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El coste de no confiar

Por Ángel Alegre

En los últimos años, he escrito mucho en el blog sobre cómo tus creencias definen tu modelo de la realidad, y sobre cómo tu modelo de la realidad determina tus acciones y, por lo tanto, tus resultados.

Pues bien: en el artículo de hoy me gustaría retomar este tema hablándote de una de las creencias que más impacto tiene –y ha tenido– en mi manera de ver el mundo y de actuar, para que la adoptes si te parece útil.

Se trata de la creencia de que la gran mayoría de la gente es buena.

Mi experiencia confiando en desconocidos

En general, cuando veo o interactúo con alguien que no conozco, asumo que es una persona honesta, generosa y con buen corazón.

Pienso que su intención no es engañarme o aprovecharse de mí, sino que es alguien de fiar, sin malas intenciones, y que me ayudaría si lo necesitase.

Por ese motivo, nunca me ha dado miedo el usar páginas como CouchSurfing para alojar a desconocidos en mi casa, e incluso dejarles una copia de las llaves cuando me iba al trabajo… a pesar de que podrían haberme robado.

Nunca he tenido problema en compartir coche en BlaBlaCar, o en aceptar invitaciones de personas que sólo conocía por Internet o que acababa de conocer en un bar… a pesar de que podrían haberme secuestrado.

Y tampoco he dudado en darle acceso a Isa desde el primer día a todas las cuentas de mi empresa… a pesar de que técnicamente podría haber transferido todo el dinero de la sociedad a una cuenta en las Islas Caimán y haber desaparecido para siempre.

Sé que a primera vista el actuar así puede parecer una locura o una irresponsabilidad, y es cierto es que me ha costado algún que otro disgusto.

Por ejemplo, en Sudáfrica, le pedí a un chico que me echase una foto y salió corriendo con la cámara de 300€ que me acababa de comprar y que además contenía todos mis recuerdos del último mes.

O hace un par de años, en el aeropuerto de Barcelona, un chico inglés me contó que le habían robado la cartera con todas las tarjetas y me pidió que le prestase 100€ para poder volver a casa. Yo se los di, él me pasó su número de móvil para que le enviase mi cuenta de PayPal y me devolviese el dinero desde Inglaterra, pero aunque le escribí nunca más volví a saber él.

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(Ok, aquí quizá pequé de pardillo y debería haberle pedido alguna garantía más, pero era un chaval joven, su historia me pareció creíble y yo me vi haciendo lo mismo si me hubiesen robado en el extranjero, así que decidí ayudarle)

¿Pero sabes qué?

A pesar de haber tenido alguna que otra mala experiencia, sigo creyendo firmemente que la mayoría de la gente es buena.

Por qué creo que la gente es buena (a pesar de todo)

Hay dos motivos por los cuales sigo creyendo esto.

El primero es que, por cada vez que me han robado o me han engañado, he tenido 100 experiencias fantásticas.

Confiar en desconocidos me ha permitido hacer grandes amigos. Me ha dado la oportunidad de tener aventuras increíbles que de otra forma me habría perdido. Y lo más importante: me ha permitido vivir en paz.

El segundo motivo es que, aunque esta creencia tiene un coste, la creencia opuesta también tiene un coste, y en mi opinión es un coste mucho más alto.

Porque cuando crees que la mayoría de la gente es mala y que están esperando una oportunidad para jugártela, todas las personas a tu alrededor se convierten en enemigos:

  • Los desconocidos que te piden ayuda son todos unos mentirosos que sólo quieren timarte y aprovecharse de ti
  • Los conductores de BlaBlaCar, o los conductores que podrían llevarte en su coche si hicieses autostop, son todos posibles delincuentes
  • Los viajeros que quieren quedarse a dormir en tu casa son todos unos posibles ladrones a los que hay que vigilar bien
  • Los empleados de tu empresa son todos unos caraduras, que lo único que quieren es robarte y trabajar lo menos posible
  • Y, por supuesto, tu jefe es un cabrón explotador que sólo quiere enriquecerse a tu costa

Tener este modelo de la realidad te obligar a vivir a la defensiva, con miedo.

Necesitas protegerte de todo el mundo, porque en tu cabeza, todos quieren hacerte daño.

Y vivir así no sólo es muy cansado, sino que te priva de un montón de experiencias y de personas maravillosas.

Pero no sólo eso, sino que además puede llegar a ser contraproducente…

Porque cuando desconfías de los demás, ellos notan esa desconfianza y te pagan con la misma moneda.

En vez de crear un relación en la que ambas partes buscan lo mejor para el otro, creas una relación en la que ambas partes ven al otro como un enemigo y tratan de protegerse de él.

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Y claro, hay muchas más posibilidades de que te cause problemas alguien que es tu enemigo que alguien que es tu aliado.

Así que, en cierto modo, tu creencia determina tu realidad, porque creas lo que creas, siempre tendrás razón:

  • Si crees que la mayoría de la gente es buena, tendrás más experiencias buenas que confirmarán esa creencia
  • Pero si crees que la mayoría de la gente es mala, tendrás más experiencias malas que también confirmarán esa creencia

La pregunta es: ¿cómo prefieres vivir tú?

Un mundo lleno de aliados o de enemigos

Mi objetivo con este artículo es hacerte reflexionar sobre tu modelo de la realidad.

¿Eres de los que creen que la mayoría de la gente es buena, o eres de los que creen que la mayoría de la gente es mala, y que lo único que buscan es hacerte daño y aprovecharse de ti?

Si eres de los segundos, me gustaría que pensases durante unos minutos en el coste que está teniendo esa creencia para ti:

  • ¿A qué estás renunciando por ver el mundo de esta manera?
  • ¿Qué cosas te gustaría hacer que no haces por miedo?
  • ¿Cómo es tu relación con esas personas que forman parte de tu vida, pero de las que desconfías?

Luego, quiero que te imagines cómo sería tu vida si vivieses en un mundo diferente, lleno de buenas personas.

Un mundo en el que los demás no fuesen enemigos, sino aliados:

  • ¿Qué harías?
  • ¿Cómo te relacionarías con los demás?
  • ¿Cómo te sentirías?

Creo sinceramente que esta segunda visión del mundo es mucho más cercana a la realidad –y mucho más útil– que la primera, y te animo encarecidamente a que le des una oportunidad.

Sí, es cierto que el mal existe, y que hay personas que roban, engañan o que intentan aprovecharse de ti.

Pero date cuenta de que el desconfiar de todo el mundo tampoco te garantiza estar 100% a salvo.

Por muchas precauciones que tomes, puede que tengas la mala fortuna de toparte con una persona malvada que te cause un problema sin tú habértelo buscado.

Esto es así, y siempre lo será.

Lo buena noticia es que este tipo de gente son sólo una pequeñísima minoría.

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Por eso, igual que merece la pena usar el coche aunque exista la posibilidad de tener un accidente, también merece la pena tratar a los demás como si fuesen buenas personas en vez de individuos peligrosos… incluso si a veces te pillas los dedos.

Es mucho más fácil y divertido vivir así.

Y si no me crees, te recomiendo que escuches el último episodio del podcast con mi amigo Patrick, porque creo que su historia y todas las aventuras que ha vivido muestran perfectamente los beneficios de ver el mundo de esta manera.

¡Ojo! Es importante que entiendas que el confiar en los demás no significa ser un imbécil o un inconsciente.

Yo soy el primero que no voy a sitios que sé que son peligrosos, que miro las opiniones y leo el perfil de una persona antes de meterla en mi casa o ir con ella en coche, y que insisto en poner todo por escrito a la hora de hacer negocios para que luego no haya malentendidos, entre otras cosas.

Y por supuesto, no soy masoquista, y si alguien se porta mal conmigo o me demuestra que no merece mi confianza, no se la doy.

Pero en general, si no noto nada raro, confío en los demás y asumo que tienen buenas intenciones.

Porque normalmente las tienen.

Así que recuerda…

Eres libre de vivir desde la confianza o desde la desconfianza, pero sé consciente de que ambas opciones tienen un coste.

Tú decides cuál de los dos prefieres pagar.

Fuente: https://viviralmaximo.net/coste-no-confiar/

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