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¿Cansado de pensar de más, de darle vueltas a todo?

por Patricia Ramirez

Hay gente sencilla a nivel cognitivo y otra más compleja. Hay gente que piensa mucho y otra que no da vueltas a las cosas. ¿Pensar mucho es negativo? Si hablamos en términos de sufrimiento, seguramente aumenta la probabilidad. Pensar mucho, refiriéndonos con ello a darle vueltas a las preocupaciones una y otra vez, rumiar, querer controlar, anticiparnos, predecir o buscar soluciones de forma descontrolada, puede hacerte dudar y genera ansiedad. Por el contrario, un pensamiento relajado, que acepta la incertidumbre, que fluye, permite vivir con más serenidad.

Los motivos de por qué algunas personas piensan de más pueden ser diversos:

-Sentirse inseguros. Estas personas tratan de que no se les escape valorar todos los peligros, las alternativas o las posibles soluciones. Quieren dar en el clavo y no fallar. Y como no siempre la solución es evidente, piensan, repiensan y vuelven a pensar. Le dan tantas vueltas a la toma de decisiones, que lo que en un principio les parecía bien termina por generar dudas.

-Querer tener el control absoluto. El control nos da seguridad, pero la vida tiene su parte de incertidumbre y de misterio. Muchas son las situaciones que se escapan a lo que podemos controlar. Y cuando empiezas a pensar en todo lo que te preocupa pero no depende de ti, puedes terminar dándole vueltas a la pescadilla que se muerde la cola pero sin encontrar soluciones.

-Tener un trastorno obsesivo. Te lleva a querer razonarlo todo de forma incontrolada, le das vueltas a la ideas una y otra vez, tratas de comprobarlo todo y en muchos casos, terminas realizando rituales (como ordenar de forma excesiva, tocar madera) que reducen momentáneamente la ansiedad de lo que te preocupa, pero que al rato vuelve a resurgir.

-El cerebro multitarea. La idea de que eres más eficaz cuando abarcas varios temas a la vez te lleva a tener la mente en varios temas pero a no estar atento y concentrado con ninguno.

Estos diez consejos pueden ayudarte a calmar la mente:

Anota lo que tengas pendiente de hacer. No abuses de tu memoria. Con ello obligas a tu cerebro a que esté pendiente de información que se puede perder y que de ser así, te ocasionaría un trastorno. Cando haces listas o anotas las cosas, te relajas sabiendo que ya no se te va a olvidar la información.

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Distánciate. Como explica Russ Harris en su libro La trampa de la felicidad, existen preocupaciones de las que no podemos ocuparnos porque su solución no depende de nosotros en ese momento. Así que prestar atención a esas preocupaciones hará que solo se repitan más y nos hagan sufrir. Trata de no hablar con esas ideas, da las gracias a tu mente y lleva tu atención al momento presente. Con una sola vez que practiques este ejercicio no será suficiente para que puedas coger el hábito de distanciarte de tus ideas. Lo ideal es convertirlo en una filosofía de vida.

Haz ejercicio. Cuando la cabeza empiece a centrifugar, ponte la ropa de deporte y sal a correr, a caminar o baila dónde estés. El ejercicio calma la mente y permite pensar con más serenidad.

Medita diariamente. La meditación te ayudará a trabajar tu atención, a poder estar presente en lo que haces sin dejar que la tormenta de pensamientos se apodere de ti. Los pensamientos no podemos evitarlos, pero si podemos aprender a no prestarles la atención que demandan.

Aprende a decidir con un margen de error. No pasa nada. La mayoría de las veces te puedes equivocar y no pasa nada. Entiendo que no tengas ese margen de error si eres el responsable en la NASA de lanzar el próximo cohete al espacio. Pero la mayoría de los que se agobian con su pensamiento se pierden tomando decisiones hasta con la ropa que van a ponerse, si llaman a Fulanito o no lo llaman o si van a tal evento o no lo hacen. Suelen ser decisiones banales que de equivocarte no suponen un gran riesgo en tu vida.

Tú no eres tus pensamientos, tú eres tus acciones. Si los pensamientos te invaden, piensa que en gran parte permanecen en tu mente gracias al valor que les das. Te hacen dudar, te dicen que no vales, que fallarás, te hablan del “y si…”y tú los escuchas como si fueran verdades absolutas. Y entonces sufres, razonas, haces juicios de valor, te defiendes de ti mismo. Cuando tengas pensamientos de este tipo, obsérvalos, deja de hablar con ellos y piensa que no te definen, no dicen nada de ti.

Anota lo que te preocupa. Ten a mano una lista de preocupaciones, de tal manera que le puedas dedicar diez minutos al día para pensar en ello. Pero no más, diez minutos. Lo que no puedes permitir es dedicarle esos diez minutos mientras estás comiendo y disfrutando, trabajando, estando con amigos. Tú decides cuando pensar en tus preocupaciones y el tiempo que les vas a regalar.

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Pide otro punto de vista. Es bueno contar con la perspectiva de otras personas, nos pueden dar consejos, abrir los ojos o flexibilizar y relativizar la preocupación.

Busca distracciones. Cualquier actividad que atrape tu atención puede ser un buen sustituto de la tormenta que te tiene ahora enganchado: un juego en el móvil, ordenar cajones, hacer el menú de la semana, escribir, leer, ver la tele, salir a pasear.

Estate en el presente. Una tarea a la vez. Aprende a trabajar, relacionarte y disfrutar de tu tiempo de ocio estando en el aquí y en el ahora. Conéctate con el momento, con la mente, el cuerpo y los sentidos.

Pensar es genial. Permite tener control, anticipar, planificar. Pensar es un lujo, pero decide cuándo y cuánto te va a hacer sufrir.

Fuente https://blogs.elpais.com/plena-mente/2017/02/cansado-de-pensar-de-mas-de-darle-vueltas-a-todo.html

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