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Entrevista a Peter Senge

Peter Senge es conferencista principal en el Instituto Tecnológico de Massachussets y presidente fundador del consejo de SoL (Sociedad para el aprendizaje organizacional, por sus siglas en inglés). Es autor de La quinta disciplina: El Arte y La Práctica de las Organizaciones, coautor de tres libros de campo relacionados y, más recientemente, Presence: Human Purpose and the Field of the Future (Presencia: El objetivo humano y el campo del futuro).

SGIQ: ¿Cómo y por qué se deben motivar a los negocios para que contribuyan con la sostenibilidad?
Senge: En cierto modo, el “por qué” es fácil de explicar, pues creo que se podría decir que los negocios representan la más poderosa institución de nuestra sociedad moderna. Nos guste o no, es un hecho. El impacto que tienen los negocios es verdaderamente único. Cruzan más fronteras, son más globales que cualquier gobierno nacional. Los principales temas del mundo -la energía, el cambio climático, la alimentación, el agua, los materiales de desecho y la toxicidad- traspasan todas las fronteras y, de muchas maneras, son la clave de la interdependencia entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo. Y los negocios están justo en el centro de esa red de interdependencia. De manera que ese es el “por qué”.

El “cómo” es más delicado, porque, en primer lugar, tradicionalmente los negocios no han enfocado estos temas, excepción hecha por aquellos muchos buenos negocios que están preocupados por su impacto en el medio ambiente local, tanto en las comunidades en las que operan como en los sistemas naturales. En algún sentido, se podría definir un buen negocio por su sensibilidad para con su medio ambiente.

Y eso no es nuevo: Los negocios, históricamente, han estado comprometidos con las comunidades locales, han ayudado a las escuelas, etc.

Los miembros de la organización comercial son también ciudadanos donde viven. De modo que, existe, creo, una larga tradición de este tipo de responsabilidad local. Algunas empresas son mejores que otras. Algunas son totalmente negligentes. Pero, por lo general, las que sobreviven por mucho tiempo son relativamente más responsables y sensibles que las que no lo son. Creo que el gran cambio está en que ahora la sensibilidad y la conciencia de su impacto no debe ser sólo local sino global.

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La parte realmente delicada yace en la manera en que las empresas comienzan a involucrarse en torno a estos temas. En lo esencial, son negocios, de modo que tienen que convertirlo en algo relevante para los mismos; no pueden hacerlo como gestos filantrópicos. Las empresas que lo están haciendo con éxito lo ven como parte de lo que les cuesta para ser un buen negocio. Si se toma el tiempo suficiente para ver y se piensa con bastante amplitud, hoy se debería considerar en realidad el impacto global. Y esa es la clave del “cómo”.

La mitología de los negocios
SGIQ: Usted enfatiza lo que podría considerarse como el modelo orgánico de las empresas.
Senge: Si se retrocede lo suficiente, antes era muy común pensar en una empresa, primero y principalmente, como una comunidad humana. Literalmente, la palabra compañía deriva del francés compaigner, compartir un pan, la misma raíz que el término compañero. Muy profundo en la idea de una compañía está la noción de que es una comunidad humana, un grupo de personas que están haciendo algo juntas, que tiene cierto significado para ellas, que contribuye y que cuidan profundamente.

El problema ha surgido en los últimos 50 ó 75 años, particularmente con el crecimiento de las escuelas de negocios y grandes empresas consultoras. La mitología dominante ha llegado a ser que el propósito de la compañía es maximizar el retorno del capital de los inversionistas. Así es como comienza a considerarse a la compañía como una máquina para hacer dinero. Esto no tiene nada que ver con lograr ganancias. No se puede ser una compañía viable si no se obtienen lucros.

Para una comunidad humana, la ganancia es la consecuencia de ser efectivos en la búsqueda de un objetivo o misión. Pero, si principalmente la compañía es una máquina para hacer dinero, y la gente y la relaciones humanas son asuntos secundarios, las personas se convierten simplemente en los “recursos humanos” que necesita la máquina en cuestión.

No es de sorprender, entonces, que si pensamos en términos mecánicos, nos convirtamos en algo más bien tóxico para el medio ambiente mayor. Pero si pensamos en nosotros mismos como una comunidad humana, como un sistema vivo, entonces, y naturalmente, estaremos siempre preocupados con el impacto que generemos en las comunidades mayores de las que formamos parte.

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Es por esta razón que un mayor sentido de responsabilidad ha sido la marca registrada de las “buenas” compañías que están bien establecidas: no resulta difícil comprender que no queremos destruir los sistemas vivos en los que operamos, porque sería contradictorio con nuestra propia vida. Como una comunidad humana tenemos una base ética sustentada por nuestra empatía y compasión por los sistemas vivos mayores dentro de los cuales existimos como un sistema vivo.

Pero creo que se tiene que apreciar el tremendo impacto que esta nueva mitología de los negocios como una máquina ha tenido en los últimos 75 años aproximadamente. En la actualidad, es realmente incuestionable e indiscutible para muchas personas. La idea misma de que el objetivo de la compañía pueda ser algo diferente al del máximo retorno para los accionistas puede parecer incuestionable. Pero muchas personas que gozan de gran credibilidad han desafiado esta idea.

Peter Drucker solía decir: “Las ganancias son para la compañía como el oxígeno para una persona, se tienen que lograr o no se está en el juego, pero eso no tiene nada que ver con el objetivo. Desafortunadamente, los negocios son administrados hoy en día por muchas personas que asistieron a programas de MBA (Maestría en Administración de Negocios) donde han aprendido la teoría financiera de la empresa. Es simplemente una mitología, pero las mitologías a menudo se convierten en realidades para las personas.

Como lo dijo el presidente de una compañía, “¿Quién te recordaría si te fueras?”. Es una gran pregunta. Porque vuelve a poner las cosas en un nivel muy humano. Porque no serán los inversionistas. Ellos siempre encontrarán a alguien más que les dé el retorno al capital que han invertido.

 

Fuente: https://emprendedoresnews.com/liderazgo/entrevista-a-peter-senge.html

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