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Amar nuestro trabajo

por Isabel Carrasco

Bruce Daisley, en “The joy of work. 30 ways to fix your work culture and fall in love with your job again”, plantea que la cultura de un entorno de trabajo no es responsabilidad exclusivamente de los jefes sino de todos los profesionales, ya que todos podemos jugar un papel para lograr que el lugar de trabajo sea agradable y acogedor.

Steve Jobs dijo la famosa frase “Tenemos que amar lo que hacemos”. Esto es más fácil de decir que de hacer y es una de esos comentarios que pueden hacer que las personas se sientan inadecuadas, ya que si se espera de nosotros que amemos nuestro trabajo si no lo hacemos será culpa nuestra. Pero aunque es erróneo asignar todo el peso de la satisfacción por el trabajo en el individuo existen cosas que cada uno podemos hacer para intentar que éste nos resulte más gratificante. El problema  con el que nos encontramos es que las evidencias sugieren que la tendencia es ir en la dirección opuesta y muchas personas no aman lo que hacen y se sienten exhaustas al intentarlo. Una encuesta reciente de Gallup sobre la fuerza laboral a nivel global encontró que sólo un 13% de los profesionales se sienten comprometidos con su trabajo. Nos sentimos agotados por la sensación de inseguridad en el trabajo y por entornos laborales que cada vez más parece que se están introduciendo en nuestro tiempo libre al tener que luchar para mantenernos al día con nuestros correos o con los mensajes en el móvil que pueden surgir en cualquier momento del día.

Ante esta realidad el autor junto a Sue Todd elaboró una lista de 8 cambios que cualquier persona puede introducir para mejorar su trabajo y la llamaron el Manifiesto de trabajo de Nueva York:

1.- Darnos permiso para la flexibilidad. El manifiesto se fundamenta en la confianza. Ésta se concede y todos debemos trabajar para sostenerla y merecerla con nuestras acciones. Las personas pueden lograr sus mejores resultados de diferentes maneras y los líderes deben facilitar que lo puedan hacer.

2.- Utilizar los descansos para desconectar. Abandonar de vez en cuando las mesas de trabajo y la dependencia tecnológica es una manera de lograr mejores resultados en el trabajo al contar con momentos para refrescarnos y relajarnos.

3.- Buscar lugares tranquilos donde reflexionar. Las oficinas de espacios abiertos son malas para la concentración, por lo que debe aceptarse que hay que reservar tiempo para alejarse de ellas para conseguir un grado más profundo de reflexión.

4.- Ser nosotros mismos en el trabajo. El trabajo debe permitir que nos mostremos como somos.
5.- 40 horas es suficiente. La creencia de que cuanto más horas trabajemos más lograremos no tienen evidencias que la apoyen. Por tanto lo recomendable es respetar las 40 horas semanales y si es necesario más tiempo dar libertad a las personas para elegir el momento.

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6.- Fines de semana libres digitalmente. Nadie debe sentirse obligado a responder a llamadas o correos de trabajo durante el fin de semana.

7.- Potenciar las conductas éticas. Los entornos de trabajo excelentes comienzan por códigos morales fuertes. Debemos asumir la responsabilidad de nuestras acciones y defender las conductas éticas con orgullo.

8.- Reír. Reírnos junto a nuestros compañeros es muy importante ya que no solo los equipos que ríen juntos colaboran mejor sino que la risa reduce los niveles de estrés. Tenemos que pensar que si tenemos que pasar muchas horas al día trabajando durante muchos años no tenemos que avergonzarnos de querer divertirnos y  disfrutar con nuestro trabajo.

Daisley señala que es necesario, para desarrollar las ideas recogidas en el manifiesto comenzar por:

REPONER ENERGÍAS

Alexandra Michel, banquera reinventada en académica, ha dedicado nueve años al estudio la evolución de los banqueros dedicados a inversión mientras desarrollan su trabajo y ascienden en sus organizaciones. Las condiciones extremas de sus trabajos casi siempre tenían un impacto físico: cambios dramáticos de peso, pérdida del cabello relacionada con el estrés, ataques de pánico y las dificultades o imposibilidad de conciliar el sueño. Tras tres o cuatro años de desempeño de este tipo de trabajo la salud se veía seriamente comprometida  con los profesionales sufriendo enfermedades como diabetes, cardiopatías, alteraciones del sistema hormonal e inmunitario y hasta cáncer.

Las consecuencias en sus mentes eran, también, especialmente llamativas y duras: adicciones ( a drogas, bebida, pornografía,…), pérdida del sentido de empatía hacia los demás, depresión y ansiedad. Asimismo el exceso de trabajo afectaba sus principios morales y anulaba su creatividad.

En agosto de 2013 un interno, de 21 años,  de la división de inversiones del Banco de América sufrió un colapso y falleció de un ataque epiléptico. Tras su muerte sus compañeros reconocieron que había estado tres días sin dormir. La situación para este colectivo cambió en alguna medida tras este hecho ya que surgió la demanda de la necesidad del sector de redefinir sus culturas de trabajo.

Aunque ciertamente los horarios laborales en la mayor parte de las organizaciones son más reducidos que los de los banqueros el impacto de los mismos si son excesivos se va a producir y el daño terminará apareciendo. Existe una epidemia de burnout barriendo el mundo y como en el caso de la banca muchas industrias se construyen incorporando un modelo de usar y quemar a su fuerza laboral: contratan recién graduados para que trabajen 15 horas al día y se desprenden de ellos cuando no pueden aguantar más. Los queman y buscan nuevos trabajadores.

La situación se ha agravado en los últimos años por la constante conexión que facilitan los móviles con lo que no hay posibilidades de escapar y aparece el burnout.

Otra de las tendencias que se está observando que cada vez tiene un mayor impacto es el incremento de la soledad en el trabajo. Las investigaciones recientes muestran que paralelamente al aumento de la sensación de agotamiento la sensación de aislamiento está creciendo de forma masiva. Las personas llegan a sus trabajos y con frecuencia tienen que sentarse en medio de una vasta colección de puestos de trabajo y se sienten aislados. Los resultados de una encuesta reciente sugieren que el 42% de los trabajadores en el Reino Unido no tienen un solo amigo en el trabajo. Esta es una situación nueva ya que antiguamente las personas en el trabajo se sentían más felices y realizadas que aquellas que no trabajaban. Nuestros trabajos, independientemente de lo que hiciésemos, solían aportarnos un significado y compañerismo a nuestras vidas.

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El autor para intentar paliar lo anteriormente expuesto y recargar energías recomienda seguir una serie de estrategias. Entre ellas tenemos:

a).- Implantar las “mañanas en modo monje”

El diseño de los lugares de trabajo como hemos visto ha experimentado cambios en los últimos años y se favorece el concepto de “no oficina” o la de espacios abiertos y conjuntos. Parece que últimamente el  único debate sobre los mismos es que tipo de oficina sin despachos vamos a tener y termina en la discusión sobre si el jefe lo tiene o no. Por ejemplo el director de Google tiene un despacho, el de Facebook se sienta fuera de un lugar de reuniones o el de Netflix carece de cualquier tipo de lugar reservado.

Lo que hacen nuestros jefes es un reflejo de dos factores en conflicto: por un lado el deseo de parecer que están conectados con sus profesionales y por otro su lucha por lograr hacer algo en una oficina de espacios abiertos.

Los despachos comenzaron a desaparecer al ir perdiendo formalidad el entorno laboral como lo muestra, también, la relajación en las normas sobre el atuendo adecuado. Para muchos los despachos son una reliquia jerárquica. La falta de pasillos y de espacios cerrados implicaría que la organización está deseosa de promover una estructura más plana y que no se preocupa por tener capas de directivos.

Evidentemente, otra razón por la que se popularizaron los espacios abiertos es porque resultan mucho más baratos.

Los defensores de este concepto argumentan que crea mejores entornos de trabajo ya que favorece la comunicación entre compañeros y la colaboración entre ellos. El único problema de esta visión utópica es que no es real. Todos los estudios sobre los efectos de este tipo de diseño llegan a la misma conclusión: en términos de productividad las oficinas abiertas son un desastre. Se ha comprobado que los profesionales que trabajan en este tipo de entornos tienen bajas más frecuentes  que cuando están juntos menos de 6 compañeros. Cuando están en el trabajo las continuas distracciones implican que debe interrumpir constantemente su trabajo. Un estudio, por ejemplo, mostraba que el trabajador medio se ve interrumpido cada tres minutos por compañeros para hacerles preguntas, por los fragmentos de conversación de los que le rodean, etc. Teniendo en cuenta que los expertos consideran que puede costar una media de 8 minutos el volver al estado de concentración requerida tras una interrupción el tiempo perdido es considerable.

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Las constantes interrupciones y distracciones hacen que sintamos que estamos haciendo menos del o que debíamos lo que tiene una importancia significativa para nuestro sentimiento de valía personal. La psicóloga Teresa Amabile que ha realizado numerosas investigaciones en esta área ha establecido que las personas se sienten satisfechas en sus trabajos cuando piensan que progresan en algo centrándose en una sola tarea y no intentando superar una montaña de correos. Es lo que el psicólogo Mihàly Csíkszentmihály describe como “sensación de flujo” y que consiste en sentir que estamos inmersos en una actividad, olvidando el ego, sintiendo como el tiempo vuela y estamos totalmente involucrados en dicha tarea. En uno de los estudios de Amabile se comprobó que un día provechoso para los participantes en el mismo era aquel en el que habían hecho un progreso significativo en algo que habían estado intentando alcanzar. La ausencia de distracción conduce a la quietud y ésta al flujo, que lleva al progreso y éste a la satisfacción.

Estas ideas parece que son contrarias a lo que se defiende sobre la creatividad en la actualidad, que propugna que ésta es fruto de un esfuerzo colectivo y en equipo. Hasta cierto punto esto es cierto ya que una discusión en grupo puede ser productiva realizada en espacios abiertos. Pero el trabajo más significativo suele ser realizado mejor en soledad.

Cal Newport habla del concepto “mañanas en modo monje” para lograr trabajar sin distracciones al menos parte de la jornada laboral. Consisten en no estar a disposición de nadie durante un periodo de tiempo diariamente y conocido por todos. En él no se asiste a reuniones ni se contesta el teléfono ni los correos. La organización se va adaptando así a la idea de que una parte del día es la que se dedica al tiempo para la reflexión y el resto a actividades que implican la relación entre sus miembros.

 

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