Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
Home » Calidad de Vida » Cuando intentas practicar la asertividad pero te olvidas de algo importante

Cuando intentas practicar la asertividad pero te olvidas de algo importante

Por Maite Gómez

Definición de Asertividad

La asertividad es la habilidad de expresar nuestros deseos o sentimientos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás. 

Esta es su definición teórica. Pero para entenderlo mejor os voy a poner un ejemplo, que es como mejor se entienden las cosas y como a mí me gusta explicarlas.

Y lo que voy a contaros es algo que me pasó precisamente hace muy poquito, y que creo que ilustra muy bien qué es eso de la asertividad (y de paso otras cosas). 

Ejemplo práctico de asertividad

# 1) El entuerto

Antes de verano una colega de profesión y amiga me había hecho un ofrecimiento para colaborar en un proyecto junto con otra colega y amiga a la que acababa de conocer en persona y me había cautivado. Hubo mucho feeling y conexión entre las tres, así que yo estaba realmente emocionada con la idea.

El caso es que intercambiamos un par de emails sobre el tema y la cosa quedó ahí.

Tres meses y pico después, mientras asistía a una charla de esta persona (llamémosla Marta) le oigo contar de pasada que ya está realizando el mismo proyecto con otras personas (dando por hecho que nuestra amiga en común también).

 -.“¡Pero cómo! ¡Si no me ha dicho nada! ¡Ni siquiera me escribe para decirme por qué ya no cuenta conmigo!” “¿Cómo puede tratarme así?” (pensé).

Inmediatamente, me asaltó un torrente de emociones negativas como desengaño, decepción, traición, desprecio, incluso ultraje. Se me puso un nudo en el estómago y rompí a llorar.

He de decir que llevaba un día con el ánimo un poco bajo y aquello se me clavó como un cuchillo.

¡No daba crédito!

Hacía poco que me había sentido abandonada y olvidada por otra persona que no contestaba mis correos (desconozco el motivo, puede que no sea intencionado), y esto ya era demasiado. Algo tenía que estar haciendo mal ¿Qué pasaba?

De repente, en mi mente se agolpaban pensamientos del tipo “el sueño se acabó” “estás fracasando” “tu proyecto jamás será lo que pretendes” “ya nadie cuenta contigo”, etc. etc.

Y todo ese remolino en cuestión de segundos. ¡Uf!

#2) Adueñarse de la situación

Después de recrearme en esa escena de traición, abandono, fracaso y victimismo de libro, se me plantearon tres posibilidades, que por este orden fueron:

1º) dar rienda suelta a mi cabreo, y soltárselo allí mismo a Marta. Boicotear su charla con algo en plan “traidora” o “qué bonito colaborar contigo en ese proyecto inexistente” o algo más sarcástico que arruinara su reputación (aunque en realidad la única reputación que arruinaría sería la mía…);

2º) no decir nada, seguir sufriendo en silencio, refugiándome en mi papel de víctima, culpando a mi mediocridad y cobardía de haber sido excluida del proyecto y tachar a Marta -y por extensión a nuestra colega en común- de mi lista de contactos;

3º) con la cabeza un poco más fría, y aunque no me resultara fácil, me planteé la posibilidad de hablar con Marta y decirle lo que me había dolido enterarme de esa manera de que finalmente no iban a contar conmigo y que hubiera agradecido que me lo dijera personalmente en su momento explicándome los motivos.

Finalmente, opté por la tercera opción.

Con la poca fuerza y dignidad que me quedaba, (en el escenario de humillación y fracaso perfectamente urdido por mi mente, en modo víctima total) le envié un mensaje a Marta explicándole cómo me sentía y por qué.

Era un mensaje claro, directo, en el que expresaba con sinceridad mis sentimientos, pero sin agresividad, ni acusaciones, ni reproches, ni ofensas.

Para mí fue un auténtico ejercicio de asertividad, algo que todavía me cuesta un poco practicar. De hecho, al momento de darle a “enviar” reconozco que me sentía totalmente incómoda y vulnerable. 

El efecto “olla express”

Precisamente, el evitar sentirnos incómodos y vulnerables es los que nos impide ser asertivos. No queremos crear un conflicto, ni malos rollos. Y por eso acabamos guardándonos para nosotros lo que sentimos y pensamos en situaciones como, por ejemplo, esta que os traigo.

Sin embargo, eso no hace más que aumentar el dolor que sentimos, y nuestro resquemor hacia esa persona que nos ha ofendido, y entonces empezamos a actuar de manera diferente con ella, la relación ya no es sincera sino que está secuestrada por esa desconfianza y reproche que se creó en nosotros por eso que un día hizo (aunque realmente no lo hiciera, o fuera sin mala intención, o no conociéramos los verdaderos motivos).

Y de repente un día, sin venir a cuento explotamos y empezamos a vomitar incontroladamente todo tipo de improperios, reproches e incluso insultos hacia esa persona. Y, entonces sí, la relación se termina, y de forma totalmente traumática y absurda.

Por eso me alegro de haber hecho un esfuerzo, calmarme y haber enviado aquel mensaje.

#3) Las trampas del subconsciente

Peeeero, la historia no acaba aquí. Y creo que merece la pena contártela entera. Ya verás por qué.

Y es que, si bien hice un ejercicio de consciencia y asertividad, todavía pude haber mejorado mi forma de gestionar aquello. Como te he dicho, ese día tenía el ánimo bajo y no me encontraba en un estado emocional positivo, y eso fue lo que provocó que mi reacción no fuera la más adecuada (otro claro ejemplo de la importancia de los estados emocionales en las decisiones que tomamos).

Lectura relacionada  ¿Eres Pato o Águila tú decides...?

El proceso lógico y sano de razonamiento en cualquier otro día hubiera sido: “seguro que hay un buen motivo, o quizá no esté hablando del mismo proyecto, aunque suene prácticamente igual”.

Y entonces, en lugar de alimentar ese torbellino de emociones negativas y dar por sentado que lo que yo creía era lo que realmente había pasado, podría haberle preguntado directamente por aquél proyecto del que hablamos, si seguía en pie o había cambiado de idea.

Parece lo más coherente ¿no?

Sí. Pero nuestro subconsciente no entiende de coherencias sino de atajos.

[Tweet “Nuestro subconsciente no aplica la coherencia, sino los atajos”]

Cuando actuamos de forma inconsciente, con el piloto automático, nuestra mente no procesa y analiza completamente toda la información y estímulos que recibe sino que, para ahorrar energía y tiempo de reacción, tira de “imágenes de archivo”.

Es decir, ante un estímulo parecido al que tuvimos en una determinada experiencia del pasado, envía la misma respuesta al cerebro, aunque la situación no sea la misma.

Y ello antes de que nuestro consciente pueda actuar. Es en esas milésimas de segundo donde debemos intervenir.

Por eso es tan importante darnos cuenta de lo que estamos pensando en cada momento, y desde qué estado emocional lo estamos pensando. Si el pensamiento que nos viene no encaja con lo que queremos conseguir, tenemos que cambiarlo por otro pensamiento que nos ayude a construir algo, y no a destruirlo.

#4) El error aprendizaje

Y exactamente eso fue lo que pasó.

Esas palabras despertaron en mí las mismas emociones que había sentido otras veces cuando me habían rechazado o me habían excluido de algo que para mí era muy importante.

Afortunadamente, gracias a ese ejercicio de asertividad, no me dejé llevar por mi primer impulso de vengarme por tal ofensa. Sino que me serené y decidí ir de frente, comunicar de forma clara, directa e inmediata mis sentimientos a Marta.

Sin embargo, omití la segunda parte

Y en lugar de preguntar primero, di por supuesto que lo que yo había entendido era lo que  realmente había pasado.

Y aquí viene lo gracioso. Bueno, para mí no tanto. 

Marta me contestó de inmediato, sorprendida, que no se estaba refiriendo a nuestro proyecto, sino a otro. Que el nuestro seguía en pie, que seguía contando conmigo, pero que por circunstancias había tenido que retrasarlo.

-. “Ah… ups… esto…. lo siento…” ¡Tierra trágameeee!!!

En ese momento, ya no me sentía tan orgullosa de mi ejercicio de asertividad. No sabía donde meterme. ¡Me moría de la vergüenza!

De no encontrarme en ese estado de ánimo ni se me hubiera ocurrido dudar de Marta. Tendría que haber buscado una explicación. Le hubiera preguntado directamente sobre el proyecto, sin dar por sentado que había pasado de mí. 

Pero el ego es muy astuto y siempre encuentra una rendija por donde colarse en nuestras decisiones y hacerse el imporatnte, y si no estamos muy atentos y lo cortamos de raíz siempre nos lleva a su terreno.

Menos mal que Marta es una persona consciente, comprensiva y con un alto nivel de desarrollo personal. Cualquier otra persona se hubiera, al menos, escandalizado, o me hubiera montado un follón por semejante acusación infundada. Lo que a su vez, por otra parte, también hubiera provocado en mí una reacción negativa… y así entramos en el círculo de los malentendidos y los “tú más”.

Moraleja: está bien que practiques la asertividad, pero asegúrate antes de que lo que vas a decir tiene una base fundada.

Lectura relacionada  3 cosas que las críticas a los demás revelan sobre ti

[Tweet “Cómo practicar la asertividad y cómo no hacerlo”]

La importancia del estado emocional

En definitiva, como en casi todo lo referente a relaciones humanas, la clave está en no dejarnos llevar por nuestros impulsos y emociones del momento, pero tampoco silenciar nuestros sentimientos.

Es decir, no caer en la agresividad, pero tampoco en la pasividad.

Y sobre todo, nunca nunca nunca tomes decisiones ni actúes desde un estado emocional bajo. Porque hay muchas probabilidades de que tu enfoque no sea el adecuado y acabes tomando peores decisiones, que te llevarán a situaciones que no deseabas. 

De los estados emocionales hablaré en otro artículo, porque es uno de los factores que más influye en la calidad de nuestras acciones.

Espero que esta experiencia te ayude a practicar -de manera correcta- tu asertividad, tanto como a mí me ha servido para seguir trabajándola y aprendiendo. Lo que, por cierto, demuestra una vez más que es en nuestros peores momentos cuando más aprendemos.

Te confieso que sigue costándome compartir mis días de mierda como este, pero si lo hago es precisamente por eso, porque creo que pueden serte de utilidad los aprendizajes y conclusiones que de ellos saco.

Y a tí, ¿te ha pasado algo parecido? ¿practicas la asertividad? ¿o eres de los que se calla para intentar agradar? Me encantaría que me lo contaras  en los comentarios.

Fuente: https://caminoinverso.com/cuando-intentas-practicar-la-asertividad-te-olvidas-algo-importante/

Si quieres ver más posts de la misma categoría, haz click aqui:


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.