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Pensamiento grupal: El síndrome del malentendido colectivo.

Por Eduardo Sáenz de Cabezón. 

Se llama síndrome del malentendido colectivo y es una mierda. Es cuando la gente se equivoca en masa y, además, cuantos más somos, más nos equivocamos. Una especie de jarro de agua fría para los fans de la inteligencia colectiva.

Está claro que muchas veces las colectividades pueden hacer cosas que son algo más que la suma de las capacidades de sus individuos, que el grupo suma, vaya. En esta era de internet, hay mil experiencias de esto en autogestión, en democracia deliberativa, ciencia ciudadana o mecanismos colectivos de toma de decisiones.

La inteligencia colectiva, desde las hormigas a los ordenadores, no deja de asombrar a matemáticos, antropólogos, biólogos y científicos de la computación.

Pero, claro, esto de decidir juntos tiene sus puertas traseras, y lo malo es que no siempre son fáciles de ver. Los investigadores han descrito hace tiempo lo que se conoce como group thinking, cuando la gente se acomoda a la opinión del grupo aunque no coincida con la suya.

A veces pasa porque queremos ser aceptados, claro, pero otras veces el razonamiento que nos hace cambiar de opinión es que cuando vemos que un grupo es unánime en algo, pensamos que no pueden estar equivocados y acabamos cambiando la nuestra para unirnos a ese supuesto acierto general.

Y ahí es cuando cuando cobra importancia lo del síndrome del malentendido colectivo.

Les cuento. Pongamos que los miembros de cualquier grupo tienen que tomar una decisión u opinar sobre algo, y que cada individuo tiene una probabilidad de estar equivocado. Resulta que las matemáticas prueban (no es difícil hacer las cuentas) que si dos personas poco fiables coinciden en una opinión, entonces la fiabilidad de esa opinión ¡disminuye!

Vamos, que cuando coinciden dos descaminados, su fiabilidad colectiva es menor que la individual.

Y además, cuantos más sean los equivocados que coinciden, menor es la probabilidad de que emitan un juicio acertado. Vamos, que la colectividad no solo refuerza el acierto, sino también el error.

Hasta las hormigas, el paradigma de la inteligencia colectiva, caen en esa trampa: a veces una hormiga equivoca el trazo de feromonas, se desvía de su fila y enlaza con alguna de las que le siguen por atrás, provocando que la fila se convierta en un círculo de hormigas que da vueltas sobre sí mismo y llegan incluso a condenar a muerte al grupo.

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O sea, que las matemáticas demuestran que hay veces que la colectividad no mitiga el disparate, sino que lo potencia, contrariamente a lo que parecería de sentido común. Y esa abundancia en el error se produce cuando personas con juicio independiente pero poco fiable se unen en una misma opinión.

Estas condiciones se dan ante situaciones novedosas, cambios bruscos, crisis o conceptos pobremente explicados o insuficientemente conocidos. La coincidencia de opiniones fiables fortalece el acierto, pero la coincidencia de opiniones erróneas no reduce el error, lo aumenta.

¿Qué hacer entonces? La cosa está clara: reforzar la fiabilidad de los individuos, para que se generen unanimidades positivas y se minimice la probabilidad de que surjan las perversas. En un mundo donde cada vez los medios para una democracia real son mayores, debemos armarnos para ejercerla con garantías. Me gusta cómo lo decía Carl Sagan:

«En todo gobierno sobre la Tierra hay algún rastro de debilidad humana. Todo gobierno degenera si se confía solamente a los gobernantes. El pueblo es el único depositario seguro, pero para que exista seguridad debe cultivar el pensamiento. Si no podemos pensar por nosotros mismos, somos masilla en manos de los que ejercen el poder».

En eso estamos.

Fuente: https://manuelgross.blogspot.com/2018/10/pensamiento-grupal-el-sindrome-del.html

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