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¡¡Dejad de decir que el fracaso es bueno!!

Por Amalio Rey

El bueno de Felix Lozano nos invitó por Twitter a un debate, el otro día, con esta pregunta: ¿qué queréis que le preguntemos [al ponente de hoy] sobre el exceso de uso del término #fracaso en los últimos tiempos?, y esta otra: ¿es tan importante aprender a fracasar para hacer bien las cosas? Esta invitación la hacía a propósito de una TL Talks que llevaba el título de: “El éxito de fracasar”. Lo que menos importa es el ponente, porque además de que no quiero personalizar, hablamos de una tendencia generalizada que se ha puesto de moda por mucha gente.

¿”El éxito de fracasar”? Pues sí, resulta que ahora fracasar es exitoso. Sorprendente paradoja que, ya adelanto, no se sostiene. Me resulta cansina esa nueva moda del management de venerar el fracaso como un paso necesario para el éxito seguro. Apúntate esto: ¡¡No hay evidencias de causalidad entre uno y el otro!! Está bien aprender a aceptar el error, cuando hacemos las cosas mal, pero predicar eufóricamente sobre las virtudes del fracaso como algo que merece vivirse por sí mismo me parece banal e hipócrita. Ahora vender el fracaso como necesidad se ha convertido, de hecho, en un negocio más, de los muchos que nos ponen cada año en los escaparates de las tendencias de pensamiento a las que nos empujan a apuntarse.

En la tesis que defienden las virtudes del fracaso suelen citarse una “selección de fracasos que cambiaron el mundo” pero que, como ya sabemos, tienen mucho sesgo de confirmación. La fórmula, de la que usan y abusan los predicadores-del-fracaso, es seleccionar interesadamente unos pocos personajes que llegaron al éxito después de un “fracaso” sonado, para hacernos creer que esa es la regla, cuando en muchos casos es la excepción. Solo cuentan las historias con final feliz, para hacernos creer que el mundo siempre funciona así. Esa lectura sesgada, por cierto, es una práctica común de la mentira del management, que tiene muy poco de ciencia.

En todo caso, me gustaría que esta reflexión se leyera en positivo, así que voy a centrar mis argumentos en estas cuatro ideas:

  1. Dejemos de usar la palabra “fracaso” porque es excesiva. El lenguaje es importante. En su lugar, hablemos de errores, por favor.
  2. Las historias sobre el fracaso, contadas desde el éxito, son siempre sesgadas. Yo quiero escuchar, y aprender, de los que siguen buscando una salida.
  3. Reduce el error, en la medida que puedas. No te arriesgues sin necesidad. Ser prudente es un hábito recomendable en la inmensa mayoría de los casos. Equivocarse no es bueno per se, y se pueden hacer cosas para que eso ocurra menos.
  4. Si no queda más remedio que equivocarse, entonces intenta gestionar bien las emociones, y convierte el error en inteligente. O sea, procura aprender de él todo lo que puedas.
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A partir de ahora voy a desarrollar un poco mejor estas cuatro ideas:

Destierra la palabra fracaso de tu vocabulario

Una cosa que se llame “fracaso” no la quiero para mí en ninguna de sus versiones. El palabro ya espanta, así que mejor prescindir de él. Si lo que queremos es naturalizar el error, es contraproducente usar términos tan drásticos.

Hablar de “fracaso”, y más de “fracasado/as”, suena lapidario. Sugiere algo irreversible, que es demasiado extremo por tener una carga emotiva muy alta [Por cierto, lo mismo pienso del “éxito”, que me parece una palabra empalagosa e idónea para el autoengaño]. Yo prefiero que hablemos de “errores”, o incluso, de “equivocarse a lo grande, si quieres ser más preciso/a para referirte a errores que nos impactan mucho.

Alguien sugería, en el debate que tuvimos por Twitter, la posibilidad de “resignificar” el término para darle un sentido más positivo, pero yo me niego a caer en esa trampa semántica que nos abriría a nuevas excusas para seguir vendiendo sus virtudes. Hay palabras que no tienen remedio. El coste de ponerlas en valor son inasumibles. El esfuerzo que implica naturalizar el error, cuando hablas en lenguaje de fracaso, se multiplica. No vale la pena. Prefiero sustituirla por algo menos exagerado.

En todo caso, lo que hay que resignificar es el sentido de la vida, o sea, cuáles son las prioridades. Una vez que se hace eso, entonces adaptamos el lenguaje a esa nueva escala de valores. De esa manera, es bastante posible que lo que a algunos les suene a fracaso (por manejar unas prioridades equivocadas), a otros les parezca un simple error.

Desconfía del fracaso contado desde el éxito

Mucha gente anda por ahí paseando sus “fracasos” anteriores pero solo cuando han vuelto al éxito. A más sonado sea éste, más bonito y necesario se presenta el fiasco vivido. En mi opinión, es muy fácil contar lo bueno que es el “fracaso” si puedes presumir de lo bien que te va ahora. Incluso cuando no haya intención de desvirtuar los hechos para hacer marketing personal, la excitación del éxito presente hace, también, que la memoria falle. El relato de lo mal que lo pasaste entonces cambia mucho, y las lecciones que aprendiste de aquello también. Por eso pienso que puedo aprender más de aquellos que todavía siguen buscando una salida, que no han maquillado todavía ese pasado (y la memoria) con éxitos rutilantes. Quiero escuchar a los que todavía no hay conseguido levantarse del todo: ¿dónde están? ¿qué puedo aprender de ellos? Porque pienso que su relato va a ser más ajustado a la realidad que el de los ahora triunfadores y que, como tales, ya están en modo marketing, incluso de forma inconsciente.

Al hilo de esto, se habla mucho de los famosos “Fuckup Nights”, un evento mediático sobre las virtudes del fracaso que se inició en México, y que se ha extendido por todo el mundo. Estas charlas son, sin duda, un paso de avance, y me parecen más interesantes que aquellas que solo hablan de personajes exitosos que nunca se equivocan. Pero, siendo honestos, es fácil darse cuenta de que están concebidas dentro del mismo paradigma de “ahora-que-estoy-guay-puedo-contarte-lo-mal-que-me-fue”. Ese optimismo es selectivo (o sea, sesgado) y mucho más fácil de resignificar que cuando estas sufriendo el momento de fracaso. Es cierto que también se presenta gente que, como me decían, “hablan desde la lona”, pero son absolutamente minoritarios. La inmensa mayoría habla desde el éxito, y a toro pasado es ventajista. No se puede concluir de eso nada.

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Reduce el error siempre que puedas

Lo primero que debe hacer una persona sensata e inteligente es intentar no equivocarse a lo bestia. Es de idiotas buscar el error sólo para aprender. El error no se busca, sino que se encuentra, una vez que uno ha tratado de hacer las cosas lo mejor que puede. Pero, claro, se encuentra más (el error) si se es imprudente o se ignora la importancia de escuchar y tomar ciertas precauciones.

Insisto en esto de “tomar precauciones” no porque sea conservador, ni porque no me atreva a tomar riesgos, sino precisamente porque creo que esa tendencia a banalizar el fracaso está llevando a cierta gente a ser irresponsable, o a tomar decisiones demasiado rápido para lo que éstas pueden impactar en sus vidas. En el mundo del emprendimiento ocurre esto como el pan de cada día, generándose verdaderos dramas personales y familiares, sobre todo en aquellos que por su edad, u otras razones, tienen menos oportunidades para recuperarse.

Lo que quiero decir es que está bien probar y exponerse a retos nuevos, pero hay cosas que uno podría saber sin necesidad de probar, si averigua e investiga bien. Preocuparse por acceder al conocimiento y la información que se necesita para tomar decisiones, allí donde esté, si está accesible, es un hábito muy recomendable, antes de venerar el fracaso. Los “errores de aprendizaje” lo son, y están justificados, sólo cuando te has informado lo mejor que podías, y entonces ya no queda más remedio que adentrarse en lo desconocido si se quiere avanzar. Uno debe tratar de reducir incertidumbre todo lo que pueda, y a partir de ahí, entonces abandona el espacio que conoce, y se pone en modo riesgo. Es lo que alguien llamaba “intuición informada”, que es un término que me gusta mucho.

Si te equivocas, entonces intenta aprender

Incluso después de que cometa el error, todavía hay mucho margen para pensar, y actuar, de forma positiva. Después de equivocarme a lo grande (recuerda, lo que otros llaman “fracaso”), debería intentar hacer dos cosas: (1) usar recursos emocionales para reconstruirme lo mejor que pueda, y salir adelante, intentando no dramatizar en exceso, (2) Aprender del error todo lo que sea posible.

También me parece crucial dedicar tiempo a analizar por qué la cosa ha ido mal. No es lo mismo un “error de aprendizaje”, o sea, el que se produce al hacer algo por primera vez, que una “negligencia”, cuando uno/a ya sabía que no debía hacer algo y sin embargo, lo hace. Esa distinción es importante. En el primero, no hay razón ninguna para sentirse mal. En el segundo, veo lógico que pasemos por un rato incómodo, estemos algo decepcionados con nosotros mismos, e incluso, nos llamemos a capítulo. Tampoco tiene el mismo significado, ni la naturaleza del aprendizaje es la misma, cuando el fiasco se debe a factores externos, que no controlamos, a si es algo que sabemos que podíamos evitar si nos hubiéramos informado mejor.

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Con el fracaso no se juega…

El fracaso, tal como suena, es jodidamente malo. Si puedes evitarlo, haz todo lo que puedas para que no te pille. No es cierto en absoluto que “si fracasas, no pasa nada”. Decir eso es irresponsable. Digamos la verdad: a menudo hiere más que enseña, y casi siempre es una putada. Si puedo elegir, no lo compro a cambio de aprendizaje. Si me encuentra, pues mira, intentaré gestionarlo lo mejor que pueda, pero no lo voy a buscar como abogan algunos predicadores. La clave, cuando ocurre, es cómo nos sentimos y eso depende en buena medida de cómo pensamos, o sea, interpretamos lo que nos pasa. Sé, por otra parte, que las cosas correctas hay que hacerlas, y siempre se asume algún riesgo. El miedo a equivocarse no debe paralizarnos. Pero, insisto, con el “fracaso” no se juega, ni se puede vender como una ventaja.

Perdón por un post tan psicologista, pero creo que tiene mucho que ver con la innovación y con el modo en que gestionamos las organizaciones.

Fuente: https://www.amaliorey.com/2018/10/29/dejad-de-decir-que-el-fracaso-es-bueno/

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