En lo que sigue exploraremos algunos de los aprendizajes que estos grupos de investigadores pudieron realizar y sus consecuencias prácticas.
“La felicidad no llega de forma automática, no es una gracia que un destino venturoso puede concedernos y un revés arrebatarnos; depende exclusivamente de nosotros. No se consigue ser feliz de la noche a la mañana, sino a costa de un trabajo paciente, realizado día tras día. La felicidad se construye, lo que exige esfuerzo y tiempo. Para ser feliz hay que saber cambiarse a uno mismo”.
Luca y Francesco Cavalli-Sforza
En los últimos años, la ciencia está estudiando más en profundidad el mundo emocional y la conciencia humanas. Se han revalorizando las disciplinas orientales milenarias como la meditación budista y otras prácticas contemplativas. Recientemente se han desarrollado estudios que ponen en evidencia su poder de transformación emocional sobre las personas que las practican.
Efectivamente, los estudios comenzaron con un monje que fue sometido a observación mediante distintos aparatos que permiten medir los patrones de actividad del cerebro. Mientras la actividad de su cerebro era observada, el monje se sumergió en distintos estados de meditación, habituales en la práctica de un monje budista: visualización, amor y compasión, fuerza interior y devoción.
Los resultados fueron sorprendentes:
Los occidentales tenemos un verdadero tesoro de saber pragmático en esas antiguas prácticas, en tanto prácticas de desarrollo de la conciencia y de la vinculación profunda entre los dominios corporal, emocional y mental. Debemos aprender de estas tradiciones a desarrollar conciencia del origen de nuestras emociones para poder actuar con la emoción y no dominados por ella.
El desarrollo de la competencia emocional implica desarrollar formas prácticas de relacionarse con los estadios de evaluación, impulso y acción vinculados con la emoción. Cuando no podemos dar un curso efectivo y productivo a nuestras emociones, éstas pueden dar lugar a estados de ánimo predominantes y finalmente a rasgos de temperamento mas cristalizados.
“Las emociones negativas que se expresan en forma de agresiones violentas, malintencionadas o hirientes, siempre impiden la comunicación efectiva y dañan las relaciones, por lo cual es necesario recuperar la serenidad y controlar la irrupción de sentimientos negativos. De ese modo será posible lograr una comunicación exitosa […] Como un diapasón, los individuos tienen el poder de modificar las reacciones emocionales de los demás tan solo conteniendo y atenuando sus propias respuestas emocionales”.
John W. Jacobs
En la obra “Metamanagement”, Fredy Kofman cita la obra de MacLean sobre la estructura del cerebro que nos será útil como referencia para interpretar el fenómeno de emergencia de las emociones:
“Paul MacLean es el creador de una teoría sobre el cerebro humano que ha influido fuertemente en las ciencias cognoscitivas.
‘El hombre -sostiene MacLean- se encuentra en el predicamento de que la naturaleza lo ha dotado esencialmente con tres cerebros, los cuales a pesar de las grandes diferencias de estructura, deben funcionar juntos y comunicarse el uno con el otro. El más antiguo de esos tres cerebros es básicamente reptil.
El segundo ha sido heredado de los mamíferos inferiores, y el tercero es un desarrollo posterior de los mamíferos que, en su culminación en los primates, ha hecho al hombre específicamente hombre. Hablando alegóricamente de los tres cerebros que coexisten dentro del cerebro, podríamos imaginarnos que cuando el psiquiatra le pide al paciente que se tienda en el sofá, le esta pidiendo que se siente junto a un caballo y un cocodrilo… El cerebro reptil está lleno de tradiciones y memorias ancestrales y hace fielmente lo que indican los antepasados, pero no es muy bueno para enfrentar nuevas situaciones ya que tiene relativamente baja autonomía, y actúa mediante reflejos y comportamientos instintivos.
Al evolucionar el cerebro se produce el inicio de la emancipación de la inflexibilidad ancestral con la aparición del cerebro mamífero primitivo, que la naturaleza construye sobre el reptil (…) Investigaciones realizadas durante los últimos veinte años han mostrado que el cerebro mamífero primitivo juega un papel fundamental en el comportamiento emocional. Tiene una mayor capacidad que el cerebro reptil para aprender nuevas estrategias y soluciones a problemas a partir de la experiencia inmediata. Pero al igual que el cerebro reptil, no tiene la habilidad necesaria para poner sus sentimientos en palabras.’
El neocórtex, el lugar en el cual la información se procesa en la forma característica de la mente auto-reflexiva, permite que el hombre experimente su vida emocional con conciencia.”
Podemos decir que hay tres estadios respecto a la emergencia de la emoción. Al primero de ellos podemos llamarlo evaluación, en el cual construimos una valoración de nuestra circunstancia.
Esta evaluación abre paso a un segundo estadio que es el del impulso emocional, que es el que encontramos asociado a manifestaciones fisiológicas, como por ejemplo la transpiración de las manos y la aceleración del pulso cardíaco frente a la eventualidad de chocar con nuestro automóvil.
Esto lleva al tercer estadio, que es el de la acción. En nuestra vida cotidiana y en ausencia de situaciones de elevado stress nuestras acciones se generan luego de un proceso de reflexión muchas veces disparado por el impulso emocional. Muchas veces el proceso de evaluación es muy rápido y casi inconsciente, existen muchas evaluaciones asimiladas históricamente que rigen, de alguna manera, nuestro comportamiento.
En algunos casos el impulso emocional puede producir lo que Daniel Goleman, autor de famoso libro “Inteligencia Emocional”, denomina secuestro emocional. Este es un estado en el cual nuestros impulsos más primarios (cerebro reptil) dominan nuestra conducta y, volviendo al ejemplo anterior, hacemos una maniobra refleja para evitar el choque, y en algunos casos puede que después nos preguntemos “como fui capaz de hacer semejante cosa, si lo pensaba no lo hacía”.
Cuando actuamos en estado de secuestro emocional nuestras acciones son ejecutadas más allá de nuestra reflexión (el neocórtex pasa a un segundo plano).
El secuestro emocional del que habla Goleman se relaciona con el hecho de que cuando ciertas emociones nos embargan no podemos separar el sentir la emoción del inicio de ciertas acciones. Nos insultan y se desencadena una pelea a golpes de puño, nos ¨encierran¨ con el auto y nos bajamos dispuestos a una lucha ¨a muerte¨.
En general, pasada la intensidad de la emoción, nos sentimos mal por las acciones que tomamos capturados por la emoción. Un aspecto básico de la competencia emocional es el de poder separar la instancia del impulso emocional, de la de la acción.
En la obra “Emociones Destructivas” que mencionábamos antes, Goleman relata una presentación de Paul Ekman, en la que al describir las instancias de evaluación, impulso emocional y acción, plantea que estas tres instancias son tres puntos de apoyo de nuestra conciencia para aumentar nuestra competencia emocional.
Cuando caemos en un secuestro emocional, podríamos decir que es- tos tres momentos colapsan en un todo indiferenciado en la conciencia de quien lo padece. Por ejemplo, nos enojamos ante una dada circunstancia y el impulso es casi instantáneo porque se gatilló una evaluación asimilada respecto de lo que significa actuar respetuosamente en una situación particular.
Casi simultáneo con el impulso emocional se desencadena la acción de insultar a la persona que actuó de manera irrespetuosa, por ejemplo. Probablemente luego de unos minutos y una vez que la emoción comenzó a disiparse, comencemos a sentirnos mal por nuestras acciones, culpables por haber actuado de manera violenta y quizás hasta considerando que hicimos lo mismo que criticábamos en la otra persona. El desafío es aprender a actuar en el contexto de la emoción de manera de ser efectivos e íntegros con nuestros valores.
Veamos los tres trabajos fundamentales a realizar para desarrollar competencia emocional:
Conciencia del impulso emocional. Un primer entrenamiento es el de aprender a observar nuestra propia emoción. Desarrollar la capacidad de observarnos y distinguir la emergencia de nuestros impulsos emocionales.
Veamos como describe esta capacidad Fredy Kofman en su obra “La Empresa Consciente”:
“Si expandimos nuestro espacio interior, podemos contener nues- tras emociones sin reprimirlas. Para ampliar nuestra conciencia es necesario que adoptemos una perspectiva que nos permita observar una emoción con desapego, es decir, actuar como “testigos” de nuestras propias emociones, tomar la información que nos ofrece y dar una respuesta en alineamiento con nuestros valores. La actitud sería semejante a la que se necesita para controlar a un caballo salvaje. Si lo mantiene atado o lo encierra en un corral, se enfurecerá, lo cual será peligroso para el propio animal y para aquellos que estén cerca de él. Si lo deja libre en un campo de gran extensión, podrá correr a su voluntad y gastar todo el exceso de energía sin dañarse a sí mismo o a los demás. En consecuencia, es aconsejable ofrecerles mucho espacio a las emociones en lugar de confinarlas.”
Es de gran utilidad, para el cultivo de esta conciencia del impulso emocional, la conexión con la propia respiración -respirar profundamente- y observar como la emoción se expresa en nuestro cuerpo como ciertos síntomas: aceleración del ritmo cardíaco, sudoración, tensión muscular, etc. Es efectivo poder contemplar nuestros juicios en torno a la emoción y desapegarnos de ellos.
Conciencia de la acción. Una segunda instancia de cultivo de competencia emocional implica desarrollar la capacidad de observar cómo el impulso emocional nos mueve a la acción de manera de evaluarlas preguntándonos si esas acciones están alineadas con nuestros valores. Esta conciencia nos permitirá sentir intensamente una emoción sin que se traduzca en acciones producto del secuestro emocional.
Las diferentes disciplinas de meditación son de suma importancia y utilidad práctica para desarrollar competencia en las instancias de con- ciencia del impulso emocional y de la acción.
Conciencia de la evaluación. El desarrollo de la capacidad de observar nuestros impulsos emocionales y las acciones que se derivan de ellos nos permite indagar en la evaluación que da lugar a la emoción. Lo que veremos a continuación se relaciona con la respuesta a dos preguntas básicas al querer reflexionar sobre nuestras emociones y tomar acción.
Luego de haber podido reconocer nuestra emoción hay dos preguntas que son centrales: ¿Qué es lo que generó esta emoción? y ¿Que podría hacer para responder a esta circunstancia de manera integra y efectiva?
Veamos la forma que pueden tomar estas preguntas al profundizar en cada una de las emociones básicas que vimos antes, inspirándonos una vez más en el trabajo de Kofman:
La reconstrucción lingüística de la emoción puede permitir la apertura de nuevas posibilidades de acción para hacernos cargo de la emoción de manera efectiva, explorando acciones alineadas con nuestros valores y objetivos.
“[Después de analizar 181 modelos de competen- cia en 121 organizaciones de todo el mundo] he descubierto que el 67%, dos de cada tres, de las habilidades consideradas esenciales para un des- empeño efectivo eran competencias emocionales. Si se la compara con el coeficiente intelectual y la pericia, la maestría emocional es doblemente im- portante”. Daniel Goleman
La articulación de estados de ánimo podemos asociarla con una tríada sobre la que podemos intervenir para propiciar estados que nos resulten pertinentes para tomar una acción efectiva en un dominio dado.
Uno de los elementos de la tríada es el foco de nuestra conciencia. Ante una situación dada por ejemplo, ¿Hacemos foco en el obstáculo que enfrentamos o en las formas posibles de solución? Ante una situ ción que juzgamos injusta, ¿Hacemos foco en buscar culpables o en re- levar nuestras posibilidades de acción? El foco que adoptemos tendrá un impacto central en nuestro ánimo.
El foco en los obstáculos suele producir agobio, mientras el foco en la búsqueda de soluciones suele producir el animo de resolución.
Un segundo elemento de la triada es la forma en que usamos el lenguaje, lo que decimos y las interpretaciones que hacemos. Por ejemplo,
¿Cómo interpreto lo que ocurre? ¿Como un castigo o como un desafío?
¿Qué juicios automáticos me asaltan cuando algo inesperado ocurre?
¿Cómo impactan esos juicios en mis posibilidades de acción?
El último elemento de la tríada es la fisiología, ¿Qué disposiciones corporales, patrones respiratorios y gestos me permiten cultivar el esta- do de ánimo que considero relevante para la acción? ¿Qué disposiciones corporales, patrones respiratorios y gestos me obstaculizan configuran- do un estado de ánimo que me impide tomar las acciones deseadas?
Hay dos labores centrales para un líder. En primer lugar, la labor de producir un desplazamiento anímico que genere un ánimo aceptación, resolución y ambición en sí mismo y en sus equipos.
En segundo lugar, la labor de desarrollar la competencia emocional que haga que no sea la incapacidad para lidiar con emociones como el miedo o el enojo, que va emerger a partir de los quiebres en la ejecución, lo que ponga un techo a su desempeño y el de sus equipos.
Fuente: http://juancarloslucas.com.ar/competencia-emocional/