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Marketing Emocional.  

Por Henry Galecio.  
Un viaje al ¿corazón? del consumidor… ¿Dejamos de lado a la razón cuando tomamos una decisión de consumo?, ¿Somos gobernados por nuestro inconsciente?, ¿Hay un reptil dentro de nosotros que es más poderoso que cualquier tediosa deliberación?

El marketing de emociones, aquel que busca apelar a la parte no racional de las personas, parece orientar las estrategias de comunicación hacia el corazón de la gente. Pero ¿qué hay detrás de nuestras consabidas etiquetas “emoción” y “razón”?, ¿hablamos de procesos necesariamente antagónicos? Algunos hallazgos científicos pueden matizar nuestro atávico gusto por las dicotomías simples, y pueden llevarnos a enfoques… desafiantemente más complejos.

Apuntando a las emociones

Bien es verdad que la tendencia general de marketeros, creativos y hasta investigadores de mercado es apuntar hacia las emociones cuando de diseñar estrategias y lanzar campañas se trata. Vivimos, en general, en una época signada por la sobrevaloración de lo emotivo, algo que puede observarse especialmente en el tipo de mensajes emitidos durante ciertos períodos de hipertensión colectiva: elecciones políticas, eliminatorias de fútbol, ferias gastronómicas y otras fiebres. En los mercados de consumo, ha habido ciertos cambios que explican también esta concentración en la emotividad.

“Yo diría que el marketing siempre ha reconocido la importancia de las emociones como parte del accionar humano. Lo que ha sucedido en los últimos años es que ha habido situaciones en el mercado que han hecho que el factor emocional sea cada vez más reconocido y utilizado como parte de las estrategias. Los atributos funcionales de los productos cada vez se asemejan más y si son diferentes, lo son por muy corto plazo pues la imitación se produce muy pronto y no llega a ser un elemento diferenciador sustentable en el tiempo.”; señala el Ph.D. José Luis Wakabayashi, Director de la Maestría en Marketing de ESAN.

Si lo que en última instancia busca el marketing es encontrar un espacio único para una marca y que ésta desarrolle una relación de lealtad con el consumidor, pues tiene sentido que el énfasis en las estrategias sea ir más allá de los atributos funcionales de un producto y desarrollar una suerte de identidad afín al público objetivo. “La gente busca conexión con su marca, no sólo si va a satisfacer su necesidad, sino si comparte ciertos valores, cierta identidad y cultura.”; agrega Wakabayashi.

El otro aspecto que señala el investigador es la importancia de considerar la etapa en la que está el producto y las características generales de su categoría: “Por el lado del ciclo de vida de un producto, una marca conforme va avanzando a una etapa de crecimiento lento, necesitará más argumentos emocionales, cuando llega a un cierto nivel de madurez le va a costar más crecer. Lo otro es que hay definitivamente productos que por sus propias características requieren una estrategia de marketing más centrada en lo emocional: cosméticos y perfumes, por ejemplo.

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Y viceversa, hay productos que también exigen una buena dosis de racionalidad, comprar un auto no es sólo un tema de estatus, evalúas una serie de atributos funcionales. En el mercado de cemento, por ejemplo, al comienzo apelaron a algunos atributos funcionales: la frescura del producto, la bolsa caliente, etc. Y después empezaron a trabajar sobre lo emocional. Ahora, es claro que no puede haber un beneficio no sustentado en un atributo. Pero la tendencia de marketing es a privilegiar los beneficios emocionales.”

Si las emociones son algo así como el target del target, es decir, aquello adonde finalmente apuntan los esfuerzos de comunicación cuando se dirigen a un grupo objetivo, conviene hacer un zoom en ellas y tratar de entender el papel que juegan en el más complejo contexto de nuestros procesos de toma de decisiones.

Bienvenida Neurociencia

Desde hace algunos años el quehacer marketero se ha acercado a disciplinas más “duras”, esto es, aquellas que tienen un corpus teórico más complejo y formas de experimentación y observación empírica con alta tecnología; nos referimos a disciplinas como la biología y la neurociencia. El llamado “neuromarketing”, justamente, se reclama como una forma de mercadotecnia científicamente fundada. Aquí un apretado y contundente resumen de sus reclamadas bases científicas:

“Bajo el principio de 1952 de Paul D. MacLean, sabemos que el cerebro tiene principalmente 3 zonas o clusters: el primero es el cerebro cortex, el racional, el cerebro pensante, el cerebro funcionalista; el segundo cerebro, miles de veces más poderoso, es el límbico, el cerebro subconsciente donde residen las emociones, miedos y sensaciones, este cerebro es muy poderoso en el proceso de decisión pero de una forma inconsciente, mientras el cerebro cortex habla, el límbico no puede explicar nada, es silencioso, es por esto que es tan difícil decodificarlo. El tercero, el más poderoso de los tres, es el cerebro reptil o reptiliano, el cual ni piensa ni siente, simplemente actúa, es el cerebro del comportamiento biológico instintivo. El reptil siempre predomina en el proceso de decisión ya que es básico y de sobrevivencia.”

Tratándose de una teoría que tiene más de medio siglo de existencia, es prudente preguntar por su aceptación en la comunidad científica hoy. Para ello, consultamos a Luis Aguilar Mendoza, Doctor en Neurociencias y Biología del Comportamiento y Coordinador del Laboratorio de Neurociencia y Comportamiento de la Universidad Cayetano Heredia, quien mostró menos militancia y más cautela con dicho enfoque:

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“Esa teoría sigue la teoría evolutiva de cómo se forma el sistema nervioso. En embriología sabemos que la formación del sistema nervioso se da por etapas, la teoría de MacLean justamente explica la formación del cerebro en tres etapas: uno primitivo, otro pre-cortical y finalmente el cerebro cortical. En eso tiene razón, pero no podemos tomar esta tripartición como un dogma, porque hoy sabemos que el cerebro es un sistema plástico, flexible, que se adapta. Y la capacidad más alta de adaptación la tiene la corteza cerebral más evolucionada, el cerebro más actual.

Esto tiene dos consecuencias muy importantes: esa capacidad de adaptación nos permite tomar decisiones y enmendar nuestros errores, y nos permite responder ante cambios en el entorno. El cerebro con la mayor capacidad de adaptación es el que está vinculado a las funciones superiores: los sistemas cognitivos, la memoria, el aprendizaje, el pensamiento y el manejo de las emociones.”

Pues bien, la siguiente interrogante es si la asociación “más longevo y primitivo entonces más poderoso” es tesis admitida hoy. La idea predominante entre muchos neuromarketeros es, justamente, que aquel cerebro reptil es mucho más dominante que el límbico y éste, a su vez, que el último en llegar: el neocortex. Nuevamente, dejamos la palabra a quienes más han estudiado el tema:

“Los otros dos cerebros gobiernan sólo un grupo de decisiones porque son los sistemas de sobrevivencia de especie. Hoy en neurociencia predomina una interpretación conjunta de la actividad cerebral, hay participación cortical pero también de los núcleos profundos. Los tres cerebros están activos y cada uno tiene su rol, pero hay claramente un sistema jerárquico, quien domina prácticamente a todos es la corteza más evolucionada. El cerebro cortical domina pero no puede vivir sin sus súbditos, sin los núcleos profundos. En los seres humanos la parte instintiva está filtrada.”; señala –corticalmente- el Dr. Aguilar Mendoza.

Parece que hay esperanza en no ser sólo reptiles que no sienten ni piensan, ni tampoco sólo zombis que viven en un limbo de emociones a expensas de estímulos externos. Filtramos lo que sentimos y tenemos la capacidad de reorientar nuestra conducta. El carácter flexible y adaptativo de nuestro cerebro es, pues, un hallazgo feliz de los últimos años.

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La década del cerebro

“La década del 90 se conoce en nuestro ambiente como la década del cerebro. En ella comenzamos a entender que en el cerebro se están formando células nuevas, neuronas nuevas, algo antes impensable. Hoy sabemos que hay ciertos centros neurológicos, como el hipocampo o la amígdala, que siguen formando neuronas y que sirven para la memoria y el aprendizaje.

También entendimos que el cerebro es un sistema adaptativo, se va a adaptando al medio ambiente, recibe información nueva, aprende de la experiencia y modifica el comportamiento. Y también va envejeciendo, el cerebro se desarrolla hasta los 28 años y luego empiezan a declinar una serie de sistemas metabólicos. Cerebralmente, empezamos a envejecer a partir de los 28; pero esto no quiere decir que el cerebro no pueda seguir aprendiendo, el proceso de aprendizaje es una actividad que, en general, puede durar toda la vida. Esta es una ventaja para el marketing.”

Hoy que el futuro de muchas marcas pasa por crear más oportunidades para nuevos productos a partir del fomento de un cambio de hábitos en el consumidor, nos preguntamos si esta posibilidad no pasa por la capacidad humana para reorientar la conducta, enmendar lo que resulta nocivo y readaptarse a nuevos contextos; funciones –todas- corticales.

Apuntar sólo a las emociones, allí donde lo que hace falta es entender los beneficios que un cambio de comportamiento puede traer para nosotros y nuestro entorno próximo, no parece ser una estrategia que le haga justicia a nuestra propia evolución.

Fuente https://manuelgross.blogspot.com/2012/11/neurociencias-las-emociones-nuestros_8.html

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