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Cómo hacerlo todo muy bien y gustar a todo el mundo

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Picaste.

Si de verdad quieres saber cómo hacerlo todo muy bien y gustar a todo el mundo, no sigas leyendo.

Porque hacerlo todo muy bien y gustar a todo el mundo nunca podrá ser el objetivo de alguien con una autoestima sana.

Ni de nadie que de verdad quiera sentirse bien consigo mismo, que es el “para qué” de la mayoría de las cosas que te cuento en este blog y que trabajo con mis clientes.

Al contrario, mientras sigas empeñada en hacerlo todo muy bien y gustar a todo el mundo, tu autoestima no podrá fortalecerse, en primer lugar porque no depende de ti.

Tu autoestima no depende de ti cuando necesitas que alguien te diga lo bien que has hecho eso para que tú de verdad te creas que lo has hecho bien.

Tu autoestima no depende de ti cuando necesitas que alguien te diga lo genial que eres para que tú de verdad sientas que eres genial.

Y tu autoestima tampoco depende de ti cuando necesitas que alguien te haga un reconocimiento por tu trabajo para sentirte orgullosa de él y reconocértelo a ti misma.

Pero, a pesar de ello, muchas de las personas con las que trabajo tienen miedo a equivocarse, a decir que no saben algo o a mostrarse débiles delante de los demás. Y todo por lo que los demás puedan pensar.

Por ejemplo, estoy recordando a una coachee con la que trabajé hace poco que quería ser “supercompetente” en todo lo que hacía, hacerlo todo muy bien y gustar a todo el mundo.

Es como que “lo que yo valgo depende de cuánto les gusto a los demás. Y a más halagos, reconocimientos y buenas palabras recibo, más valiosa me siento”.

Y como que “si no lo hago muy bien y no recibo el reconocimiento de los demás, no merezco sentirme orgullosa de mi misma”.

Y “si alguien me critica o me rechaza o dice algo malo de mí, me siento chiquitita, como si no valiera nada”.

“Si nadie me dice que lo he hecho bien, es que yo no sé hacer bien las cosas, y por lo tanto que no valgo”.

Y “si alguien no está de acuerdo conmigo me creo que mi opinión no vale”.

“Tanto que me olvido de lo que estoy haciendo y de cómo lo estoy haciendo porque lo que más me importa es el resultado y la valoración que los demás hagan de mi trabajo”.

Si te identificas con esto, entonces sí te invito a que sigas leyendo…

Y lo primero de todo es que tomes conciencia del poco sentido que tienen estos pensamientos. ¿Te das cuenta de lo poco que te ayuda pensar así? ¿Cómo va a depender lo que tú vales de lo bien que hagas las cosas o de lo que digan los demás? ¿Cómo va a ser que si hoy alguien te dice algo bueno valgas más que ayer que nadie te dijo nada? ¿Qué sentido tiene eso? ¿De verdad crees que, pensando así, llegará un momento en que ya te sientas satisfecha con cómo haces las cosas y con la valoración que recibes de los demás?

No, no va a llegar. Así que si ese es tu objetivo, te vas a pasar la vida persiguiéndolo, que lo sepas.

De eso mismo se fue dando cuenta esta coachee, hasta comprender que ya no quería gustar a todo el mundo, que ya no lo necesitaba para sentirse bien, y que lo único que quería era gustarse a sí misma y sentirse satisfecha con cómo hacía las cosas.

Que quería volver a lo que era esencial para ella y comprometerse con lo que hacía, pero disfrutando y respetándose a sí misma. Sin la presión de tener que hacerlo todo perfecto. Y, sobre todo, sin preocuparse por lo que dijeran los demás.

Que, ojo, esto no significa que esté mal que desees que los demás te vean, te comprendan y te valoren. Todos deseamos sentirnos aprobados por los demás, el problema es cuando eso se vuelve tan importante que dependemos de ello para sentirnos bien o nos sentimos inseguros si no lo hacen.

O, peor todavía, cuando dejamos de ser nosotros mismos, y nos olvidamos de cómo somos y de lo que de verdad queremos, con tal de conseguir encajar en lo que creemos que los demás esperan de nosotros.

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Es decir, el problema no es desear que los demás te aprueben y te valoren, sino que tu objetivo sea conseguir su aprobación y su valoración a toda costa, y que en ese camino te olvides de ti o sientas que solo vales cuando los demás te lo dicen.

Y la solución, una vez más, es aprender a valorarme yo misma, por lo que yo pienso y veo de mí misma.

¿Te das cuenta?

También me viene a la mente otra coachee que pensaba que tenía que ser de una determinada manera para ser perfecta y gustar a los demás.

“Tengo que ser habladora, abierta, optimista, animada, simpática… para que me valores”.

“Tengo que tener tus gustos, tus opiniones, tu punto de vista… para que me valores”.

“Tengo que hacerlo mejor que fulanita, porque si no es que no soy lo suficientememente buena… y no me vas a valorar”.

Y así es como se perdía a sí misma en el camino, empeñada en encajar en lo que creía que los demás esperaban de ella.

Así es como te olvidas de ti, como te olvidas de cómo eres de verdad, y te olvidas de que una persona auténtica un día puede estar más alegre y otro menos, un día ser más ocurrente y otro menos, un día ser más habladora y otro menos.

Y no pasa nada, eso no dice nada de ti, simplemente que eres una persona real, de carne y hueso.

Y así, como le pasó a esta coachee, cuando gustar a los demás deja de ser tu objetivo, curiosamente, empieza a ser la consecuencia.

Claro, porque cuando eres tú y eres auténtica es cuando más gustas a los demás…

El cuento de nunca acabar

Como te decía, quien necesita que continuamente le digan lo bien que lo hace, ya sea su pareja, su jefe o sus padres, nunca llegará a sentirse del todo bien. Es como que siempre le va a faltar algo.

Porque la verdadera carencia es interior, y cuando una persona no cree en sí misma, en el exterior solo podrá encontrar alivios momentáneos. Los demás nos pueden aportar una sensación de visibilidad, pero no pueden aportarnos autoestima. Eso solo podemos dárnoslo nosotros mismos.

Y para eso necesitas valorarte tú. Gustarte por cómo eres y valorarte por cómo haces las cosas y por cómo aprendes de tus errores.

Y darte cuenta de que “lo bien” o “lo mal” que hagas las cosas, aparte de que son solo juicios y etiquetas, no tiene nada que ver con lo que tú vales.

Ni tampoco lo que opinen los demás de lo que tú haces tiene nada que ver con lo que tú vales.

Y que no necesitas pasarte horas dándole vueltas a una crítica que alguien te hizo, y sintiéndote culpable o avergonzada por ello.

Ni tampoco necesitas imaginarte todo lo que los demás van a criticar de eso que estás haciendo, porque lo importante es lo que tú creas, y que tú confíes en ti y en cómo lo estás haciendo.

Y no necesitas hacerlo perfecto para hacerte un reconocimiento de lo que has hecho, en vez de esperar a que lo hagan los demás.

Que siempre hay algo que valorar: las ganas que le has puesto, el esfuerzo, el compromiso, el tiempo que le has dedicado, la intención con la que lo haces…

Y que todo eso mereces decírtelo y recordártelo tú, independientemente de que lo hagan los demás.

Lo que tú piensas de ti

Al final creo que, como la mayoría de las creencias que nos limitan, lo que se esconde detrás de la necesidad de hacerlo todo muy bien y gustar a todo el mundo, es esa dependencia de la aprobación de los demás para sentirnos válidos.

Justo lo contrario de lo que debería ser, porque cuanto menos vulnerables seamos a lo que los demás opinen de nosotros, mejor será nuestra autoestima.

Entonces, ¿cómo llegamos a tener esa dependencia tan limitante?

Creo que la historia empieza cuando somos pequeños, que nos dicen que hay que escuchar a los mayores y que son ellos los que saben lo que está bien y lo que está mal, lo que hacemos bien y lo que hacemos mal, por lo que somos buenos y por lo que somos malos…

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Y así es como de mayores seguimos haciendo lo mismo, escuchando a los demás para que nos digan lo que hacemos bien y lo que hacemos mal. Y así es como nos perdemos en esa necesidad de hacerlo todo muy bien para gustar a todo el mundo. Pero es que de mayores la historia ya no funciona así.

Porque de mayores ya no vale seguir esperando que los demás nos digan qué es lo que está bien y lo que no, ni mucho menos, cuándo sentirnos bien con nosotros mismos, con lo que hacemos o con cómo lo hacemos.

Porque el único éxito real es interior y se basa en lo que tú piensas de ti. No tiene nada que ver con lo que tienes, lo que sabes o lo mucho o poco que te valoran los demás. Tiene que ver con lo que TÚ piensas de la persona que eres a día de hoy.

Por eso, si la autoestima es el concepto de ti, el error es basarla en lo que los demás dicen de ti.

Y, a pesar de ello, son muchas las personas que se esfuerzan por ser lo que los demás esperan de ellos, por cumplir con la imagen que se supone que los demás quieren, haciéndolo todo muy bien, teniendo éxito, siendo muy perfecto…

Y así, si me dices que qué bien lo hago, es que yo valgo mucho. Y si me criticas, es que yo no valgo lo suficiente.

Ahí está el error, en creer que tu autoestima depende de los demás, cuando solo depende de ti, de que seas tú misma, como eres de verdad, y de que te gustes a ti y te guste cómo eres y cómo haces las cosas. Incluyendo cómo te equivocas y cómo aprendes de tus errores.

Lo importante es que tu autoestima siempre esté basada en algo que dependa de ti.

Entonces, por fin, será cuando consigas que te importe un pimiento lo que opinen los demás.

Porque si tú estás satisfecha con quien eres, con lo que haces y con cómo lo haces, lo que dicen los demás deja de afectarte. Puedes escucharlo, valorarlo y tenerlo en cuenta, pero ya no volverá a tambalear la opinión que tú tienes de ti. Es decir, tu autoestima.

Ocho claves para gustarte y valorarte por cómo haces las cosas

Entonces, ¿cómo salir de esa necesidad de hacerlo todo muy bien y gustar a todo el mundo? Pues aquí tienes ocho claves:

1.Lo primero, aceptar. Aceptar siempre es lo primero. Aceptar esa parte de ti que necesita la valoración de los demás para sentir que lo hace bien. Aceptar que a veces necesitas gustar, que de algo te ha servido en tu vida, que por algo empezaste a hacerlo y que en algún momento te fue útil.

Sin juzgarte, ni criticarte, ni culparte por que a veces te siga pasando. Aceptarte, quererte y abrazarte con todas tus partes, porque esas heridas también son parte de ti y sólo se pueden curar si las aceptas.

2.Volver la mirada a ti, una y otra vez. Ser consciente de ti, escuchar lo que sientes y valorar tu opinión por encima de todas. Una y otra vez, volver la mirada a ti, las veces que haga falta. Y valorarte por quien eres, por cómo eres, por cómo vives tu vida y por cómo te relacionas con los demás, no por lo bien que haces las cosas o por lo que te dicen los demás.

3.Recordar que no existen las personas perfectas, ni las superpersonas, ni nadie que lo haga todo bien… Que sí, que tú crees verlas, pero no existen. Son de carne y hueso, como tú y como yo, y también tienen sus miedos y sus inseguridades, aunque tú desde “ahí abajo”, desde la inferioridad con la que las miras, no puedas verlos.

4.Y volver la mirada a ti, una vez más. Y preguntarte si te gustas como eres y si está siendo la persona que quieres ser.

Y cuando hagas algo, en vez de esperar la valoración de los demás, buscar la tuya propia: ¿Me ha gustado cómo he hecho esto? ¿Lo he disfrutado? ¿Qué le diría a mi mejor amiga si fuera ella quien lo hubiera hecho? ¿Qué le reconocería?

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Estoy segura de que a veces haces cosas y sabes que están bien simplemente porque tú lo crees así, y no necesitas que nadie te lo diga…

Pues esa misma seguridad y esa confianza en tu criterio la puedes aplicar a áreas en las que te sientas más insegura, aprendiendo a tener una mirada más positiva y a reconocer tus valores en cómo haces las cosas.

Por ejemplo, “lo hice con ilusión”, “he aprendido” o “me ha aportado alegría hacerlo así”. Y esto es lo importante para mí.

5.Aprende a interpretar las críticas. Que sí, que no se trata de que te olvides de los demás y no les escuches. Se trata de que no dejes que la opinión de alguien te hunda en la miseria. De que aprendas a coger la parte que te sirva para mejorar, si la hay, y a dejar lo demás con la otra persona.

Porque es suyo, y no tuyo (por ejemplo, si alguien te dice que eres un desastre por haber cometido un error, el problema es suyo, porque está generalizando y poniendo una etiqueta a un comportamiento concreto. Ahí puedes enfocarte en el cómo prevenir ese error la próxima vez, y dejar el resto de la crítica con la persona que la ha hecho).

6.Cuando vayas a hacer algo pregúntate: ¿Qué quiero hacer? ¿Cómo quiero hacerlo? ¿Cuál es mi objetivo? ¿Es realista? ¿Qué necesito para sentirme satisfecha? ¿Es compatible con mis valores? ¿Puedo disfrutarlo tal y como lo he planteado? Y, sobre todo, ¿esto que he respondido, está basado en mí y en lo que yo quiero o me influye alguien más?

7.Una vez más, para que no se te olvide, vuelve la mirada a ti. Porque, y esto si no te lo he dicho quinientas veces no te lo he dicho ninguna: no puedes gustarle a todo el mundo ni conseguir que a todo el mundo le parezca bien cómo haces las cosas. NO PUEDES. Pero sí puedes gustarte a ti, eso sí que es posible.

8.Soltar, un poquito cada día, esa necesidad de que los demás te digan lo bien que lo has hecho. Da pequeños pasos, ponte pequeños retos para ir soltándola… Hoy, simplemente me di permiso para soltarla al no esperar que mi padre me dijera que qué bien hice esto. Mañana, me la daré en esto otro con mi marido. Pasado, en esto del trabajo. Y así, un pequeño paso cada día.

Y siempre consciente de ti, siempre volviendo a ti, a lo que tú quieres, y aprendiendo a valorarte por la opinión que tú tienes de ti: ¿He sido hoy la persona que quiero ser? ¿Qué he hecho que me llenara el alma? ¿En qué momento del día me he gustado a mí misma? ¿Qué cualidades me gustan de la persona que he sido hoy? ¿Qué me ha ayudado a conectar con mi verdadera esencia? ¿Qué puedo hacer mañana para acercarme un poco más a la persona que quiero ser?

Recuerda que no estás aquí para hacerlo todo muy bien o para gustarle a todo el mundo…

La vida no es para eso, ni conseguirlo será lo que te haga sentir bien contigo misma cuando seas viejecita.

¿Qué será? Eso solo lo puedes saber tú, pero te aseguro que tiene mucho que ver con ser tú misma que con ser perfecta o gustar a los demás…

Fuente: https://coachingtobe.es/como-hacerlo-todo-muy-bien-y-gustar-a-todo-el-mundo/

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