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Y tú, ¿en qué confías para lograr ser diferente?

  Por Cecilia Durán Mena

Una de las verdades de Perogrullo es que muchos mienten para pertenecer. Nadie lo queremos admitir, pero basta poner atención para darnos cuenta. Hay personas que se visten de determinada forma, no porque les guste sino porque quieren agradar a alguien; conocemos a tantos empleados que juegan golf y no tenis porque a su jefe le gusta y encierran las raquetas en el clóset en donde se llenan de polvo; vemos a tantos hombres y mujeres con voces afectadas, poses prestadas, actitudes fingidas que llama la atención. Es cuestión de fijarse: al ir a un restaurante parece que los hombres y mujeres van uniformados, en la cola para comprar un café nos topamos con el mismo tono de personas, en la oficina vemos una serie de repeticiones humanas y todo parece como una enorme masa de gris que no se matizan. Por pertenecer, se pierden en un sinfín de igualdades cuando lo importante es destacar. Lo importante es saber qué elemento vamos a elegir para sobresalir. Es decir, ¿en qué vamos a confiar para forjar nuestra ventaja competitiva?

Imaginemos que frente a nosotros está una hilera de manzanas rojas prácticamente iguales. ¿Cuál elegirías: la del extremo derecho, la del izquierdo, ¿la del centro? Cada quién daremos nuestras respuestas. Sin embargo, si a esa hilera le agregamos una manzana amarilla, esa destacaría. Algunos la elegirán por el color, otras por el sabor, a otras les dará miedo y se quedarán con alguna de las rojas, pero nadie dejará de percibir la diferencia de la manzana que no es igual a las demás. ¿En qué piensas que confió esa manzana para destacar? Al final, esa respuesta nos lleva a reflexionar que siempre hay una característica que tenemos que nos puede ayudar a destacar. Siempre nos han dicho que cada uno de nosotros somos seres únicos e irrepetibles. Entonces, ¿cómo es posible que día a día nos topemos con tantos personajes y productos tan olvidables?

Los pilares para construir una ventaja competitiva funcionan de la misma manera para una persona que para un producto, un servicio, una marca o una institución. La ventaja competitiva es la capacidad de un ente para destacar por encima de otros que hacen lo mismo o algo parecido, es decir, es la cualidad que me hace ser preferido por encima de los demás competidores directos o sustitutos. Cada uno tenemos ciertas cualidades o defectos que nos sirven de base para construir ese rasgo destacado. Lo importante es conocerlo para nutrirlo.

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Tristemente, muchas personas desconocen cuáles son los cimientos con los que cuentan para construir una ventaja competitiva. El peligro es que al no conocerlo corren el riesgo de estar tapando, inhibiendo, destruyendo lo mejor que tienen para destacar. Por eso vemos a tantas personas que se esfuerzan a diario por encajar y, les tengo malas noticias: no les va a servir. Las piezas de un rompecabezas deben de encajar en forma suave. Cuando las tratamos de meter a fuerzas, no funciona. Pasa lo mismo que en el cuento de la Cenicienta con las hermanastras: intentan que la zapatilla de cristal les ajuste y por más que intenten ese pie nunca va a entrar ahí.

Recuerdo que mi mejor amiga me contó que cuando era niña y la llevaban a comprar zapatos, ella siempre salía con dolor de cabeza. A lo largo de los años, se acostumbró a que salir de la zapatería significaba salir con jaqueca. Ya como adulta, fue a comprar un par de zapatos y pidió el número de toda la vida. La dependienta le vio el pie y le dijo que ni de broma esa era la medida correcta. Mi amiga se enojó, pero la vendedora no se amedrentó, trajo su regleta y le midieron el pie. Entonces, mi amiga se dio cuenta de que, por muchos años, había estado comprando zapatos más chicos, que la medida adecuada era más grande. Se aguantó a vivir con un horizonte más pequeño del que requería y eso fue doloroso. Hasta que se enteró de su grandeza y compró lo que era para ella. El alivio de salir de la zapatería sin dolor de cabeza es equiparable a la dolencia —explícita o no de quién miente para pertenecer—. Mi amiga no se dio cuenta de lo maravilloso que era conocer sus propias dimensiones hasta que las experimentó.

Por eso, es importante saber en qué confiamos para poderlo cuidar y hacer crecer. Cuidado, al elegir nuestro elemento diferenciador debemos ser muy honestos con nosotros mismos y no podemos ser ingenuos. Hay quienes confían en su belleza y está bien, entonces hay dos caminos: entender que ese elemento cambia con la edad y algunas veces, se acaba. Hay quienes confían en una herencia y también está bien, siempre y cuando el legado llegue —conozco muchos casos de gente que se ha quedado esperando— y que cuando sea el momento, se sepa administrar. Hay quienes confían en su actitud, en su condición física, en su carisma, en su inteligencia. Todos estos elementos son correctos, siempre y cuando seamos conscientes de ello para cuidarlos, preservarlos y saberlos usar. No usan los mismos mecanismos quien confía en la belleza que quien confía en la inteligencia; no trabajan igual los que destacan por su bondad que por su eficiencia.

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Incluso, hay ventajas competitivas que se construyen a partir de elementos controversiales. Por ejemplo, Nick Kyrgios, el tenista australiano de padre griego y madre malaya es un jugador muy rápido, con tiros certeros. Su ventaja competitiva está construida alrededor de su actitud. Es un hombre sumamente agresivo cuya actitud raya en la patanería. Independientemente de si nos gusta el estilo o no, a él le funciona. Sabe meterse en la mente de sus adversarios, los desespera con esa manera de ser grosera, los desconcentra y les gana. Podemos criticar sus modales, pero este jugador es un hombre que destaca, tiene un estilo único y a su favor tiene el mérito de ser auténtico. No miente para pertenecer. Por supuesto, resulta obvio decir que la construcción de un rasgo distintivo causa mejores impresiones cuando se construye a partir de una cualidad que de un defecto. Sin embargo, lo que no funciona es construir nuestra diferenciación a partir de un rasgo falso. No funciona porque se nota.

La ventaja competitiva debe ser honesta. Cada ser humano, cada producto, cada institución se puede equiparar con un instrumento. Si yo estoy invitada a participar en el concierto de la vida y soy un piano, por más que intente sonar como flauta no voy a poder: voy a desafinar. Voy a perder recursos en tratar de ser una flauta, cuando debiera usarlos para producir la mejor nota que un piano puede ofrecer. Si soy una sinfonía y quiero parecer una cumbia, se va a notar. Entonces, en vez de desperdiciarme tratando de sonar como lo que no soy, buscando ser aceptada por otras cumbias que verán que no soy como ellas, lo mejor es entender que sí soy y destacar por lo que me es inherente y me sale más fácil y mejor.

Por eso es importante entender en qué elemento vamos a poner nuestra ventaja competitiva para rodearla de aquellos elementos que la hagan germinar y florecer, en vez de asfixiarla, inhibirla y matarla. El gris puede ser un color hermoso, si ese es el que elegimos en consciencia. Si es impuesto, puede ser una carga pesada que vamos arrastrando inútilmente. La cosa es al revés, lo mejor es distinguirnos en forma natural para avanzar ligeros, rápido, crecer y ser preferidos.

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Fuente: https://www.forbes.com.mx/y-tu-en-que-confias-para-lograr-ser-diferente/

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