Hace ya un tiempo que Tim Brown comenzó a cambiar la manera de ver los procesos de diseño. Puso del revés los fundamentos básicos y aplicó los resultados a las estrategias de innovación empresarial y social.
El design thinking es un método que aplica la manera de abordar la creación propia del diseño a la resolución de problemas. Se trata de “adecuarse a las necesidades de la gente con lo que es tecnológicamente factible y viable como estrategia empresarial.” Como el diseño, pone a las personas en el centro del proceso.
Lo revolucionario de esta perspectiva es que invierte los procesos tradicionales: en vez de elegir la mejor opción de una serie, generar nuevas opciones; en vez de volver a nuestro enfoque habitual convergente, tomar un enfoque divergente para explorar nuevas soluciones, nuevos conceptos, nuevas ideas que no habían existido.
Una nueva manera de generar productos y servicios centrándonos menos en el objeto y más en las personas y el contexto de uso.
Es una búsqueda de la innovación para crear productos y servicios útiles. Como estrategia de negocio busca que aquello que es un valor para las personas se convierta también una una oportunidad para el mercado.
Con esta metodología la diferencia se establece desde el principio, en las etapas iniciales del proyecto. Es más, el proyecto mismo podría/debería surgir bajo este modelo.
El design thinking ha comenzado a estar en boca de todos desde que no solo las grandes organizaciones tecnológicas (como Google) sino también otras grandes empresas (como Zara) han ido incorporándolo a su estrategia.
Es importante tener en cuenta que, a veces, en empresas muy estructuradas y jerárquicas, conviene aplicar antes una serie de modificaciones para evitar someter el proceso a esas dinámicas duras que lo llevarían seguramente al fracaso.
En cambio, las innovaciones disruptivas suelen encajar muy bien en las empresas pequeñas y start-ups debido a sus estructuras más flexibles y más permeables a la innovación. Además, las ventajas del design thinking aparecen muy rápidamente, el primer prototipo ya nos da una solución clara, bien definida y con un valor bien delimitado.
Dice Tim Brown que este método no es sólo una manera de diseñar, ni siquiera, una manera de generar negocio o de encontrar soluciones a los problemas de las personas. Es eso, sí, pero mucho más y puede aplicarse en multitud de casos y situaciones.
Pon patas arriba la forma tradicional de pensar
La clave está en el llamado pensamiento integrador que consiste en explotar ideas opuestas, en integrar lo distinto y lo contrario. La segunda llave pasa por la observación, por entender la cultura y el contexto, empezar por la gente y su cultura, por eso habla de “antropocentrismo.”
A partir de ahí, se comienza a pensar el consumo como potencial de participación, la relación pasiva entre consumidor y fabricante, como “compromiso activo de ambos en experiencias significativas,” productivas y rentables. La idea es que estos procesos permiten crear y medir muchas más formas de valor (“el diseño tiene más impacto cuando se pone en manos de todos”).
Si hemos comenzado a asimilar estas ideas ya podemos intentar aplicar el método. Crea un buen equipo de trabajo, busca un espacio abierto donde se puedan manipular objetos, las formas reales siempre ayudan a imaginar nuevos conceptos.
Definir – Investigar – Idear – Prototipar – Elegir – Implementar – Aprender