Como todos, tienes defectos y carencias. Y, como todos también, dos opciones: aceptarlos o cambiar.
¿Qué eliges?
Soy Casandra. Estás en TBM. Y vamos a quedarnos con defectos y carencias que pueden cambiarse.
A mí me encantaría cambiar mi altura. Pero me temo que queda descartado.
¡Ohhh…! Seguimos.
Antes de la aceptación de tus carencias y de plantearte el cambio, viene una primera fase: darte cuenta de la falta.
No puedes cambiar defectos ni carencias, si no sabes que existen. Por eso, lo primero es poder verlos.
Algunos son muy evidentes, bien por los trastornos que te ocasionan a ti o por los que ocasionan a otras personas.
Pero hay otros de los que no te das cuenta, hasta que te los señalan:
– Parece que te sobran unos kilitos…
– ¡Ostras! Creo que tienes razón.
Dependiendo de qué hagas y por dónde te muevas, las personas te harán notar unos defectos u otros:
– No colocas el pulgar adecuadamente en el mástil de la guitarra.
– Pero si yo solo quiero aprender a tocar el “Cumpleaños Feliz”…
Como sea, te haces consciente de tus defectos. Primera fase, culminada. ¿Qué sigue?
Decidas cambiar o no, esta fase es necesaria para no entrar en guerra contigo mismo.
Estar en guerra contigo supone tener al enemigo en casa, recordándote todo el tiempo que tienes que pulir, mejorar o ampliar tal o cual detallito.
Y vivirás una vida de frustración, porque a tu enemigo no se le agotará la lista de lo que necesitas cambiar.
Total, que la no-aceptación supone guerra.
Pero la aceptación total también puede suponerla. En este caso, tú, contra el mundo:
– Me sobran 100 kilos. ¿Y qué? Así soy feliz. No me oprimas, que te aplasto.
Pero, hombre, si el médico te lo hizo ver por tu salud…
Aceptar la parte menos brillante de ti mismo, siempre. Eres una persona digna de respeto, ante ti y ante todos.
Pero conformarte con tus defectos, carencias o limitaciones, cuando te están perjudicando seriamente y puedes hacer algo por mejorar, es pasarse.
Claro que, entre tu repertorio de aspectos mejorables, siempre puedes elegir qué vale la pena cambiar, qué no y por qué.
El cambio va a suponer esfuerzo. Y lo vas a hacer por ti. Hacerlo por presiones externas conlleva el riesgo de que el resentimiento asome el rabo.
Otra cosa: ya que eres tú quien va a esforzarse, tú también eliges en qué defectos o carencias vas a invertir ese esfuerzo.
Como desconozco tu repertorio de defectos y limitaciones, pondré como ejemplo dos de los míos: conducir y exponerme en público.
Mi lista de defectos es enorme. Pero los del ejemplo valen para el examen que tú puedes hacer con los que a ti te conciernan.
Conduzco mal.
Soy mala en el medio social.
Como puedes ver, el segundo defecto es de los que condicionan la vida seriamente y no va a mejorar por sí solo.
La mejora supone mucho esfuerzo. Demasiado, como para que me preocupe también por conducir y el otro centenar de carencias poco trascendentes.
Por último, tras la evaluación y la decisión de cambiar, vienen las preguntas que movilizan el cambio:
¿Cómo voy a hacerlo? ¿Por dónde empiezo? ¿Cómo sigo? ¿Qué acciones concretas puedo ejecutar?
Y, en mi caso, esta (publicar) es una de las muchas acciones cotidianas en las que se refleja el cambio.
Resumiendo:
Fuente: https://tusbuenosmomentos.com/aceptar-cambiar/