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Experto español Xavier Marcet: «Sin pasión y sin compromiso no hay innovación»

por Claudio Pereda

Con sedes en Barcelona, Boston y Santiago, la compañía Lead To Change es una consultora internacional de innovación estratégica. A la cabeza del grupo se encuentra el español Xavier Marcet, destacado académico de estrategia empresarial y comunicación corporativa.

Ha dirigido variados proyectos de las más destacadas empresas globales, siendo el reconocido introductor en España del concepto de innovación abierta y de desarrollo del emprendimiento.

La actividad de consultoría le ha permitido participar en proyectos internacionales en Estados Unidos, Francia, Suiza, Inglaterra, Polonia, Argentina, México, Marruecos y Chile.

Con viajes constantes a nuestro país, debido a que desarrolla varias iniciativas tanto en el sector privado como en el público, el experto cuenta con una visión muy clara del proceso que se vive a nivel local frente a la innovación y al emprendimiento.

Aclara, eso sí, que sus puntos de vista no los desarrolla «desde una torre de extranjero arrogante, las expreso con todo el cariño y confianza que le tengo a este país en donde hemos hecho cosas muy atractivas y buenas».

¿Existen elementos básicos que tienen que estar presentes en un momento para que, a partir de ellos, se pueda decir «aquí es posible que surja una innovación»?

– La innovación es algo diverso en cada empresa u organización, se trata de un camino a la diferenciación. Por eso, más que tratarse de una fórmula en la que se señale todo lo que se tiene que tener, se cuenta con más certezas en lo que va a hacerla fracasar.

Lo primero, innovar es un esfuerzo por crear valor desde la empatía, es decir, la capacidad de ponerse en el lugar del otro muy rápido y bastante frecuentemente. Es un esfuerzo que tiene poco que ver con las lógicas de ejecución tradicionales de muchas empresas, que al encontrar una fórmula exitosa, la repiten, la repiten y la repiten.

Si no hay esta empatía con el cliente, no pasa nada. A lo máximo un poco de innovación incremental. Y para que exista esta empatía debe haber una real capacidad de entender que en este mundo el cliente está en el centro del tablero.

Ya no son las empresas ni las organizaciones los que se ubican en la parte principal, son los ciudadanos y los clientes. Son ellos los que perfeccionan el mercado.

De allí es que resulta vital estar atentos a lo que van a necesitar tus clientes y que aún no te saben expresar. Hay que estárselo preguntando cada día, de diversas formas. Cuando no somos capaces de hacer esa pregunta o cuando en los niveles ejecutivos existe la arrogancia de sentirse más importante que los clientes, entonces la innovación es imposible.

La innovación tampoco se puede lograr cuando no hay liderazgo, ya que el riesgo es muy difícil de delegar y hay momentos en que se debe ser prudente.

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No puede darse innovación si las organizaciones son cerradas y las personas no pueden expresar conversaciones que no sean las convencionales: se requiere hibridación para seguir sendas innovadoras. Lo nuevo no surge del mainstream. Si no hay agilidad, es muy difícil que pase algo.

Finalmente, si no hay compromiso y sin pasión tampoco pasa nada. Me parece que esos son los factores más importantes que impiden el desarrollo innovador.

 

¿Y qué ocurre en las organizaciones cuando han sido históricamente jerárquicas y se ven un poco obligadas a seguir este camino de la innovación, como para actualizarse con los tiempos que corren? Deben generarse desajustes ahí…

– Ah, claro, ese es un problema importante. En una organización que se ha caracterizado por sus relaciones jerárquicas es muy difícil que se dé la innovación, porque personas pensantes no nacen de la noche a la mañana. La gente que fue históricamente obediente, no puede convertirse en poco tiempo en gente con ideas.

En ese sentido es importante que estos procesos sean auténticos. Es un factor que me parece importantísimo. Si estamos todos reunidos en la empresa hablando de innovación, pero sabemos que nada de eso va a ser cierto, entonces el proceso es fallido.

Si la energía de la innovación ha sido tan bien recibida en la mayoría de las organizaciones, ¿cómo se explica que aún queden personas que se resistan a ella?

– Porque, como te he subrayado, no es una regla mágica. Hay empresas que han encontrado un nicho de mercado y les da buenos resultados, alcanzando sustentabilidad en eso. Y no requieren innovar. Ahora, lo que sí es cierto es que todo el desarrollo digital ha transformado mucho la forma de hacer negocios y cada vez son más los sectores o rubros que están en riesgo de pasar procesos de disrupción.

Pienso que la banca y el ámbito del turismo se deben estar redifiniendo ya. La innovación requiere de mucho entrenamiento y las empresas que no hayan iniciado ese proceso y no tengan elementos de adaptación, les será mucho más complicado.

Y en ese sentido, ¿hay sectores que planteen que no requieren innovación?

– Siempre hay, pero –claramente- no son los que marcan las tendencias. Hay empresas de todo tipo, pero las que realmente quieren perdurar, entienden que la innovación es la vía natural de adaptación a los nuevos requerimientos.

En administración hay un triángulo que siempre utilizo para explicar estos conceptos En la parte de arriba está la «Visión», es decir, hacia dónde queremos ir. Antes para responder a esto se hacía un análisis FODA. Hoy en un mundo que cambia más rápido que tu capacidad de planear, necesitas instrumentos que te permitan adaptar a un entorno en el que los clientes, las tecnologías y las formas de comunicación cambian. Por eso, la innovación ha sido importante. Las organizaciones han debido adaptarse a un mundo que se ha acelerado.

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De allí que usted habla de «empresas magnéticas», que son las que resultan atractivas porque tienen voluntad de perdurar…

– Claro, se trata de organizaciones que tienen sus vectores de innovación muy bien engrasados, todo lo cual les permite desarrollar su voluntad de perdurar, de contribuir a la sociedad y de hacer buenos negocios.

Hay muchas compañías grandes que han caído de un día para otro, porque el cementerio de empresas está lleno de organizaciones que lo hicieron “bien” hasta el último día. La innovación no es un tema de tecnología, es un tema cultural. Requiere un modelo de negocio y mucho entrenamiento.

 

¿Y cómo ha visto usted la evolución en América Latina?

– Con Chile como líder en la región, pero también con la necesidad de decir que eso no basta. Hay que saber cómo darse los tiempos correctos para tomar la dirección que realmente corresponde. Y esto que le ocurre a Chile le pasa también a otros países, a España, por ejemplo.

Y es que a las empresas instaladas, o consolidadas, les cuesta demasiado innovar. La mayoría de las veces quienes nos han cambiado la vida son las startups y ahí, entonces, surge el desafío: cómo hacer la necesaria hibridación entre la potencia corporativa que genera empleos, que sostiene países, con la rica capacidad de innovación de los emprendimientos. Ahí es donde se está dando la partida del futuro.

Es aquí también donde en Chile hace falta más apertura, porque hay una cierta complacencia con la posición que se ocupa en la región y con ciertos resultados buenos del ecosistema. Y sinceramente, con todo respeto, creo que esta complacencia no es buena. Hay que preguntarse si la capacidad de transformar existente es la que de verdad se necesita, si se va en la dirección correcta, si se están haciendo todos los esfuerzos.

Para que quede claro: me parece que en Chile están pasando cosas en torno a la innovación mejores que en América Latina. Mi duda está en que si eso es suficiente. El gran reto de la economía chilena es cómo se hace más sofisticada, cómo se pasa a incrementar el valor que aporta y cómo eso también aumenta los márgenes de sus ganancias.

Por ejemplo, la minería ha sido capaz de entender ese desafío y en los últimos años ha podido darle valor agregado a su producción básica. Son dinámicas que se deben profundizar.

Es decir, ¿el principal aspecto que Chile debe tratar ante este tema es el desafío de los ritmos?

– Sí, creo que estamos ante un probema de agilidad muy grande. La adaptación a los cambios requiere menos burocracia, menos jerarquización y mucho más capacidad de probar cosas y llevarlas al mercado.

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Chile parece haber cambiado mucho en estos temas en las últmas tres décadas, aunque persiste una paradoja. Antes no se premiaba ni se estimulaba a quien abandonaba una organización para llevar a cabo una idea propia, ahora eso es cada vez mejor evaluado. Sin embargo, aún no existe la tolerancia al fracaso en el emprendimiento y eso aún sigue siendo castigado…

– Sí, efectivamente. Ese cambio del que me hablas aún se parece más a un relato que a un resultado. Y eso del fracaso que apuntas, también ocurre mucho dentro de las empresas. No sólo afuera de ellas.

La innovación es una dinámica muy compleja. Fracasas siete o ocho veces de diez y con las dos o tres que ganas debes pagar todas las que has perdido, debes posicionarte y debes obtener ganancias. Hay sólo una forma de no fracasar y esa es no correr riesgos. Pero cuando no se toman riesgos, el impacto es muy bajo. Por eso la complacencia no es buena consejera.

Ir algunos pasos sobre America Latina es algo muy bueno, pero no es -necesariamente- lo que Chile necesita ni a ese ritmo que se lleva. Se requiere mucho más. Y conste que estas opiniones no las digo desde una torre de extranjero arrogante, las expreso con todo el cariño y confianza que le tengo a este país en donde hemos hecho cosas muy atractivas y buenas.

 

¿Cuál es el papel que juega la educación en el desarrollo de la innovación?

– Es un aspecto muy importante. La innovación es una cuestión de formación y también de valores.

En innovación el valor principal es la humidad, aunque -en rigor- se necesite una mezcla extraña: mucha ambición en el propósito, pero muchísima humildad en el proceso, para aprender de todo el mundo y así llegar a la solución.

Se requiere mucha gente buena en lo suyo y profunda en conocimientos, pero también con muchas habilidades empáticas, adaptativas y de apertura constante. Todo ello sazonado con un ritmo más urgente del que se piensa.

Fuente4 http://www.innovacion.cl/2018/04/experto-espanol-xavier-marcet-sin-pasion-y-sin-compromiso-no-hay-innovacion/

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