Tras más de 20 años como emprendedor, si hay algo que he visto es fracaso. Propio y ajeno. Sé que no queda bien decir esas cosas cuando todos los demás hablan de éxito todo el tiempo, pero lo cierto es que emprender es un juego con un 80%-90% de probabilidades de que no salga bien.
Ignorar lo más probable es una locura y quien diga que no ha tenido su buena dosis de fracaso nos está mintiendo o no lleva demasiado en esto.
La parte positiva es que, con el tiempo y la experiencia, uno aprende a identificar las señales de una empresa o idea de negocio que va a fracasar.
Y las más comunes son estas
Si estás en la fase de la idea, y no la estás promocionando ya de alguna manera: hablando con gente, haciendo contactos y preparando cómo vas a conseguir tus primeros clientes, mala señal que puede indicar un probable fracaso.
Muchos trabajan duro, dejan el producto perfecto, emplean meses en que todo esté preparado, desde la oficina hasta la web y, cuando salen al mercado, se dan cuenta de que no hay nadie que quiera comprar lo que hacen.
Tanto esfuerzo para nada.
Si promocionamos desde el principio, conseguimos:
Esta es la realidad de la mayoría de negocios.
El problema no es que muchos emprendedores no sepan que hay que ser diferentes, el problema es que hay un autoengaño importante al respecto.
Crees que ofreces algo nuevo, cuando en realidad eres casi idéntico al de al lado, vendiendo lo mismo a un precio parecido, o simplemente un poco menor.
Esto no es lo mismo que no ser diferente. Puedes hacer algo distinto a los demás, que no servirá de nada si no le importa al cliente.
Hay un abismo de diferencia entre el aplauso y el pago.
He hablado con docenas de emprendedores que se han lamentado siempre de lo mismo: «No entiendo por qué todo el mundo me dice que es una buena idea, pero luego nadie la compra».
Una «buena» idea no sirve de nada. Algo que está «bien» solo consigue que la gente te diga que está «bien» de una manera educada, pero únicamente nos rascamos el bolsillo por aquello que:
Una «buena» idea o un producto que «no está mal» no sirven de nada.
Y actuar apoyado en opiniones es el camino más corto al fracaso en los negocios.
Son especialmente inservibles las opiniones de quienes nos rodean y nos aprecian. Lo siento, pero es así. Muchos tratarán de no romper nuestros sueños y nuestro ego, nos darán respuestas tibias y ánimos moderados. O simplemente no saben bien qué están viendo y dicen que les parece bien para no quedar mal.
Pero ellos no son nuestro público. Tampoco son expertos en lo que vamos a hacer y, contrariamente a lo que algunos piensan, no todas las opiniones tienen el mismo valor.
Si me fueran a operar del corazón, no pensaría que la opinión de un excelente cardiólogo y de un amigo del bar tienen el mismo peso a la hora de decidir cómo hacerlo.
De hecho, en los negocios, incluso las opiniones de los expertos tienen un valor casi nulo.
Los datos son lo importante.
Por eso lo principal es probar la idea y recibir datos reales del mercado cuanto antes:
Por supuesto, datos no significa copiar y pegar el estudio sectorial de una consultora en nuestro plan de negocio. Ni qué decir tiene que esto es tan inservible como la opinión de quien pase por la calle.
Y es imposible. Una empresa tiene toda clase de obligaciones y áreas que es necesario tener en orden para que marche bien. Muchas de ellas son administrativas o de mantenimiento y no aportan ventas, pero son necesarias.
El emprendedor que es vendedor, informático, contable, administrativo y mil cosas a la vez no es excelente en ninguna. Y lo que es peor, acaba exhausto y quemado.
El 80% del tiempo debería ser dedicado a las 2 actividades más importantes:
Muchos emprendedores no tienen claro su modelo de negocio, que es el término técnico para: cómo vas a ganar dinero con tu empresa.
Centrarse en crear una audiencia, pero no saber cómo monetizarla, o creer que esa es «la parte fácil», resulta una trampa. No hay nada más común que empresas con una gran audiencia que no consiguen extraer un céntimo.
Del mismo modo, los modelos de negocio deben ser sólidos y probados. Muchos creen que van a hacer dinero con esquemas francamente marcianos que no están fundamentados en nada.
Además de eso, me he encontrado con una enorme cantidad de emprendedores que ni siquiera habían hecho las cuentas más básicas sobre su negocio. No habían calibrado bien la enorme cantidad de ventas necesaria para subsistir, por ejemplo.
Y no los clientes y darles todo el valor posible.
La realidad es que el dinero es la consecuencia natural de proporcionar un enorme valor.
Pero para eso, el cliente nos debe importar.
Es muy triste, pero eso no sucede en muchos emprendedores. Realmente no quieren hacerle la vida más fácil a nadie ni empezaron con eso en mente, sino que ven una oportunidad de enriquecerse.
Para ellos, los clientes son números y el objetivo es separarlos de su dinero, no dejarles en un lugar mejor que en el que los encontraron.
Esas empresas están condenadas al fracaso.
Es la otra cara de la moneda y sé que se habla mucho de dinero en estas razones para el fracaso a la hora de emprender, pero es que sin dinero no hay empresa. Al fin y al cabo, no estamos creando una ONG.
Aquellas empresas que tienen un fin loable, pero no pueden o no saben cómo monetizarlo, cerrarán pronto.
Todos los hobbies o las iniciativas altruistas tienen otras maneras de llevarse a cabo. Yo he creado muchos de esos proyectos y son geniales, pero no son negocios.
Muchos emprendedores, especialmente en solitario, son muy buenos en lo que hacen. Así que un día deciden ponerse por su cuenta, para eliminar de la ecuación a ese jefe insportable.
Pero tener un negocio va mucho más allá de ser bueno en lo que haces.
Vas a tener que saber de muchas cosas más y, probablemente, rodearte de gente buena en todo eso: marketing, gestión, productividad personal, logística…
Ser el mejor fontanero del mundo no es lo mismo que tener la mejor empresa de fontanería del mundo.
Gestionar una empresa no es fácil y muchos no saben en lo que se están metiendo.
Ahora son las criptomonedas, ahora lo inmobiliario, ahora las mascarillas… No estás en el negocio para aportar valor ni porque quieres resolver problemas, solo quieres aprovechar el tren que pasa a toda velocidad.
La realidad es que, si lo estás pensando, seguramente ya es tarde y te arrollará.
Este motivo de fracaso a la hora de emprender suele ser una combinación de varios que hemos visto: no tienes idea de dónde te estás metiendo, sólo quieres el dinero, etc.
Imaginemos por un segundo una empresa como la del punto anterior. Quiere meterse en un negocio solo porque está de moda y ve una oportunidad de hacer dinero rápido.
No suena muy bien como historia, ¿no?
Cualquiera que la escuche, o no sea capaz de percibir otra cuando mira a ese negocio, no se quedará especialmente impresionado, por decirlo diplomáticamente.
Es más, esa clase de historia produce todo lo contrario a lo que queremos, una imagen poco fiable.
A mucha gente este punto le parece algo esotérico porque no entienden que la historia es lo más importante en marketing e impregnará todo lo que se haga en ese siendo, siendo el fundamento principal para poder construir una marca.
¿Cuál es el origen de la idea de negocio? ¿Por qué nació y con qué motivaciones?
Esas son las bases de una buena historia que iremos desarrollando con el tiempo y actividad.
El marketing suele ser el principal problema de la mayoría de empresas y no tener una historia es no tener la base fundamental sobre la que construir su marketing.
Lo más importante para que una empresa tenga éxito es que elija bien el mercado y este tenga:
No importa lo buenas que sean, hoy ya no se venden las máquinas de escribir y muchos negocios están tratando de vender máquinas de escribir, o simplemente tratando de vender a gente que no compra.
Muchas empresas creen que son como Apple, capaces de cambiar el mercado y sus hábitos de compra y deseo.
Pero el mercado es como un mar y nosotros un barco. El barco no puede cambiar al mar y lo siento, pero no somos Apple.
Así que no vamos a tener suerte tratando de modificar los hábitos del mercado y, si el triunfo del negocio depende de eso, nos podemos ir preparando para el fracaso.
Todo emprendedor tiene mil ideas en la cabeza que le atraen y le excitan. Cuando comienza a trabajar en una, cruza otra que parece más atractiva y va tras ella.
Siempre es más interesante lo nuevo, porque en nuestra cabeza todo es más fácil cuando lo pensamos y en la realidad todo es más difícil cuando lo hacemos.
A eso se une que muchos emprendedores no entienden bien el consejo de que hay que diversificar y, de nuevo, lo que hacen es esparcir un esfuerzo escaso entre demasiadas cosas.
Con eso, no creas impacto en ninguna, o peor aún, tienes 7 cosas, sí, pero todas a medio y ninguna terminada.
Centrarse como un láser en lo importante, terminar lo que empiezas y poner en el mercado el producto cuando antes.
Todos nos creemos «buenos» en la fase de las ideas, pero los mejores terminan cosas.
La realidad es que, para evitar todo lo anterior, hace falta un enfoque de acción masiva.
Quiero poner el énfasis en masiva, porque hoy día todo va más rápido que nunca y hay más competencia que nunca.
Subestimamos la cantidad de acción necesaria para conseguir nuestros objetivos.
Es normal, somos personas, tenemos ese pequeño defecto cognitivio. Por eso, los mejores están muy inclinados a la acción, no a pensar, planear una y otra vez, seguir pensando, pedir otra opinión…
Mientras hacemos eso, las iniciativas que no fracasan ya se han lanzado al agua y han cruzado media piscina.
Si es así, nos tocará correr para alcanzarlas.
Estas no son las únicas razones por las que fracasa una idea de negocio, pero lo cierto es que son las 15 que más he visto repetirse en todos estos años.
Evitando pisar estas minas, es probable que lleguemos al objetivo que nos proponemos.
Fuente: https://recursosparapymes.com/fracaso-idea-de-negocio/
Bueno