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2 errores que te impiden tomar decisiones y te paralizan

Por Amparo Millán

Tomar decisiones suele ser complicado… Sobre todo cuando tenemos que elegir entre varias alternativas que nos gustan o que tienen ambas grandes beneficios.

En un comentario del artículo “Qué hacer si cambias de opinión constantemente” una persona escribía que había acabado sus estudios y estaba indecisa entre buscar un trabajo estable en su ciudad o bien irse “a la aventura” a recorrer el mundo.

Un dilema bastante común, por otro lado, cuando uno lleva toda la vida dejando que las instituciones educativas decidan por él y no se ha entrenado en el arte de decidir (en cierta manera es cómodo encadenar titulaciones, uno sólo tiene que ceñirse a estudiar lo marcado y hacer un examen tras otro, el problema viene cuando tenemos el título bajo el brazo y poca perspectiva de lo que queremos hacer con él).

Un dilema similar tenía un consultante con quien tuve una sesión de tarot terapéutico hace dos semanas: llevaba varios años trabajando en una empresa de su ciudad y había llegado al punto en que, o compraba un piso en su lugar de residencia y se establecía allí para siempre o cambiaba de empleo, de ciudad y de vida para buscar su vocación o al menos una vida más interesante.

Como todo el mundo, yo he tomado muchas decisiones a lo largo de estos últimos años, algunas buenas y otras desafortunadas. Todas las que pertenecen a este último grupo se han ocasionado por alguno de los errores que te voy a explicar en este artículo, pero antes de nada déjame decirte algo:

Siempre es peor permanecer estancados o paralizados en la indecisión que elegir una alternativa, la que sea, y comprometernos con ella, incluso aunque nos vaya mal.

La indecisión sólo es una manera de eludir nuestra responsabilidad que al final se acaba viniendo abajo. Porque incluso cuando “no decidimos” activamente (es decir, nos quedamos en la situación inicial o nos encerramos en casa a ver series el resto de nuestra vida) estamos optando por una situación.

Es imposible no decidir (en todo caso, delegamos el poder al azar o a otra persona). Y en este artículo quiero ayudarte a tomar decisiones explicando los dos errores que quizás estás cometiendo y que te mantienen paralizado y sin escoger una alternativa.

¿Vamos con ello?

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Error número 1 a la hora de tomar decisiones: Pensar que hay una alternativa ideal y sin consecuencias negativas

La primera dificultad que nos deja en ese limbo donde no somos capaces de elegir entre un camino u otro es creer que, si pensamos lo suficiente, encontraremos una decisión perfecta y que no tendrá efectos perjudiciales o dolorosos.

Creemos que hay una “solución maestra” a nuestro conflicto, que aúna a la vez la estabilidad y la libertad, las ventajas de una opción y de su contraria, y que sólo es cuestión de seguir pensando a ver si esta idea se nos aparece…

En casi ningún caso es así. Cuando tomamos el camino a) tenemos ciertos beneficios pero también ciertos costes que no tendríamos de seguir el camino b) y viceversa.

En cada decisión se esconde un punto doloroso y lo que nos lleva a postergarlas hasta el infinito es nuestra incapacidad para renunciar a ciertas ventajas.

Si eliges irte de mochilero por el mundo estás renunciando a cierta estabilidad financiera y vital; si te decantas por la opción contraria tendrás una vida más ordenada pero seguramente (aunque no tiene por qué) más rutinaria. Por eso hay que percatarse de que perdemos algo cada vez tomamos una decisión. Por ejemplo, al elegir vivir en una ciudad eliminas de un plumazo la posibilidad de vivir en las otras miles de ciudades que existen en el mundo, con todo lo que esto pueda significar…

Seguramente lo que no quieres ver cuando navegas en un mar de indecisión es que, con cualquier opción que elijas, ganarás algo y también perderás algo.

Por ello si dudas entre varias alternativas lo primero que te sugiero hacer es ver qué pierdes o dejas de ganar con cada una de ellas, asumir este coste (y esto puede llevarte a un mini período de duelo) y seguir para adelante.

Error número 2 a la hora de tomar decisiones: Tomarlas de forma impulsiva y sin conciencia

Antes decía que yo he tomado algunas decisiones desafortunadas. Si algo tienen en común todas ellas es que las he tomado sin conciencia, sin medir bien si esa opción era buena o no para mí, si mis expectativas estaban ajustadas con la realidad, si la podía sostener en el tiempo o si me gustaba la consecuencia que se derivaban. Cuando alguno de estos requisitos es un “no” la decisión no lleva a buen puerto, sea la que sea.

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Por eso, estoy segura cuando afirmo que las únicas decisiones que se pueden catalogar de “malas” son las que no nos detenemos a evaluar y simplemente las tomamos en un acto impulsivo o siguiendo las indicaciones de otra persona.

Y al contrario, una decisión consciente es SIEMPRE una buena decisión.

Y esto implica saber perfectamente lo que gano y lo que pierdo con esa elección y no me dejarme llevar ni por idealizaciones de la realidad ni por el tremendismo.

A veces tomamos una decisión guiándonos por fantasías, idealizando una opción y demonizando la otra, y esto suele desembocar en arrepentimientos y lamentaciones. Por ejemplo, una persona puede pensar que viajar por el mundo después de la universidad es algo maravilloso (y construir un “cuento de hadas” a partir de relatos leídos en Internet) para luego descubrir que en la vida real eso es algo más difícil y agotador de lo que parece, o bien que, aunque este es un plan interesante, no se adapta a su personalidad ni a lo que se espera de la vida.

Por eso es tan importante analizar bien qué ganamos y qué perdemos en cada caso. Y no sólo a corto plazo sino con el tiempo. Por ejemplo, imaginemos a alguien que quiera dejar una vida estable para lanzarse a un camino soñado pero que está lleno de incertidumbre. Esta persona no sólo tiene que pensar en lo que pierde a corto plazo (estabilidad) sino también en lo que deja de ganar si no lo hace. ¿Tal vez se arrepentirá cuando pasen unos años de no haber tomado esa decisión arriesgada pero anhelada? ¿Podrá vivir con plenitud en un ambiente seguro pero que ve como rutinario y carente de estímulo?

Como ves, no hay decisiones convenientes ni decisiones inconvenientes, sólo existen decisiones conscientes e inconscientes.

Y voy más allá: sólo nos arrepentimos de las decisiones inconscientes.

Lamentamos una decisión cuando pensábamos que las cosas iban a ser de una manera y resulta que son de otra, cuando nos lanzamos a algo sin pensar en las consecuencias, cuando simplemente nos dejamos llevar por la inercia y el miedo al qué dirán en vez de pensar “¿qué quiero yo?” o “¿qué es para mí valioso en la vida?”

Así que si no quieres arrepentirte de tus decisiones, únicamente te propongo hacer es hacer un ejercicio de autoconocimiento y análisis de tu realidad para que lo que elijas, lo hagas con todas las consecuencias (asumiendo ventajas y desventajas). Es imposible arrepentirse de algo con lo que te has comprometido a este punto y cuyas consecuencias buenas y malas has previsto. Por eso, sea cual sea tu elección final, simplemente que sea consciente.

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Conclusión

Espero que tras leer este artículo veas que la pregunta de “entre estas alternativas ¿cuál es la correcta?” no tiene ningún sentido, y que por tanto la indecisión es sólo una manera de no querer mirar objetivamente la realidad o a ti mismo.

Desde mi punto de vista si eliges sabiendo lo que ganas, lo que pierdes y lo aceptas, esa decisión es buena. Sea la que sea, y no hay más. Me ofrezco para ayudarte si te quedas atascado en este punto, a través de una consulta de tarot terapéutico.

Al final todo se reduce al viejo aforismo de “conócete a ti mismo”, porque cuanto más te conoces, mejor análisis podrás hacer de tus fortalezas, tus valores, tus limitaciones, tus deseos y tus circunstancias y, en consecuencia, tomarás buenas decisiones.

Fuente: https://www.puedoayudarte.es/errores-tomar-decisiones/

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