebres y frases sabias de la vida que más nos vienen a la cabeza en momentos difíciles hacen referencia al poder de la paciencia en nuestro día a día.

George Savile, por ejemplo, dijo que “un hombre que es un maestro en la paciencia es un maestro en todo lo demás”. Sería una pena que la costumbre de postergarlo todo, también conocida como procrastinación, matase el potencial que tienen todas las personas por el simple hecho de poder llegar a gestionar bien su tiempo.

La procrastinación, esa tendencia tan frecuente a dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, es una muestra de hasta qué punto patrones de pensamiento que no se ajustan a lo racional pueden llegar a generar problemas que son alimentados por el simple paso del tiempo.

No solo nos sumerge en una dinámica de conductas en la que posponemos indefinidamente aquello que en teoría sabemos que tenemos que hacer, sino que nos obliga a estar buscando continuamente ocupaciones alternativas para justificar nuestra falta de dedicación a la tarea más importante.

Esto puede tener un gran impacto si la procrastinación aparece aplicada a un proyecto profesional rentable a largo plazo.

La procrastinación en el contexto del trabajo

En el mundo de las empresas se da una curiosa paradoja: a la vez que se tiende a buscar la consecución de objetivos a corto plazo, también se busca la obtención de los máximos beneficios posibles.

Se trata de una paradoja porque algunos de los proyectos más interesantes no empiezan a generar valor añadido y a resultar rentables hasta que han pasado varios meses desde que fueron emprendidos.

Es decir, que para poder aspirar a un nivel de ganancias muy alto, hay ocasiones en los que se tiene que renunciar a los incentivos a corto plazo.

Si se tiene suerte, un grupo de inversores y socios hará desaparecer parcialmente esta sequía inicial, pero… ¿qué pasa si no conseguimos este tipo de ayuda, o bien por la naturaleza de nuestro trabajo, no podemos aspirar a contar con socios de este tipo? ¿Qué sucede en los momentos previos al punto en el que podemos presentar un plan con cara y ojos que presentar a gente que podría apostar por el proyecto?

¡Faltan incentivos!

Es posible que la falta de recompensas inmediatas haga que lo terminemos postergando todo y que dejemos pasar la oportunidad o bien creemos un problema enquistado por estar comprometidos y a la vez no estarlo.

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Además, la procrastinación tiene como característica que no puede ser justificada, es decir, que resulta difícil de disculpar sin caer en contradicciones o sin utilizar argumentaciones basadas en situaciones falsas.

Esto se debe a que la procrastinación no se fundamenta en la racionalidad, sino en la evitación del malestar inmediato y la búsqueda del placer a corto plazo por lo que postergamos lo que debe ser hecho porque nuestro comportamiento se ajusta a un marco de pensamiento en el que solo importa el presente.

Esto significa que la procrastinación puede aparecer en una gran variedad de situaciones y contextos que en ocasiones puede resultar dañina a la hora de cuidar de nuestra salud y por supuesto, también nuestra vida laboral.

¿Qué hacer para evitar procrastinar?

Mitigar los efectos de la procrastinación pasa por “crearse” metas a corto plazo. Esto pasa por fragmentar las partes del proyecto en fases cortas que pueden ser emprendidas de inmediato y completadas en cuestión de horas, y sucede también por colocarnos deadlines que marquen claramente, y de manera bastante rígida, el momento en el que hemos de haber completado una de las tareas.

En resumidas cuentas, lo que debemos hacer es invertir la lógica por la que se reproduce la procrastinación. Si lo que tenemos que hacer carece de incentivos suficientes a corto plazo deberíamos construirlos para la resolución de la tarea.

Por ejemplo, podemos premiarnos con un antojo que nos guste después de haber redactado la primera página de un documento, o podemos regalarnos una sesión de cine después de una tarde de trabajo intensivo en la que hemos cumplido los sub-objetivos que nos hemos programado.

En este sentido, varias investigaciones indican que los exámenes semanales hacen que los estudiantes rindan mejor en los exámenes finales en comparación con aquellos que tienen total libertad para programarse su modo de estudio, y lo mismo puede ser aplicado al trabajo de manera individual.

Lo importante es encontrar motivos para empezar ya las tareas, independientemente de si estos motivos se basan en recompensas o en la presión que generan las obligaciones inmediatas.

Una reflexión final

Puede que lanzarnos a abordar ciertas tareas en el aquí y el ahora resulte algo incómodo, pero dejará de serlo si creamos las condiciones para que nos convenza la idea de empezar a trabajar.

Todo se ve desde una perspectiva distinta una vez nos hemos sumergido en el proyecto. A fin de cuentas, el simple hecho de haber empezado algo es un incentivo para terminarlo.

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Fuente: https://escuelapararicos.net/como-hacer-para-que-la-procrastinacion-no-asesine-tus-proyectos/

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