El día en el que más necesitas concentrarte para terminar una faena, llega tu enemigo y te dice:
“Venga. Deja eso. Vamos a salir por ahí y más tarde lo terminas”.
Le haces caso, porque te dice justo lo que quieres escuchar. Y sigue diciéndotelo…
“¿Irnos ya? No, todavía hay tiempo. Después haces el trabajo. ¿No ves lo bien que lo estamos pasando? ¡La vida son dos días!”
Suena bien. Vuelves a hacerle caso.
Terminas el trabajo por los pelos. Sales como puedes. Al poco llega una nueva misión y, con ella, regresa tu enemigo.
Lo problemático es que no puedes huir de él o dejarle cerrada la puerta. Porque el enemigo vive dentro de ti.
Mientras haces las cosas que a él le gustan, no se manifiesta. Pero, cuando decides hacer algo para progresar, sí. Porque él no quiere que cambies.
Cuando estás asustado, su voz suena más alto, confirmando tus temores y amplificándolos.
Cuando te sientes inseguro, te invita a quedarte quieto:
“Déjalo. No iba a salirte muy bien de todas formas.”
Vas a dar tu opinión y te recuerda lo estúpido que eres:
“Cállate, anda.”
Si estás deprimido o cansado, te da unos cuantos martillazos extra:
“Podrías haber trabajado más. Podrías haberte esforzado más, pedazo de inútil. No, si encima me echarás la culpa a mí…”
Piensas que es tu amigo. Y, como está dentro de ti y es muy tuyo, crees lo que te dice y sigues sus consejos. Es tu voz interior, después de todo.
Si pudieras ver el daño que te está haciendo, lo pondrías en su sitio. Pero tienes que verlo.
Sería más fácil si estuviera fuera de ti. ¿Qué tal que yo te hago lo mismo que tu enemigo te está haciendo?
Y tu enemigo seguirá mientras no lo pongas en su sitio.
Entiéndelo. Tu enemigo también está asustado. Pero, ya que la relación va para largo, pídele que te hable de otra manera.
De ahí puede salir una amistad, una real.
Fuente: https://tusbuenosmomentos.com/eneamigo-interior/