Hace unos meses me contactaron de la revista cultural Yorokobu para hacer un reportaje sobre el síndrome del explorador y la adición a la curiosidad. La periodista, Mar Abad, hizo un gran trabajo recopilando las características que definen a estos profesionales que parecen “incapaces de dejar de aprender” y también reflexionamos juntas sobre el embudo creativo y cómo estos profesionales serán indispensables en el futuro.
Poco después de que se publicase el artículo recibí un mail muy interesante en el que Emilio Molina me ofrecía sus comentarios e impresiones sobre el tema, acompañando el artículo de Mar de anotaciones de lo más acertadas. No fue el único, otros también me escribieron:
Te escribo tan sólo para darte las gracias por tus reveladores pensamientos recogidos en la entrevista que te hicieron para Yorokobu.
A mis casi 50 años me has hecho descubrir que mi irrefrenable inquietud por emprender, por conocer, por entender y por crear de la nada, no tienen nada que ver con la falta de enfoque profesional, modas del momento o una permanente y caprichosa insatisfacción profesional.
Tenía que ver con el síndrome del explorador que me hizo convertirme en reportero a los 10 años para narrar un incendio en el piso de arriba, o crear un laboratorio de revelado fotográfico en una gran caja de cartón a los 12 ó lanzar una revista juvenil a los 14.
Tras leer el reportaje en Yorokobu, he empezado a entender muchas cosas que antes me confundían
Así que…mil gracias. Un saludo cordial.
N.
Todos, Mar con su artículo y Emilio y N. con sus comentarios me animaron a darle una vuelta más al tema del síndrome del explorador… ¿El resultado? El post que estás leyendo :).
Una de las primeras cosas que comenté con Mar y que ella plasmó perfectamente en su artículo es cómo acabé acuñando la expresión de “síndrome del explorador”. En mi trabajo como headhunter y consultora de talento empecé a cruzarme con cierto tipo de profesionales muy peculiares, eran unas personas a las que les encantaba aprender y tenían unas ansias de conocimiento increíbles, tantas que a veces les alejaban del típico trabajo de oficina y les hacían lanzarse a la aventura.
Detecté un patrón que al principio identifique como “adicción al aprendizaje”. Emilio en su mail lo supo definir muy bien señalando que para él era más bien una adicción a la curiosidad, a lo nuevo, a querer saber más y ser capaz de conectar puntos para poder encontrar soluciones. Sin embargo, el término “adicción” no me acababa de convencer porque se refiere a algo negativo y ¡no podía condenar algo tan maravilloso como poseer una curiosidad infinita!
La curiosidad y el aprender genera satisfacción, pero de ahí a la adicción que podemos sentir con café tabaco o azúcar… ¡Para nada! Abandoné la palabra adicción porque no era positiva. A veces, yo también juego a provocar con esta idea, como cuando digo:
“Soy adicta al aprendizaje pero no me preocupa, hay vicios peores”.
Pero tenía que pensar un término más acertado, más positivo, que definiese a estos profesionales que están constantemente en busca de nuevos conocimientos y lo encontré, así nació la idea del “síndrome del explorador”.
Pero, ¿qué tienen en común estos profesionales además de sus inmensas ganas de aprender? Como explican en el artículo, los exploradores tienen varias características similares, me permito enumerarlas para perfilar un poquito las que describió Mar:
Creo que la característica más importante de estos apasionados del aprendizaje es su creatividad. Porque como explico a menudo, la forma en la que se crea el talento se parece a un embudo. Cuanto más ancha sea la boca, más diversas son las experiencias y enriquecedores los aprendizajes. Luego, conforme el profesional va concretando su ámbito de actividad, el embudo se estrecha y es donde se conectan esas ideas; generando CREATIVIDAD.
Por eso es tan importante animar a estos profesionales, especialmente a los más jóvenes, a explorar y a no preocuparse si los resultados no se ven de forma inmediata. Ya que, cuando el conocimiento se asienta, la creatividad se conecta.
Esta capacidad de aprender de forma continua es «la habilidad más valiosa del profesional del siglo XXI». Aunque todo tiene su precio: «El explorador es difícil de gestionar y a las organizaciones les resulta cara la curva de aprendizaje de un empleado». Esa necesidad combinada de aprender cada día y gestionar la cantidad de información y contenidos que existen ha echo que haya surgido un perfil profesional dedicado a ayudar a otros a aprender mejor: el learning developer o learning manager, un experto que ayuda a filtrar las fuentes y organizar el conocimiento.
ADVERTENCIA IMPORTANTE A LOS EXPLORADORES: Por extraño y contradictorio que parezca, he detectado que los exploradores funcionan mejor con ciertos límites porque si pueden ir libremente en cualquier dirección sucumben a la más absoluta dispersión. Ten cuidado tomando decisiones de carrera, puede que tus creencias estén jugándote una mala pasada y te conduzcan a lugares donde estarás disperso; alejándote de otros donde los límites harán que tu creatividad se multiplique.
Fuente: https://www.historiasdecracks.com/2019/11/el-sindrome-del-explorador/